Cafés boutique
La nueva generación: donde calidad y estética vienen primero
Hace unos años empezaron a aparecer tendencias preocupantes en cuanto a la identidad comercial del barrio. Por un lado, varios negocios tradicionales desaparecieron y fueron desplazados por la cara del “nuevo San Telmo”, y con ellos se fue mucho de lo que le otorga al barrio su mezcla única de bohemio y antigüo. Pero, por otro lado una nueva cara pareció traer consigo un brote de locales –sobre todo durante las temporadas altas– que carecían no sólo de calidad sino también de una identidad estética coherente que encajara con su entorno.
Sobre todo en el rubro gastronómico, se hizo cada vez más común ver nuevos bares y restaurantes como trasladados de Puerto Madero o Palermo (y apuntando al mismo mercado), u otros que mostraron una tibia imitación de lo que supuestamente busca la gente (el turista) en San Telmo: un firulete de fileteado o un mueble antiguo que no esconda la obvia falta de autenticidad y calidad del espacio y –generalmente– también de la comida.
La lógica que evidentemente rigió estas tendencias fue algo así como: “hagamos lo que haga falta para atraer cuantos más turistas y clientes posibles con el menor tiempo y gasto posible”.
Pero en 2010 se empezó a notar otra tendencia, una que es más alentadora para la futura identidad comercial de la zona. Hay una nueva generación de propuestas gastronómicas en San Telmo que se destacan por dos cosas: su atención a la estética y su aparente falta de preocupación por un tamaño diminuto. Los podríamos llamar los “cafés boutique” del barrio.
Lo que suscitan al pasar el umbral es una inmediata apreciación por la belleza, lo cual predispone bien inmediatamente a una gran parte de la población femenina. Pero no es la belleza ostentosa del Hotel Faena + Universe sino un microclima logrado con una minuciosa atención al detalle y una notable personalidad. En estos espacios se nota que alguien estuvo vigilando cada paso del armado del lugar, eligiendo el objeto perfecto, probando hasta encontrar el color justo y ajustando hasta destilar la identidad precisa que quería expresar. También se nota un reconocimiento del entorno y una decisión de ofrecer algo que se potencia por el barrio mismo, y que lo puede potenciar a su vez.
Para destacar algunos de estos espacios, podemos empezar con Matilda’s, que fue un precursor de esta tendencia, aunque hace menos de dos años que goza de un éxito insólito entre locales y extranjeros. Ubicado en la calle Chile, es tan chiquito que caben sólo una pequeña mesa comunal y algunos banquitos al lado de la angosta barra. Pero lejos de ser un impedimento, sus reducidas dimensiones le dan un aire íntimo e informal. Muchas veces está lleno y a la gente no parece molestarle comer de pié. De hecho, además de su amoroso estilo en rojo, azul y blanco que recuerda a un deli-bakery de la costa Noroeste de Estados Unidos, es uno de los pocos lugares que ofrece platos típicos de esa región como lox bagels y frosted cupcakes, además de la amplia selección de ensaladas frescas, sopas y panes artesanales.
Otra llegada más nueva, pero con aires más californianos, es Hierbabuena, que se promociona como un “natural deli” bajo el lema: “La vida es buena; lo bueno es verde”. Ubicado en la nueva franja gastronómica de la Avenida Caseros, Hierbabuena es un poco más amplio en términos de espacio pero logra la sensación de estar en el patio de una casa de San Francisco. Su estética tan cuidada es fresca y jardinera: tiene viejos cajones de verduras y una carretilla en la puerta, y una selección de limonadas frutales de sabores exóticos como maracuyá y arándano. Tanto en el mural simpático que cubre una pared como en el menú, se ve una valorización del bienestar, además de la conciencia ecológica que se siente en la paleta de colores campestres del interior. Y para los norteamericanos que vienen extrañando la institución gastronómica, Hierbabuena ofrece un brunch (incluyendo platos como eggs florentine) para llenar las añoranzas más amplias.
Saltando al otro lado del Atlántico, aparecieron hace unos meses dos espacios más europeos. Uno es El Baztán, un “bar de quesos” nombrado por una región en el País Vasco de España. Obviamente, tiene una selección de quesos gourmet que complacería hasta a un paladar francés (de hecho su estilo de paredes celestes y antiguos juegos de té evoca mucho la delicadeza lúdica de Francia) y se pueden disfrutar en la vereda ancha de la calle Estados Unidos entre Chacabuco y Piedras.
En la bajada de Estados Unidos hacia Paseo Colón, abrió Balthazar Kitchen, un micro bar que forma parte del grupo Balthazar Shop. Como sus locales de ropa (uno sobre la calle Defensa y otro en Palermo Viejo), la cocina de Balthazar tiene un estilo de elegante dandy inglés, más masculino que Baztán pero con el mismo nivel de cuidado estético.
Matilda’s Café: Chile 673, 4300-2216
Hierbabuena: Av. Caseros 454, 4362-2542
El Baztán: Estados Unidos 758, 4300-3959
Balthazar Kitchen: Estados Unidos 268
—Catherine Mariko Black
Hay algo que no entiendo de este artículo, comienza diciendo: Hace unos años empezaron a aparecer tendencias preocupantes en cuanto a la identidad comercial del barrio, como una crítica hacia las nuevas tendencias de ofertas gastronómicas de tipo palermitanas y termina halagando a aquellos bares que justamente remiten a otras ciudades y no a la cultura local que todos los que viven en San Telmo defienden con un fanatismo a veces, un poco extremo.