CASCO HISTÓRICO PROTEGE

No podía ser de otra manera que la cita con los integrantes del CHP fuera en el bar Plaza Dorrego, uno de los emblemas que aún queda en pie porque los empleados se han hecho cargo para que no desaparezca del paisaje barrial.

Digo esto porque son ellos, como otras tantas agrupaciones que sobrevuelan San Telmo, quizás sin que nadie sepa, para protegerlo y protegernos del tsunami de la modernidad que tiene la aureola de que por ser nuevo, indefectiblemente, es hermoso y bueno para todos ¡Falacia!

Jorgelina Rapela, María Rosa Martínez y Jorge Carrachino.

El grupo nació, cuando “vimos por Facebook el llamado a una reunión en El Balcón, en noviembre de 2017. Allí se armó y con el tiempo se fue transformando. Con el Mamotreto Astor nos aglutinamos, porque ya había mucha gente que estaba luchando en esos temas y nos fuimos conociendo y avanzando. Actualmente estamos en la etapa de tratar de armar una agenda de trabajo”; dice Jorge Carrachino.

El motivo por el que se unieron, fue porque sentían “como un bombardeo de hechos que eran incorrectos, ilegales, en contra del barrio y avasallando el patrimonio”, agrega Jorgelina Rapela -publicista-.

“Nuestro interés es la protección histórica del área, porque vemos que hay muchas cosas que no están permitidas pero se autorizan igual”, asegura María Rosa Martínez arquitecta; durante su gestión como Directora General del Casco Histórico se presentó el Plan de Manejo del Casco Histórico de Buenos Aires-.

¿Qué temas son álgidos en la zona?

J.R: Infraestructura, conservación, empedrado, las nuevas edificaciones que no respetan el Casco Histórico habiendo normas…

J.C: Cada vez que proyectan un edificio de vidrio y cemento le hacen un daño muy importante. Hay gente que no quiere que se toque nada, nosotros sí pero con armonía, respetando la normativa que existe. Hay un ejemplo, el de La Editorial (Bolívar 1610, CABA); edificio recuperado que no agrede, se integra. El desafío es pensar cómo se puede hacer algo mejor para avanzar, pero sin perder la esencia.

M.R.M: Tiene que estar acorde con el Casco Histórico y en la normativa hay muchos puntos que cumplir, por ejemplo: vaciar el edificio no está permitido, hay que mantenerlo -obviamente- con distintos niveles.

¿Cuáles son?

M.R.M.: El integral, que se refiere a la conservación de edificios monumentales; el estructural, que tiene que mantener la tipología para que al acceder se pueda percibir la estructura y el cautelar que es aquel edificio que sin tener una relevancia en especial (arquitectónica, histórica, etc.) hace a las características del lugar. En todos los casos se debe conservar la fachada.

¿Quiénes deben custodiar eso?

M.R.M.: Los que dirigen el área de protección histórica deben ir definiendo esas cuestiones cuando es un edificio nuevo -como el Astor (Av. Caseros 896, CABA) o el de Independencia y Bolívar que, aunque cumple con todo lo normado, al determinar su volumetría se genera una arista sobresaliente que llega a ser peligrosa y se hubiese resuelto respetando la ochava en altura.

J.R.: Por eso tratamos de hacer visible lo que pensamos para que las áreas que existen, así como las normas -hay un Plan de Manejo del Casco Histórico-, se pongan en práctica. Cosa que no se hace o se hace a medias; no se necesita un master plan para San Telmo, como se dice todo el tiempo, sino respetar lo que está reglamentado.

¿Por ejemplo, qué lugar no fue respetado?

M.R.M.: La edificación de Los Teatros de San Telmo -Cochabamba 360, CABA- la han tirado abajo. Tenía una enorme historia relacionada con la cultura, pero eso no es tenido en cuenta.

J.C.: Esa actitud es lo que motivó la formación del grupo.

J.R.: Queremos sostener las características de San Telmo. Ver que las vías del tranvía se levantaron o como en una noche las taparon con asfalto, como pasó en la esquina de Brasil y Defensa, es muy fuerte y más cuando la respuesta del Ministerio de Espacio Público fue que lo hacían porque “no se usan más”. Ante eso, pensamos: Acá pasa algo grave.

