Cloacas y agua corriente en San Telmo

Como sabemos, tanto las epidemias como las pandemias se caracterizan por ser desastres masivos que afectan al mismo tiempo a gran parte de la población ya sea regional, nacional o mundial.

La causa de la epidemia de Fiebre Amarilla que asoló Buenos Aires, en especial a nuestro barrio, fue un parásito transmitido por un mosquito. La trajeron a nuestra ciudad soldados prisioneros que habían participado en Paraguay en la guerra de la Triple Alianza, que terminó en 1870. Varios de estos soldados, que vinieron en barcos desde Brasil o Asunción del Paraguay, eran vecinos de San Telmo.

La epidemia de Fiebre Amarilla no fue la primera peste. En Buenos Aires cuatro: en 1852, 1858, 1870 y la peste amarilla en 1871, pero ninguna tuvo las enormes consecuencias de esta última, especialmente en el número de muertos, ya que ocasionó el deceso del 8% de la población, la mayoría inmigrantes -italianos fundamentalmente, españoles y franceses-. Durante la epidemia se produjeron hasta trescientas muertes por día promedio.

Tal como lo vivimos hace dos años, se impuso una cuarentena, y hasta se llegó a prohibir los viajes al interior. Los barrios más afectados fueron San Telmo y Monserrat, en los que era común ver a la gente bailando candombe, muchas veces con la esperanza de que así conjuraban la peste y la ahuyentaban, a la manera de los bailes de las macumbas africanas.  

Hubo varios motivos que explican la rapidez de los contagios que se produjeron: El principal fue el incremento de la población resultado de las políticas inmigratorias, ya que entre 1860/1865 tuvo vigencia el lema de Alberdi “Gobernar es poblar”. Era muy fuerte la presencia de inmigrantes italianos en la capital, situados alrededor de la Plaza de Mayo y a lo largo de la calle Defensa. Y este aumento de la población redundó en más muertes por la peste.

Proyecto de desague y cloacas, año 1869, Coglhan, donde OSN cubre San Telmo. (figura 1).



Los motivos que precipitaron la epidemia en 1871, fueron los siguientes:

1) Provisión insuficiente de agua corriente. Su instalación había comenzado a mediados de 1869 y llegaba hasta el barrio de Monserrat y pocas cuadras en San Telmo.

 2) Las napas de donde se extraía el agua para tomar era de los pozos con balde. Ubicados dentro de las casas, poco profundas y contaminadas, se mezclaban con los desechos humanos de las letrinas situadas en su cercanía. Eran aguas corrompidas.

3) La época del año ya que su llegada a Buenos Aires fue en primavera y verano. El clima cálido y hasta caluroso, con la humedad propia de la ciudad, favoreció la propagación de la enfermedad.

4) Aumento de la población en grandes sectores, especialmente San Telmo. Esto produjo hacinamiento, con una acumulación de individuos o animales en sitios no preparados para albergarlos. El hacinamiento no significa únicamente incomodidad para vivir sino también riesgo de vida, ya que no se cumplen las mínimas condiciones de higiene. En lugares como los conventillos, que abundaban, existían -inclusive- las antihigiénicas letrinas.

5) El Riachuelo, los saladeros y las fábricas, llenos de inmundicias a cielo abierto, eran un foco de propagación de enfermedades. Hoy, después de varios siglos, sigue estando contaminado.

6) Como Ingeniero Vial, tenía conocimiento de bajos en la ciudad y en la calle Defensa, con los inevitables charcos y zanjones -como el de Granados, histórico en San Telmo-. Todos se consideraban lugares aptos para desechar la basura.

Los casos de Fiebre Amarilla descendieron cuando llegó el invierno. Se dio por terminada la epidemia el 2 de junio de 1871. La ciudad recuperó su actividad normal, después de haber lamentado casi 21.000 muertos. Curiosamente, el 66% de los habitantes de Buenos Aires eran en ese momento extranjeros y la mayoría de ellos vivía en San Telmo y en Monserrat.

