“Un soñador, pero no el único”
Efraín Cruz toma las palabras de John Lennon para definirse y transmitir que, todo se puede lograr si la comunidad es capaz de unirse solidariamente y concretar sus sueños.
Para entender un poco más su lucha comunitaria, conversamos con él y esto nos dijo:
El Sol: ¿Cómo llegaste a San Telmo?
Efraín Cruz: Lo transito desde que tenía diez años. Crecí en Boedo, luego vivimos en Constitución y, con los chicos que jugaba en la Plaza España íbamos a la costanera bajando por Brasil hasta el parque Lezama. Lo más maravilloso era tirarme por la barranca del parque.
A los doce años, entré como cadete en la editorial El Cano (Brasil al 700, una casa que luego fue el Albergue de la Juventud). Eso significó el acceso a lo que luego sería mi pasión o sea, el mundo de los libros. Tuve mucha suerte porque mi referente fue un corredor de la editorial, que un día me sorprendió con una pila de Todo es Historia, editada por Félix Luna en la década del sesenta y me sumergí en ese mundo. A los quince años empecé a militar en la unidad básica, frente al mercado, que estaba liderada por Mereles. Nunca más dejé el barrio y cuando me casé vine a vivir en Brasil 441. Amo a San Telmo.
¿Cuál es tu ocupación?
Tuve negocio siempre. Durante trece años una casa de cuadros con restauración y taller de marcos; en el año 2000 me mude a la galería de Cochabamba y Defensa donde alquilé dos locales. Ahí me relacioné con el artista plástico Alberto Coelho, la red literaria de Rosa Barrios, Dora la artesana que tenía su local de ropa batik (uno de los primeros), Alberto Malosetti dueño de la disquería Eureka, Julio Peralta diseñador gráfico con quien hicimos el homenaje a Patoruzú. También estaba la juguetería de la familia Casaretto, los hermanos que fabrican los soldaditos de plomo.
Hablando de soldaditos de plomo ¿Creés que hay una gran diferencia entre nuestra infancia y la actual?
Pertenezco a una generación donde la extensión de nuestra casa era el patio, la vereda, el pasaje de enfrente y luego los patios de la parroquia del barrio. Los portones de los patios estaban totalmente abiertos, para que entrara cualquier chico a jugar. El que es de mi generación -fines de los años sesenta- lo sabe.
¿Por qué te enfocás en resguardar los espacios públicos?
Me pasaron muchas cosas de chico, que de grande me hicieron tener mayor responsabilidad con los niños. Esto generalmente sucede. El tema de los espacios públicos lo relaciono con mi niñez y la actual. Veo con mucha preocupación que los chicos -durante estas últimas décadas- fueron expulsados sistemáticamente de los espacios públicos, que son lugares abiertos para todos y donde nos podemos vincular de alguna manera, viendo como natural la adicción a la tecnología y promoviendo el individualismo.
¿Entonces, lo público no es tan público?
No, porque avanza lo privado. Los patios de juegos con aros de básquet, arcos para las canchitas que -supuestamente- se hicieron para que todos los chicos accedan, los gobiernos los fueron entregando a instituciones. Por ejemplo, el de Humberto I° y Balcarce se lo dieron a la parroquia. Una vez que el Estado cede un espacio, lo primero que hacen todos es ponerle llave, enrejarlo y administrarlo y queda a su criterio el acceso de los chicos. Ayuda también el hecho de que se los dan con la condición de que los mantengan, entonces cobran aunque sea algo mínimo para poder hacerlo. Ahí dejaron de ser públicos.
¿Dónde van los que no pueden pagar?
Una característica de San Telmo es que tiene vecinos que padecen el acceso a una vivienda digna, por eso las casas tomadas, el tema del PADELAI, los mal llamado hoteles utilizados para solucionar la problemática habitacional y no resuelven el problema, ya que son familias de hasta seis integrantes en una habitación de 4 x 5m. Entonces los chicos van a la calle, con los riesgos que ello implica. Pero después la sociedad los culpa, los castiga y los aísla.
¿Cómo hacemos para que no suceda?
Te cuento una experiencia que tiene que ver con la educación no formal. Trabajé -a partir de 1990- en la Fundación Proyecto de Vida en Constitución, un comedor para chicos de la calle. Ahí vi todo el proceso de consumo de paco, los chicos “caían como moscas”. En el término de seis meses los encontrábamos muertos enroscaditos, en la plaza Garay o Constitución; o con un deterioro irreversible, porque lo que los “laboratorios” producían era el peor residuo de la cocaína y para agregar cantidad molían los tubos de neón o sea que con la droga los chicos fumaban vidrio.
No sabía qué hacer. Insistía que teníamos que trabajar con los chicos. Coleccioné las pipas que ellos me traían de regalo e hice una exposición para visibilizar el tema. Empezamos en Barracas, La Boca y parte de San Telmo, pero luego se llenó de punteros políticos. Entonces creamos Vecinos Auto-convocados e hicimos una manifestación de trescientas personas, algunos de los cuales fuimos recibidos en el CGP3 a cargo de Silvana Giudici y José Palmiotti. Logramos una reunión con la Superintendencia de Seguridad Metropolitana, Legislatura y Defensoría del Pueblo y planteamos: mala atención a la gente; permanente excusa de no tener marco legal para actuar y disuasión de las denuncias.
