Breve historia del predio de Perú 678-680

Del siglo XVI a la Imprenta Coni.

El sitio antes de su ocupación (1580-1730).

Hablaremos del inmueble ubicado en la hoy delimitada manzana que conforman las calles Perú, Chile, México y Bolívar. Sabemos que en esa época existía un arroyo formado por las lluvias, llamado Tercero al Sur, que tenía dos brazos que bajaban -de norte a sur- por las actuales calles Chile y Estados Unidos. Era, en ese entonces, una zona muy poco urbanizada y marginal, el arrabal de la ciudad, que posiblemente hasta inicios del siglo XVIII fue muy poco habitada. Los restos arqueológicos encontrados en el predio muestran una cantidad significativa de cerámicas indígenas de Monocromo Rojo y dos manos de piedra de mortero para moler, seguramente maíz, que son evidencia de una gran presencia indígena que venía de larga data.

Los dos brazos del arroyo formaban un cauce profundo con barrancas que eran, en general, depósitos de basura y lugar donde jugaban los niños. Este arroyo hizo de borde, obligando a Buenos Aires a crecer hacia el oeste. Las huellas del curso del arroyo delimitaron los terrenos que más tarde se transformaron en manzanas. Debemos decir que no hay restos arquitectónicos de esa época, solo se encontraron tres marcas de postes fechados en los inicios del siglo XVII, tal vez de un primer cerramiento del terreno en cuestión.

La casa Rodríguez (1730-1822)

No existe un dato concreto de fecha de edificación de la casa debido a la situación registral de la época ya que no existían controles de ningún tipo, cosa que medio siglo más tarde sería impensable.

Ahora bien, la primera escritura del inmueble data del año 1770 debido a un juicio de propiedad realizado después de la muerte de su dueño. Pero, obviamente, la casa ya tenía una historia previa; según la documentación, era una vivienda del tipo más simple: un cuarto grande al frente, otro más chico al lado y una cocina con pasillo, el resto era terreno abierto sin límites. Los cimientos eran de ladrillos, pero las paredes estaban construidas con adobes (masa de barro moldeada en forma de ladrillo y secada al sol) de gran tamaño, los techos de tejas de tipo español y el piso de tierra. 

El zanjón del Tercero por ese entonces era la parte abandonada de la ciudad, funcionaba como el basurero, con olores nauseabundos como lo describen las crónicas de la época. Barro e inundación por las lluvias debían formar parte del paisaje cotidiano en una zona de constantes cambios, construcción de puentes y el encerrado del arroyo por algunas casas de alcurnia cercanas, como la de los Cajaraville en Defensa e Independencia.

Estamos frente a una familia de pocos o bajos ingresos con grandes aspiraciones sociales: perfumeros, vasos de cristal decorados, loza inglesa en la mesa; pero en la cocina solo tinajas y vasijas indígenas y mestizas y huesos en el piso del patio. Había un cuarto común para todos y una sala grande. Para jugar al sapo, al chaquete y a las damas se hacían las fichas con fragmentos de tejas rojas, de platos o de cualquier cosa que hubiera tirada en el fondo.

La casa Goyena (1822-1884

Sabemos que fue construida tras la demolición de la casa anterior, en el año 1822. Tenía un esquema de dos patios rodeados de cuartos y un jardín o terreno vacío al fondo, una sala al frente con dos ventanas y la puerta de entrada lateral. Una habitación alargada que se continuaba con otras similares ligadas a la medianera sur, el comedor se ubicaba de forma transversal separando los patios y una galería en el patio principal. Las tejas de vidriado gris seguramente harían resaltar lo que alguna vez fue, sin dudas, una de las casas más elegantes -en aquella época- para un lugar ubicado lejos del centro de la antigua ciudad.

Los hábitos de consumo estaban en proceso de grandes transformaciones, la forma de comer, de recibir y de mostrarse, se ven reflejados en la cultura material. Cerraduras, llaves, candados, manijas de puertas que dan evidencia de nuevas costumbres. También instalaciones sanitarias, inodoros importados, hebillas de hueso y hasta herraduras para los caballos.

Construcción de la imprenta Coni (1884-1885) hasta la década de 1970

El esquema del edificio muestra una arquitectura peculiar, donde industria y vivienda confluyen a la vez, formando un sistema estructural de vigas y columnas de hierro con gruesas paredes. La casa fue construida en un terreno desigual y, aunque en su momento la familia Goyena intentó rellenarlo como pudo, fue en este período donde realmente se logró realizar un gran movimiento de escombros y así hacer desaparecer los rastros del arroyo Tercero al Sur.

Lamentablemente en la década de 1980 la casa fue ocupada, perdiéndose casi todo lo que quedaba de máquinas y restos de lo que fue -en su momento- una pionera en la industria editorial.

El fundador de esta dinastía de imprenteros fue Pablo Emilio Coni (1826-1910) nacido en Francia, hijo de un librero. Se recibió como impresor en 1847. Se embarcó -en 1851- hacia Estados Unidos en plena fiebre del oro y por esas cosas del destino el barco se detuvo en Montevideo varios meses. Fue allí donde se puso en contacto con intelectuales antirrosistas. Gracias a ellos viajó a Paraná a entrevistarse con el gobernador Pujol y más tarde, en 1853, empezó a organizar la primera imprenta de Corrientes. Se casó con una correntina y, en 1859, retornó a Francia junto a ella y sus tres hijos. Volvió a Buenos Aires en 1862, donde alquiló su primer local en la calle Cangallo 47 (hoy Juan Domingo Perón). En los años sucesivos se fue mudando, hasta lograr -en 1883- obtener el predio de lo que sería la imprenta Coni. Cuando compró ese inmueble, el prestigio de su casa editorial ya estaba consolidado.

Su política editorial era clara desde un comienzo: selección de material, prioridad a lo científico, educativo o literario y la alta calidad tipográfica. Esto lo fue llevando a descartar todo tipo de innovaciones técnicas que sacrificaban calidad por masividad y rapidez. Incluso, renunciando a la propaganda comercial que -sin dudas- le hubiera generado grandes ganancias.

Podemos citar algunos trabajos importantes de impresión: Los Anales de la Educación Común, dirigidos por Sarmiento; los Fallos de la Corte Suprema; en 1866 inició la edición del Código Civil de Vélez Sarsfield y en 1879 publicó la Vuelta de Martín Fierro, entre muchos otros. Recordemos también que las tesis doctorales de los primeros profesionales de la Patria fueron editadas en la imprenta Coni.

Por más de 80 años mantuvieron su calidad tipográfica excepcional, las mismas cuidadas proporciones, la mesura del diseño clásico, sin estridencias, el mismo pie de imprenta, así como el mismo sello editorial. Su lema era una frase de Virgilio “El espíritu mueve a la materia”. El espíritu contra la civilización material.

                                                                                   Ignacio Lavorano

Foto del edificio de Perú 678 antes de la remodelación.
Foto actual del edificio de Perú 678.

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