Clave de la Felicidad Comunitaria

Foto Clave de la felicidad comunitariaLa fórmula de la resolución de problemas es mucho más sencilla de lo que parece:

¿Cuál es el problema? ……

¿Por qué se da ese fenómeno? …..

¿Cuál es la posible solución? …..

¿Quién tiene que llevarla adelante? YO

Detectar los problemas resulta muy sencillo. El porqué es un poco más discutible, porque hay varios puntos de vista. La solución requiere de creatividad. La pregunta de quién debe llevarla a cabo es la que nos detiene. Generalmente la respuesta es que “otro” debe solucionarlo.

En cuanto a qué puedo hacer, la primera contestación es: NO SE PUEDE y después los verbos más comunes son: denunciar, quejarme, tramitar, avisar. Estas acciones, en realidad, no apuntan a resolver el porqué del problema sino a que otro se encargue de eso.

Aquí viene otra cuestión, la de pensarse solo. Si solamente yo voy  a realizar una acción, nada va a cambiar. Y eso es bastante cierto. Pero si me pienso con otra gente, cambia la perspectiva. Si somos varios haciendo lo mismo (mi familia, mi edificio, mi cuadra, mi barrio) es posible que sea mucho más efectivo.

La inteligencia colectiva radica en que varias personas, cada uno desde sus posibilidades, aporte diferentes acciones, recursos o miradas sobre un mismo problema. Si todos accionan en el mismo sentido, se ven los resultados.

Ejemplos tengo varios que se llevan a cabo, en el barrio. Pero tomo uno: Una maestra  tiene a sus alumnos y a una directora que está al frente de una escuela con huerta. Esa escuela cuenta con una bibliotecaria que vive en el barrio y que tiene un vecino que sabe del ciclo de las plantas. Él tiene a otros amigos que ceban  mate, no le temen a la pala o se dan maña para pintar; ellos tienen un diario que convoca y reúne. Así está funcionando la huerta de la calle Independencia al 700.

Y esperamos seguir sumando, los alumnos del industrial aportando las herramientas y saberes, los padres de los alumnos blanqueando paredes, artistas plásticos interviniéndolas.

Para la maestra, pensándose solo a si misma, le era imposible lograr un espacio tan lindo y vivo; no sabía de huertas y no le daban ni las manos ni el tiempo, para llevarla adelante por su cuenta. Para el vecino, pensar en un lugar con tierra en plena ciudad y ocupándose solo, también era increíble. Para mí, creer en tanto compañerismo comunitario me excedía… pero ahí está. Gracias hermoso San Telmo.

                                                                                  Carolina López Scondras

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