Aprender a valorar desde el principio
El Casco Histórico en la escuela
Por Clara Rosselli
Era una tarde lluviosa de agosto y aún faltaba una hora para el encuentro. ¿Contribuiría en algo mi presencia en aquella queja ciudadana en la transitada peatonal de Florida al 400, donde se juntarían vecinos entristecidos por la noticia de la inminente clausura de la Confitería Richmond? Decidí esperar y hacer valer mis recuerdos de aquellos cafés con facturas que tomaba con mi abuela cada vez que visitábamos el centro. La Richmond es parte de la historia de la ciudad y de la mía también. Al participar en esta pequeña acta quería manifestar un sentimiento compartido entre muchos: la permanencia de estos espacios patrimoniales debe ser apoyada y difundida por sus habitantes.
Luego de la destrucción que dejaron las guerras mundiales en Europa, fueron escritos varios documentos internacionales a modo de manifiestos para la conservación, preservación, restauración y difusión de los monumentos, sitios y lugares históricos. El primero fue de 1931 y le sucedieron varios más. En todos, y más allá de las propuestas conservacionistas, se habla de la importancia de la difusión del patrimonio. Por tomar un ejemplo, la Carta de Venecia de 1964 señala «… las obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad (…) los considera como un patrimonio común, y de cara a las generaciones futuras, se reconoce solidariamente responsable de su salvaguarda. Debe transmitirlos en toda la riqueza de su autenticidad.”
Tomando en cuenta el legado de estos documentos y entendiendo la importancia de difundir y reforzar el concepto de patrimonio, promover el sentido de compromiso y acercar los conceptos de patrimonio, la Dirección de Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires emprendió el programa “El Casco Histórico en la Escuela” en 2010. Iniciativa que busca crear una conciencia patrimonial desde las edades tempranas a través de actividades con docentes y niños y adolescentes en edad escolar.
El programa apunta a generar en los más pequeños de manera didáctica la pregunta de qué entendemos por patrimonio y por qué debemos respetarlo, conservarlo, comunicarlo y contemplarlo. “Porque el patrimonio es para disfrutarlo”, nos comenta el Director de Casco Histórico, el arquitecto Luis Grossman. Y agrega la importancia de comenzar esta difusión con los niños ya que ellos luego “serán los que les comuniquen a los padres los valores que hasta ese momento ignoraban”.
Durante las experiencias llevadas a cabo en el 2010, la metodología de trabajo incluyó la capacitación de los docentes, a quienes se les entregó material bibliográfico y actividades didácticas. Luego se realizaron actividades pedagógicas con los niños en el aula y recorridos por los barrios del Casco Histórico; se los indagó sobre los edificios que ellos encontraban de importancia; se les enseñó a “leer” una fachada antigua y se los incentivó a dibujar y comentar sus experiencias propias durante los recorridos.
El arquitecto Grossman nos cuenta sobre los conocimientos que adquirieron los chicos durante estas recorridas: “(Se les enseñó) primero algunas nociones de estilos arquitectónicos, se les mostró lo que se entiende por un estilo neoclásico, por un estilo ecléctico, cómo se pone de relieve lo que es una cornisa o una ménsula o un frontis, etc.” Nuevamente en el aula, los chicos trabajaron sobre sus fotografías y sus percepciones de lo que consideraron “patrimonio a cuidar”.
Las experiencias del Programa se recopilaron en el Libro “El Casco Histórico en la Escuela” editado por el Ministerio de Cultura -Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El libro es el resumen de las diferentes experiencias educativas que tuvieron lugar en el 2010.
Las escuelas han cumplido un rol de importancia durante el programa ya que fue a través de ellas que se logró que niños y docentes accedieran al conocimiento del patrimonio y a la valoración del mismo. El libro lo fundamenta con las siguientes palabras: “…no puede cuidarse aquello que no se quiere y no puede quererse aquello que no se conoce”.
Patrimonio no quiere decir viejo ni en mal estado. El patrimonio es parte de nuestra historia y de lo que somos actualmente. Y es por ello esencial enseñarles a los más chicos el valor implícito y explícito de la preservación. Porque la memoria de la ciudad no está hecha sólo de edificios, de calles y de plazas sino que se conserva en los recuerdos intangibles de sus habitantes. Como el aroma a café y tostados de la Confitería Richmond mezclado con los perfumes de señoras emperifolladas y el saludo gentil de los mozos que se conserven en los recuerdos míos.
El cielo estaba despejado cuando los habitués y devotos de la Richmond que se habían juntado para impedir su cierre comenzaron a dispersarse. Yo quise entrar una vez más a aquel salón gigante que me recordaba a infancia. Todo parecía estar detenido en el tiempo: los mozos, las señoras paquetas, los hombres de trajes. Sentí melancolía de pensar que en algunos días tal vez aquella escena no volvería a repetirse. Pero me quedé con la esperanza de que los chicos que hoy irán creciendo con una noción más concreta del patrimonio histórico y cultural, y que no dejarán que se siga perdiendo nuestra memoria ciudadanía.