Anatomía de un movimiento vecinal: Parte I
Charlando con Rosario Carvajal de nuestro barrio hermano Yungay, en Santiago de Chile
En abril de 2008 Rosario Carvajal, uno de los dirigentes de la agrupación Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, nos contactó al Sol de San Telmo porque un ejemplar de nuestro periódico llegó a Chile. Gracias a un intercambio de mails que reveló los desafíos similares que enfrentan ambos barrios, surgió la idea de un hermanamiento entre Yungay y San Telmo, que se llevó a cabo en diciembre de aquel año con una linda visita de los Chilenos en Buenos Aires.
A pesar de una creciente tendencia de negar los intereses públicos a favor de los privadossobre todo la especulación inmobiliariaósu trabajo ha producido, entre otras cosas: una ley nacional de protección arquitectónica para su barrio; una Escuela de Gestión Patrimonial; una fiesta cultural cada enero asistido por más de 13 mil personas; y que su propia visión del valor de su barrio sea cada vez más respetada al nivel político nacional.
Este febrero, volvieron nuestros ìhermanosî para seguir visitando e intercambiando experiencias con organizaciones comunitarias en Argentina. En esta entrevista con Carvajal, exploramos cómo funciona y qué han logrado este grupo de vecinos comprometidos a preservar su estilo de vida e identidad tradicional. Para los que quieran preservar lo mismo aquí en San Telmo, el movimiento ciudadano que se armó en Yungay es un ejemplo que vale la pena estudiar.
¿Cómo se formó la agrupación de los Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay?
La agrupación es un movimiento ciudadano que nace en junio del 2005 por un conflicto cuando el alcalde modificó el sistema de recolección de basura, sin avisarnos y sin ninguna participación ciudadana. Por lo tanto, generó una fuerte crisis sanitaria y los vecinos empezamos a organizarnos como asamblea informal para buscar una solución. Al poco tiempo, nos enteramos que el gobierno también quería modificar la ley que rige el planeamiento urbano, de una manera que permitiría construir edificios altos y demoler casas viejas, incluyendo muchas de adobe históricas y representativas de nuestro barrio. Empezamos a organizarnos sobre ese tema también, y con dos conflictos en el bolsillo el alcalde finalmente nos recibió.
¿Cómo obtuvieron protección histórica para el Barrio Yungay?
Después de un año nos dijimos que no podíamos estar reaccionando siempre a la agenda de ellos, porque el gran capital inmobiliario y el capital político que los apoya es lo que les interesa. Entonces, en 2006 nos convocamos en una asamblea mayor que hoy llamamos los cabildos abiertos, donde todos los vecinos pudieron participar y generar una suerte de diagnóstico sobre nuestra situación.
Ahí una de las propuestas que surgió fue proteger el barrio y el patrimonio histórico, acogiéndose a la ley de monumentos y buscando que el barrio fuera declarado Zona Típica -en Chile es la normativa que protege a fachadas e inmuebles de la demolición-. Y tres años más tarde, en enero de 2009, obtuvimos la declaración, pero fue un gran proceso: tuvimos que elaborar el estudio técnico, hacer un revelamiento arquitectónico, solicitar cartas de apoyo de figuras políticos.Un tremendo trabajo que implicó una intensa participación ciudadana respaldada por todos los vecinos.
Fue un proceso de pasar de una fase de protesta a la propuesta, y de la propuesta al desarrollo como nosotros lo entendemos, un desarrollo donde los vecinos son los protagonistas. Ahora estamos en esa fase, y elaboramos un plan de desarrollo con cuatro líneas de acción: el rescate y promoción de la identidad barrial; el fortalecimiento de nuestros medios de comunicación; la formación ciudadana y la recuperación del patrimonio arquitectónico del Barrio Yungay.
¿Cómo diferencian la preservación del patrimonio arquitectónico de la preservación del patrimonio intangible y cultural?
El marco legal en Chile es muy limitado; tenemos una Ley de Monumentos a la que recurrimos, pero en realidad estamos luchando por el patrimonio cultural. Hay que recordar que la palabra patrimonio casi no existe en Chile, pero existe la palabra monumento. O sea, hay una cultura monumentalista que no reconoce al patimonio intangible y, en consecuencia, el patrimonio cultural en Chile es muy herido y no hay recurso o voluntad política para protegerlo.
Nuestra lucha ha sido apelar al marco legal existente, que tiene que ver con el patrimonio material, pero sabemos que al lado está el patrimonio intangible, el patrimonio cultural. Es una línea vaga, porque no está definido donde termina uno y donde empieza el otro, pero nuestro trabajo tiene que ver con el patrimonio intangible porque el arquitectónico sin los vecinos no tiene alma. El Barrio Yungay somos nosotros… dedicarse sólo a la protección del patrimonio material sería caer en un fachadismo, un monumentalismo. Entonces hay que conservar esas casas históricas pero también conservando la vida de sus habitantes —los vecinos que se cruzan en el zapatero, en la plaza, en la vereda— eso es lo que sustenta. Es la relación entre la gente y su entorno, la relación humana, en definitiva.