En otras zonas de la ciudad no se usa la misma vara…

J.R.: Así es, con ese criterio tendrían que haber destruido las grúas de Puerto Madero ya que no se utilizan. Sin embargo son un paisaje turístico muy solicitado. El tema es que si destruimos todo, si sacamos la historia, San Telmo se transforma en otra cosa.

J.C.: Uno de los miembros de los Amigos del Tranvía nos dijo que si están las vías, pueden impulsar un tranvía con un generador aunque sean dos cuadras ida y vuelta. Es solo tener ideas.

¿Será que no saben lo que representa el barrio?

M.R.M: Es sorprendente porque se ignora sobre la importancia de lo que se habla. Si no hay un abordaje de todo el territorio donde se trabaja y se tiene la responsabilidad de hacerlo, es muy difícil. No quiero ser referencial, pero tengo la obligación de decirlo: cuando nosotros éramos los responsables del área, trabajábamos en forma coordinada con todas las reparticiones del GCBA, había una interconsulta para que de esa manera se respetara el Plan de Manejo del Casco Histórico que se llevaba adelante.

Cuando se trabaja así la gente se entusiasma, porque acá nadie pierde plata, es un negocio para cualquiera. El tema es querer hacer las cosas bien, conocer la normativa del lugar y ponerla en práctica. Por ejemplo las veredas: la empresa pedía la autorización en la repartición correspondiente, nos llamaban a nosotros y hacíamos la inspección para supervisar que la vereda quedara igual. Pero debo decir que mucha de la gente que trabajaba en Casco Histórico vivía en el barrio, éramos inspectores naturales, íbamos a trabajar caminando y a veces los vecinos nos avisaban que empezaba una obra.

¿Por qué lo antiguo se ve como desechable?

M.R.M.: Cuando uno averigua, nota que no se investiga, con el agravante de creer que todo lo que se realiza es maravilloso. Por ejemplo, en el tema de la Escuela Taller del Casco Histórico (Brasil 200, CABA) alegan que están pensando en un edificio nuevo, moderno ¡Porque es mucho mejor!

J.R.: Lo mismo en cuanto a lo arqueológico. En el desarrollo inmobiliario de Moreno 550 la constructora sabía -por las inspecciones del Centro de Interpretación de Arqueología- que había una cisterna de agua gigante (una de las más grandes de Sudamérica) que pertenecía a la casa de los Ezcurra, donde vivió Juan Manuel de Rosas. Pese a eso se avanzó y si no fuera por los vecinos, que dieron el alerta, se hubiera perdido para siempre. Gracias al correcto y rápido accionar de la Justicia se pudo salvar. Ahora se llama “Paseo de la Cisterna” y se vende como un lugar “con historia”.

J.C.: Hay que decir que estos predios estaban catalogados, sin embargo los intervinieron igual ya que la lógica es hacer todo rápido para recaudar, por lo que no se detienen a pesar que pueden realizarlo mucho mejor. En el edificio de Independencia y Bolívar hay una denuncia de una vecina con un pedido de informes porque por ahí pasaban los túneles. No sabemos qué encontraron y si fue de valor o no ya que la empresa, cuando el tema tomó visibilidad, tapió todo.

¿En San Telmo hay una red de organizaciones?

J.C.: Nosotros nos relacionamos, entre otros, con la Cooperadora del CeSaC N°15, el Centro Cultural Martín Fierro, Proteger Barracas, Basta de Demoler, el Observatorio de la Ciudad que nos ayudan mucho. Hay gente que se preocupa y se ocupa, más de lo que parece.

¿Creen que son tenidos en cuenta?

J.R.: En algunos temas tenemos cierta notoriedad, como el de los cordones graníticos que los empezaron a respetar.

J.C.: Hay otros donde los intereses son más grandes, como el Astor y la Escuela Taller y es más difícil porque te dicen algo y después ves que no es así. Uno quiere creer que las cosas se hacen de acuerdo a un criterio, pero al ver los resultados se duda.

¿Qué debería mantener el barrio?

J.R.: El empedrado, las vías, los cordones graníticos, la entidad de las veredas con la baldosa vainilla que lo caracterizaba.

M.R.M.: Todo lo que tiene que ver con el espacio público. Hay que tener en cuenta la calzada, la vereda y respetar el frente los edificios que componen todo un conjunto. En cuanto a la publicidad no puede ponerse cualquier cosa de cualquier manera, se deben respetar las características del barrio. Todos esos elementos son fundamentales para saber que estás en San Telmo.

