Ayer me consoló, hoy rezo por él
Confieso ser pecador y rezar por mi hermano, el Papa Francisco.
En la Navidad del año 2000, en la Iglesia de San Ignacio (Alsina y Bolívar), desocupado por razones políticas, el Cardenal Bergoglio se acercó a mi diciéndome ¿Qué te pasa hijo?. Le respondí “Estoy sin trabajo, por favor bendiga mis cámaras de la impotencia y la angustia” y me puse a llorar. El Cardenal me abrazó y me consoló. Le dije “Gracias Padre” y me respondió “Adiós, reza por mi”.
Desde entonces, comencé a imitarlo y a pedirle a mi gente que recen por mí. El año pasado estuve muy enfermo y mi amigo Hugo del Pozo me invitó a la Misa por el 44 Aniversario de la Comunidad de San Egidio, pidiéndome que tome imágenes. Fue como un antídoto a mis dolores y angustias por sentirme útil y afortunado. Allí comulgué de la mano del hoy Papa Francisco, ese mismo que cuando tuve angustia me consoló y cuando tuve hambre muchas veces me dio de comer. Pienso lo orgullosos que deben estar en el cielo, mi abuela Felisa, mi tío Goyo y mi Maestro Rosendo Luna cuando me vieron, desde donde estén, en esa situación.
Seguiré rezando por mi hermano, el Papa Francisco. Argentina reza por vos para que seas el mejor Papa de todos los tiempos, si así lo quiere Dios. Ese es mi deseo, desde San Telmo.