Nosotros usamos la Ley de Monumentos porque es el marco conceptual que usa todo el mundo, pero no nos acomodamos a esos límites. Al largo plazo queremos cambiar la ley con respecto al patrimonio cultural, para generar una ley de protección de patrimonio que sea más integral.
¿Cómo funcionan los cabildos abiertos?
Estos cabildos han sido nuestra carta de navegación. Duran un día entero y se hacen una vez al año. Asisten más de cien personas, incluyendo muchos que representan otras instituciones locales.
Con los cabildos apelamos a la figura histórica de varios países de Latinoamérica, donde los vecinos se autoconvocaron en tiempos de crisis. Es un espacio democrático, pluralista, por los vecinos y para los vecinos, que utilizamos para planificar por la comunidad, con metodologías participativas.
Es muy importante que todo el mundo pueda ser escuchado. Si toda persona es escuchada uno también va al cabildo dispuesto a escuchar otras perspectivas, y en general ha funcionado que las ideas se fusionan. Hay mucha sintonía, y también se va construyendo el proyecto colectivo porque las personas que participaron y lograron cosas vuelven al cabildo sintiéndose validadas.
El objetivo es que los vecinos no se queden en el diagnóstico del problema sino que participen en crear la solución. Eso es muy importante. Muchas veces las iniciativas ciudadanas se quedan en el diagnóstico sin pasar a la acción concreta, la solución al problema. Chile se especializa en diagnósticos y en estudios de diagnósticos, y todo el tiempo se escucha de los problemas pero no de las soluciones.
¿Y cómo llegan a la acción concreta?
Después del cabildo abierto, el trabajo para lograr lo que se concordó se lleva a cabo en las asambleas semanales. Estas suelen ser asistidas por 30-50 personas, y el trabajo se divide en grupos de acción.
Para nosotros, el compromiso con la solución se logra a través de estas asambleas semanales, que también son espacios autoconvocados, pluralistas y democráticos, donde los vecinos se van involucrando con los temas que les interesan. Los que se interesan de la cultura, por ejemplo, crean una agenda cultural que incluye las fiestas y celebraciones de la zona, y las van armando de manera colectiva durante todo el año. Las fiestas se han convertido en un espacio importante para la comunidad porque no hay espacios abiertos y públicos para el arte y la creatividad. Las fiestas también trabajan sobre la recuperación del sentido de la comunidad, y ahí se alimenta la mística de lo que estamos haciendo, de quiénes somos.
Otros ejemplos de proyectos que vecinos han propuesto son un álbum fotográfico familiar del barrio, o un campeonato de fútbol del barrio. Todos los proyectos son colectivos y se trabajan de manera horizontal.
¿Cómo se mantiene el trabajo continuo a lo largo del tiempo?
Eso es lo más difícil. Nuestros proyectos son autoconvocados, y pocas veces hemos contado con recursos externos para sostenerlos. Pero, en general, la gente se engancha cuando se dan resultados. Cuando una idea se desarrolla hasta ser un producto concreto, los vecinos se van sintiendo orgullosos de sus propias iniciativas. Por ejemplo, el grupo que organizó el proyecto de deporte no ganó un peso por todo el tiempo que invirtió durante el año, pero su pago es ver a 80 vecinos participar en un campeonato de fútbol que dejó a todos felices. También se pueden ver reflejados en un trabajo social que se ha convertido en un referente nacional, con premios gubernamentales, reconocido en los medios, y esos logros alimentan el compromiso.
¿Cómo mantienen el compromiso de todos?
Obviamente, todos participan en la medida que puedan. Hay vecinos que vienen y se van, o aportan desde la distancia, por ejemplo con un artículo para nuestra revista. La participación siempre ha sido flexible y eso es una metodología que empleamos concientemente. Hay que decirle al vecino que es posible cambiar el destino del barrio, pero a ese vecino no le vas a decir que tiene que venir a todas las asambleas. Lo más importante es que participen con ganas.
Hoy tenemos en nuestras asambleas semanales entre 90 y 100 participantes, pero la cantidad de gente que participe en todas nuestras actividades es mucho más. Para la fiesta del Roto Chileno que hacemos cada enero participan más de 700 personas en su organización, y asisten más de 13 mil.
A lo largo del tiempo, hay una responsabilidad social adquirida por parte de los vecinos. Ya es una organización que tiene su historia, no solamente con la comunidad sino también con los funcionarios que ya saben que somos serios. Eso es importante también, saber que estamos validados por nuestro trabajo.
(a continuación…)
1 respuesta
[…] años, orgullo ignorado mayormente por la prensa chilena, pero reconocido en diferentes partes de América. Basta leer su sitio web, El sitio de Yungay, para hacerse una buena imagen del verdadero sentido […]