¿Y eso se perdió?

M.R.M.: Hemos perdido, sobre la calle Defensa, un museo a cielo abierto como eran los anticuarios. Es un tema difícil que tienen que ver con los usos. En mi gestión estuvimos trabajando en esa propuesta, pero no llegamos a implementarlo. Si bien es un tema con muchos cuestionamientos, no es ni más ni menos que otra restricción al dominio como las planteadas en el Código Urbanístico: la altura máxima, la ocupación del suelo, etc. Cuando algo es valioso hay que normarlo para preservarlo.

Es lo que pasa con el Mercado…

M.R.M.: El Mercado tenía todos los valores tangibles e intangibles, estructurales, de usos y costumbres, porque hasta la comida es la cultura del lugar y ahora es un lugar irreconocible.

J.R.: No estamos en desacuerdo con todo lo que se hizo, pero sí en la forma. Es muy triste porque fue abrupto, como una topadora.

J.C.: Es el claro ejemplo que se hizo solo para el turista porque nosotros podemos ir a tomar un café o a comer un día, pero no todo el tiempo.

¿A los vecinos les importa?

J.C.: Antes pensaba distinto, pero con los años y hablando con gente mayor, por empatía te vas metiendo en su problemática. Al tener poca movilidad su mundo se achica y empiezan a faltarles cosas, por ejemplo en su habitual recorrido por el Mercado para hacer todas las compras, ahora hay muchos que no están y eso hace que deban trasladarse más lejos. Les van sacando una parte de su mundo, va desapareciendo como en la película “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” donde le quitan pedazos de la memoria y se desmoronan sus recuerdos.

Es desgarrador…

J.C.: Sí, porque se pierden referencias, contacto con gente conocida. Es avasallante y dictatorial, le estamos rompiendo su mundo, el paisaje que construyeron durante muchos años en sociedad. Causa mucho dolor porque esas personas siguen viviendo y van perdiendo todo, incluso los hijos se han ido del barrio y se quedaron solos moviéndose en un mundo nuevo y desconocido.

J.R.: Vemos lo mismo con los kioscos de diarios; sabemos que no es una actividad que vaya a perdurar, pero la gente que los maneja hoy es grande y no se va a dedicar a otra cosa; fue y es su vida. Que de ahora en más se quiera crear otra forma de desarrollar esa actividad es lógico, pero que avasallen al que está y lo arranquen de su actividad es durísimo.

J.C.: Mucha gente toma el puesto de diarios como un lugar de encuentro y sacarlo es “romperle” sus relaciones. Pensar que la gente puede leer las noticias por la computadora es no entender la conducta social humana.

¿Cómo llegaron a San Telmo?

M.R.M.: Yo soy de Boedo y venía a escuchar música o a comer. Cuando compré mi vivienda, hace treinta años, la elegí acá porque lo que siempre me gustó y lo que sigo reivindicando es lo heterogéneo del barrio, que lo hace muy rico; es un lugar donde uno se maneja con mucha libertad y eso es maravilloso. Luego cuando me mudé busqué siempre estar cerca, porque no quería perder ni al diariero (risas).

J.C.: Fue una elección. Hace 20 años, en un momento quise venir a la capital con un proyecto personal y como siempre me gustó el barrio y era cerca de Adrogué donde trabajaba, fue una conjunción de expectativas.

J.R.: Nuestros caminos se cruzaron con Jorgelina. Yo era de Nuñez, la conocí en Palermo y me vine. Pero siempre anduve por acá, venía a revelar fotos y fue hasta casi natural mudarme.

¿Cómo describirían su cariño por el barrio?

J.C.: No sé si es algo subjetivo pero estamos en un lugar donde hay capas de tiempo con todas las vivencias de la gente que ha pasado por estos lugares y eso debe estar impregnado de alguna manera, lo que hace que uno lo sienta y le guste.

J.R.: Es nuestro lugar y luchamos para que las cuestiones perduren y aunque algunas demorarán más tiempo que otras, se puede tener proyectos.

M.R.M.: Esa energía está, es el recorrido de la historia. Querer al barrio es ver cómo se pueden hacer las cosas con sensibilidad y enriquecimiento del lugar o sea, de otra manera.

Agradezco y valoro tener vecinos que miran “más allá de sus narices”.

Isabel Bláser

 

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