Un escritor del asfalto

José Sbarra no se llamaba así. Usaba el apellido de su madre y nadie sabía con exactitud su fecha de nacimiento, aunque supuestamente nació en 1950. Participó del under de los años ochenta, el movimiento contracultural que incluía en la producción artística lo que pasaba en las discos, en las calles oscuras y en los hospedajes de gente sola, como era el edificio de calle Defensa, entre Garay y Brasil, donde él vivió.

Era guionista de televisión y escribía en revistas de tiraje, tan disímiles en sus temas y público, como Billiken y Playboy. Esto no era casual. La ternura y la sordidez atraviesan también sus obras literarias. Sus novelas “Marc, la sucia rata” y “Plástico cruel”, editadas en 1991 y 1992, se erigen -desde una narrativa ágil y realista- en verdaderos hallazgos estilísticos. Tomando personajes de la marginalidad -en un caso un joven sin ocupación conocida y sospechado de consumir droga y, en el otro, una travesti enamorada de un hombre enamorado de una chica rica-, intercala el coloquialismo de los diálogos con una prosa poética que funciona como voz de los protagonistas, justamente esos que no son políticamente correctos. Estas novelas no fueron reeditadas y sus adaptaciones al cine tuvieron escasa repercusión. Tampoco puede ser casual.

En contrapartida, la obra de Sbarra nunca dejó de circular. Siguió “metiéndose” por vías quizás más subterráneas, como la difusión boca a boca; las publicaciones web -pueden conseguirse sus libros en versión digital con acceso libre y hay una página de Facebook con su nombre, que recopila información sobre el autor-; las adaptaciones teatrales e incluso los grafitis con frases de su autoría como en una pared de la calle Brasil entre Perú y Chacabuco que decía: “¿No habrá nunca nadie que desee beber nuestras lágrimas?”, hasta que una pintada de un candidato a presidente la cubrió.

La editorial Páginas Amarillas reeditó recientemente “Informe sobre Moscú”, ciudad que el autor visitó para escribir el guión de una película a partir de su novela “Marc, la sucia rata” y publicar un tiraje de diez millones de ejemplares traducidos al ruso -proyecto frustrado por el retiro de fondos a partir de las reformas de la Perestroika-. Este libro incluye una especie de crónica, en tono intimista, sobre el viaje del escritor a Rusia y agrega un relato poético inédito, “Pterodáctilos”; ambos textos cruzados por el tema del amor y sus imposibilidades. Algunos ejemplares de la primera edición de “Informe sobre Moscú”, fueron repartidos por la familia de Sbarra durante su funeral en 1996.

Curiosamente, el cuento infantil “No enciendas la luz” fue su único libro publicado por una editorial de gran difusión (Sudamericana, 1990). Un grupo de cucarachas convence al dueño de casa que puede compartir el hogar con ellas y no combatirlas; el autor en su narrativa para niños también rodea lo sórdido y lo expone, lo rescata y le da su lugar.

Escribió además la novela “Aleana”, el poemario “Obsesión de vivir”, “Socorro, nadie me quiere”, “Cielito”, “Andy, el paseador de perros” y “El beso del vampiro”; estos cuatro últimos para niños y adolescentes. Pero no solo se dedicó a la escritura, sino  también a su enseñanza y difusión. Coordinó talleres literarios para jóvenes de escasos recursos y un ciclo de divulgación literaria con intervenciones musicales, teatrales y performáticas que, entre otros lugares, se desarrolló en el recordado y referente Baruk Bar en San Telmo sobre la calle Carlos Calvo.

José Sbarra encarnaba la literatura con minúscula, no el gran arte de los intelectuales, sino el arte con sangre de los poetas, el que se ocupa de lo humano allí donde tiende a hacerse invisible, el que relata los pequeños mundos y, en ese rescate, los condena y los redime.

 

Marc y el policía (de Marc, la sucia rata)

-Cualquier expresión de afecto será bien recibida, oficial, aunque venga de usted.

-¿Qué le pasa esta noche?

-Llueve, oficial, llueve.

-¿Qué hace acá?

-Estoy esperando el futuro, oficial, ¿usted no lo vio por esta zona?, ¿no sabe si ya pasó?

-No se haga el delirante y respóndame, ¿qué está haciendo acá?

-¿Qué le parece si declaramos de una vez por todas que nadie es inocente y me deja de joder, oficial? Dígales a sus hombres que no me persigan. Explíqueles que no hace falta porque voy a destruirme solo.

-Marc, la vida no es una película.

-Si la vida fuese una película, oficial, ya me habría retirado del cine hace mucho tiempo.

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Los pro y los contra de hacer dedo  (de Marc, la sucia rata)

Yo sabía que había un tigre debajo de la cama, un orangután en el armario y una araña gigante dentro de un zapato.

Te amaba tanto que para que durmieras tranquila me levantaba por las noches y les daba de comer al tigre, al orangután y a la araña.

Como no me amabas te resultó fácil creerme loco y no quisiste más vivir conmigo. Me obligaste a tomar un tren.

Casi todos los pasajeros descansan con los ojos cerrados. Yo no. No puedo relajarme. Miro la luna por la ventanilla y pienso que estás dormida y que no sabes que hay un tigre debajo de la cama, un orangután en el armario y una araña gigante dentro de un zapato.

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Señales de tránsito (de Plástico Cruel)

– Cualquier objeto de plástico durará más que un amor eterno.

– La mitad de la humanidad huele a cadáver y la otra mitad a desodorante de ambiente.

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Texto:Yanina Audisio

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