Encontraron una forma…
Eso sirvió para crear los Consejos de Prevención Comunitaria. Me convocan para organizar los Consejos en la jurisdicción y propongo hacerlo adentro de la Comisaría 14, para que la comunidad entre al ámbito policial. Armé un Consejo de vecinos, donde intervinieron -entre otros- el periodista Néstor Sacchi y Constantino España muy activo y severo. Establecimos tres ejes: mediación vecinal; prevención primaria -que era trabajar con los jóvenes, lo que me interesaba- y participar en lo que llaman Academia (reunión de oficiales, policías y suboficiales al cambiar de turno, para pasar el parte diario), pero sin la presencia de ningún comisario o jefe de servicio. Esa comunicación fue extraordinaria, porque -en general- los jefes están alejados de los subalternos y nosotros fuimos el nexo entre lo que pasaba, cómo prevenirlo y concretar la acción. Ejemplo: la mala iluminación es proclive al delito. Un cabo nos dijo que en Garay los globos de luz estaban al nivel de la arbolada y planteó la solución de bajarlos; así se hizo. La vista de ellos está “preparada”, porque están para eso.
¿Trabajar con los chicos es lo más importante?
Sí, porque hacés prevención primaria. Eso pasó en el PADELAI cuando hubo una denuncia del consorcio que está frente a la Parroquia de San Telmo por robos, rotura de vidrios, amenaza al encargado y todos apuntaban a los chicos de ahí. Con Carlos Caputto creamos un centro juvenil y empezamos a trabajar con el Prof. Daniel Markarian -un ser excepcional- actividades recreativas, deportivas, campamentos y de capacitación; con el objetivo de incorporar a los chicos que estaban fuera del sistema educativo. Como ninguna entidad pública de la zona quería recibirlos, le pedí ayuda a Raúl Carricart -quien, en 1994, creó una escuelita gratuita de fútbol en el patio de juegos de Balcarce y Humberto I- y “el pollo” -a quien quiero mucho- me la dio. De esa manera, comenzamos a incluirlos.
¿Pero si Raúl tenía la escuelita pública, cómo ahora ese patio de juegos lo administra la parroquia?
Porque al no tener personería jurídica, el CGBA se lo entregó a la iglesia. Nosotros siempre nos preocupamos en trabajar con los chicos, no en la cosa formal. Pero no importa, hay que cumplir los pasos.
¿Ahora la tienen?
Roberto Goro (27) -quien en su momento ingresó a la escuelita de Raúl y hoy es coordinador y vicepresidente del club- recibió, el 8 de octubre, la Personería Jurídica del Club Social Cultural y Deportivo Martina Céspedes. Con esto, estamos también concretando la idea de generar capacitación para preparar a los chicos para ejercer el liderazgo.
¿Dónde ves que haya espacios públicos?
En las escuelas y en los patios deportivos que nombramos antes. Después del horario escolar quedan ociosos lo mismo que los fines de semana. Mientras eso sucede los chicos no tienen dónde ir y están en la calle, cuando se podrían abrir con actividades deportivas o recreativas. Se ha naturalizado este tipo de prácticas donde se restringe el uso de lo público.
Luchan por lo público y después tienden a apropiárselo…
Esta es una conducta donde está en juego el poder. Donde el otro tiene que pedir permiso para usar algo, que en realidad es de todos. Lo mismo pasa en la calle Defensa y en la Plaza Dorrego donde diferentes sectores, cada uno con su pretensión, la ocupan y los vecinos terminan pidiendo poder sentarse o caminar por ella. Todo se desnaturaliza.
¿Y entonces?
Hay que destrabar este tema del espacio público. A veces también es por seguridad y ahí tendrían que hacer un informe las autoridades correspondientes (bomberos, policías, servicios de salud) produciendo un relevamiento de las posibles consecuencias, ya que algunos lugares podrían transformarse en un “Cromañon” a cielo abierto por no tomar conciencia la sociedad e intervenir a tiempo.
¿Por qué no podemos prevenir?
Porque, en general, a cada sector le preocupa solo lo suyo. Hay que ampliar la mirada. Las autoridades tienen la mayor responsabilidad, porque hay leyes que cumplir y conflictos de intereses que solucionar. Por eso deben intervenir, porque si no caerán en el incumplimiento del deber de funcionarios públicos. Nadie es dueño de nada en el espacio público, a lo sumo tiene temporariamente una concesión de algo. Partiendo de eso y si los especialistas dictaminan que puede suceder una desgracia, tendremos que ponernos de acuerdo todos por el bien común o haremos una presentación jurídica en defensa y salvaguarda de todos.
¿Con qué soñás, comunitariamente?
Con crear la escuela de capacitadores de líderes. A fin del año pasado vi unas fotos y Roberto (Goro) me dijo: “Con Jimmy salimos para Navidad a repartir cosas a la gente de la calle”. Fue una gran satisfacción escucharlo, porque -como te dije- él ingresó a la escuelita de fútbol de Raúl. Eso es devolver lo que uno recibió y creo que así debe ser. Yo no tengo ningún cargo, soy un vecino que actué y seguiré haciéndolo para devolver lo que recibí de un barrio maravilloso donde nacieron mis hijos, tengo mi negocio, mis amigos. Lo hago con felicidad, no por obligación. “Podrán decir que soy un soñador pero no soy el único”, como decía John Lennon
Yo diría que Efraín más que un soñador es un hacedor como pocos, porque también es uno de los fundadores -junto a la Lic. Clara Ackermann- de la Orquesta Escuela Juvenil de San Telmo, donde los chicos tienen acceso gratuitamente.
Texto y Foto: Isabel Bláser