Angel y José Luis Arribas – carniceros del Mercado de San Telmo

Los hermanos Arriba atendiendo en el Puesto #54. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

Los hermanos Arriba atendiendo en el Puesto #54. Foto: Edgardo "Super 8" Gherbesi.

Entramos en el Mercado de San Telmo para conversar con esos dos amigos del barrio que atienden la carnicería del puesto # 54: los hermanos Arribas, referentes de los vecinos cuando hablamos de la calidad de la carne, de la familiaridad y el buen trato. Al encontrarnos y aunque no nos veamos durante un tiempo, fluye el afecto inmediatamente y nos ponemos a charlar como siguiendo un diálogo invisible en el tiempo que nunca fue interrumpido. El “hola Isa!” abre paso -sin más trámite- a la conversación fluida que debemos interrumpir para bien de los clientes.

Abre el fuego Angel que es el hermano mayor de cuatro y fue quien inició esta actividad hace ya 50 años. Se casó a los 27, tiene 2 hijos –pastores evangélicos- y su mujer también es dueña de un negocio en el barrio. Ahora vive al lado del Mercado, después de haberlo hecho en Quilmes, en San Juan al 1200, en la calle Santiago del Estero “donde todavía está la casa” y en Cochabamba al 600. Conoce el barrio y a la gente que lo habita, como pocos.

Cuenta que trabajaba en el campo con unos tíos y “como era un pibe y familiar, no me pagaban mucho. Además no me gustaba, porque era muy sacrificado”, entonces se vino a la ciudad y mientras esperaba para entrar en una empresa y tenía que ganarse la vida, empezó a trabajar en el Mercado del Sud, que estaba entre las calles Lima, la cortada Achupallas, Bernardo de Irigoyen y San Juan. Cuando lo llamaron de la empresa “hice números y me di cuenta que lo que me ofrecían no se podía comparar con lo que ganaba en el puesto” y se quedó con el oficio de carnicero.

Dice que el ambiente ha cambiado mucho en el Mercado, “antes estaba lleno de puestos de carne y había mucha competencia, no era fácil. Pero nunca tuve problemas con nadie… que cada uno haga su vida, yo trabajo y me voy”.

Cuando le hacemos referencia a que ellos tenían cola de clientes en el peor momento de la crisis, Angel contesta firmemente y con orgullo “porque nosotros siempre brindamos limpieza, trato, educación y el peso justo de la balanza”.

Tiene 70 años, conserva el mismo porte de siempre y dice que no quiere retirarse “…con lo que gana un jubilado!!”, pero luego inclina la cabeza para confesar en voz baja “con mi señora tenemos un departamento en Mar del Plata y nos vamos cada tanto 3 o 4 días, la pasamos bárbaro… pero ¿qué voy a hacer en mi casa todo el día?”.

Estamos conversando y Maximino –cliente y dueño de varios negocios del barrio y del centro- se acerca y nos cuenta que es de Puerto Madero pero que viene a comprarles “por la calidad de sus carnes y de su trato”. Así es siempre con ellos, todos conversan con todos en el puesto #54.

Una clienta charla con José Luis Arriba. Foto: Alicia Segal.

Una clienta charla con José Luis Arriba. Foto: Alicia Segal.

La cola de la carnicería se sigue alargándo, entonces Angel “cubre” a José Luis para que podamos conversar con él. Mientras lo esperamos, escuchamos que habla con una clienta: “llévese esto para la cacerola. Este pedazo si lo hace a la cacerola es lo mejor… hágame caso a mi”.

Es un ejemplo de su trato cotidiano, no puede disimular su aspecto de buen tipo y sabe que las buenas formas y el “’hola, cómo está’…es la llave”. “Yo quiero que el cliente no se sienta cliente, me gusta llamarlos por su nombre. Saber el nombre cambia la cosa”.

Nos sentamos en el banquito que media con el mostrador y nos cuenta “soy el más chico de los hermanos. Angel me lleva 10 años y era el preferido de mi mamá”. Cuando le preguntamos cómo se dedicó a este rubro dice -con respeto- “acompañando a mi hermano… aprendí mirándolo. Un día tuvo un accidente y hubo que abrir el puesto y lo abrí yo”. Pero antes que eso, “terminé la primaria e hice un curso de secretariado en la UPA (Universidades Populares Argentinas) que no servía mucho” y agrega “no me gustaba, empecé de casualidad, mi sueño hubiese sido ser campesino…porque nací en el campo –Alberdi- y cuando tenía siete años mi familia tuvo que mudarse a la ciudad. Cada vez que tenía que comprar delantales nuevos me daba rabia porque sabía que por un tiempo más tenía que seguir”.

Luego nos enteramos que “una vez tuve la posibilidad de entrar en una oficina de cadete. El domingo a la noche me puse a llorar… y al otro día no fui”. Se hizo un silencio en la conversación y con sorpresa su cara expresaba que ese fue –entonces- el momento en que, sin darse cuenta, decidió ser carnicero.

Está en pareja desde hace muchos años y tiene 2 hijos –uno que ya era de su mujer y otro de ambos, Máximo-. Se le nota en la sonrisa y en la emoción de sus ojos que está muy orgulloso de él cuando dice: “es un pibe único, siempre se levanta bien, es muy inteligente”. Cuando le preguntamos a quién sale, dice que su padre, que era martillero, también era muy inteligente.

Comenta que en sus cuarenta años de atender, ha visto que “Todo cambió. Este sistema de mercado en su momento superó a la feria de la calle. Y al sistema del mercado lo mató el supermercado. Acá no hay tarjetas, no hay estacionamiento… todo eso hace al cambio.” Igualmente, aclara, “Yo voy a estar hasta que me saquen con los pies para adelante”.

Antes de irnos, queremos saber el nombre de algunos clientes famosos y nos dicen “un montón…Guillermito Fernández, Pallarois, Luppi, Arana, Piero y por carácter transitivo Bono porque le vendemos nuestra carne a La Brigada y él estuvo comiendo ahí”.

Ya es tarde, en el puesto Angel y un ayudante están lavando el mostrador y chistosamente le decimos que nos están “echando a baldasos”, suena la risa franca de José Luis que nos contagia a todos.

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4 Respuestas

  1. Daiana dice:

    Muy linda nota! felicitaciones a Isa y a Clara!!! besoss

  2. Isabel dice:

    Muchas gracias Daiana por tu comentario!. Cariños

  3. perla dice:

    Buenos días, José Luis lluvia de bendiciones para toda tu familia
    Cariños desde Guatemala
    Perla te saluda

  4. Julia dice:

    Recordados y queridos ANGEL y JOSE LUIS, desde New York , un fuerte abrazo Julia y Javier

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