Durante la Fiebre Amarilla, la presencia del Estado fue muy pobre. Debido a esta ausencia se organizó una “Comisión Popular” formada por vecinos, obviamente afligidos por la muerte de tanta gente (la mayoría humilde y especialmente negra). Se unieron para presionar ante las autoridades con el fin de que esa desgracia no se repitiera, lo que produjo un fuerte conflicto con las autoridades gubernamentales (Sarmiento, Mansilla, ministros), cuya visión elitista no tenía en cuenta las verdaderas necesidades del pueblo.

Los integrantes de esa Comisión crearon su propia épica. Por ejemplo, llegaron a establecer una Orden: la de Caballería Argentina; con una condecoración: la “Cruz de hierro de caballeros de la orden de los mártires”, similar a las que se otorgaban a los valientes en la guerra, equiparando la lucha en el campo de batalla con la desarrollada en la epidemia.  Estas organizaciones populares no habrían surgido, seguramente, de no haber existido los muertos. Decían que “el campo de los muertos de ayer es el escenario de los cuervos de mañana”. Este tipo de consecuencias ponen en evidencia la necesidad e importancia de la presencia del Estado.

En las Asambleas populares se debatía de todo. Desde que había que quemar los Lazaretos (sitios donde se enviaba a los afectados por enfermedades infectocontagiosas y que al parecer eran un foco de contagio en sí mismos), hasta la inacción del Estado, que no parecía preocuparse por la salud de la mayoría, sobre todo de los más pobres. Parecía que la única esperanza para derrotar la peste eran las lluvias.

Se hizo muy evidente, después de la epidemia, que había que mejorar la situación sanitaria. Era imperioso construir la red de agua y las cloacas, algo que obligaba a hacer una gran inversión. Y entonces llegaron los créditos internacionales (no hay mal que por bien no venga). La necesidad de modificar las condiciones sanitarias ya existía, pero la Epidemia precipitó los cambios. Esta decisión surgió en un marco político de concepción liberal de la economía, sustentada por los funcionarios del momento. Hay que hacer notar que el ideario liberal sostiene que el Estado no debe participar activamente cubriendo las distintas necesidades de la población ya que es una concepción que reniega de un Estado que “se mete en tu casa, se mete en el baño, se mete en todos lados”. Se puede decir que la Fiebre Amarilla sorprendió a la ciudad en su “infancia” y favoreció la presencia de un Estado regulador más fuerte, expresando así una ideología que, según los parámetros actuales, sería de izquierda.

El Dr. Eduardo Wilde (1844-1913) tuvo una actuación destacada luchando contra la Fiebre Amarilla. Como funcionario de gobierno, en su calidad de Director del Departamento de Higiene y Obras de Salubridad de la Nación, firmó un convenio sanitario con Uruguay, Brasil y Perú para evitar la propagación de la fiebre en Sudamérica, un año después de iniciada la peste.

Durante la gestión del Presidente Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) se habilitó el Cementerio de la Chacarita, pero antes que eso -en julio de 1871-, se inicia el saneamiento al pavimentar veinte cuadras y cien veredas, para evitar la formación de charcos que contribuían a la proliferación de los mosquitos (ver Historia de la Calle Defensa, de mi autoría). Y dos meses después, se prohibieron los saladeros en la ciudad, especialmente los situados a orillas del Riachuelo.

Se creó la “Comisión de Salubridad”, institución no estatal que puntualizaba todas las condiciones que dieron origen a la epidemia; modificar estas condiciones requería mucho tiempo y, además, un presupuesto que carecía. Pero sus miembros eran conscientes, dada la cantidad de fallecimientos, de que era necesaria la inmediata participación del Estado.

La Comisión elabora las primeras observaciones; para evitar otra epidemia, lo urgente era: 1) El tamaño de las habitaciones. Deben ser más amplias. 2) Mejorar la ventilación de las casas. Más ventanas, etc. 3) Mayor higiene 4) Utilizar agua limpia 5) El Estado responde emitiendo con urgencia una ordenanza que obliga a construir letrinas con paredes revestidas y con mayor profundidad (7 metros). Y decía algo que, hasta ese momento, no se había escuchado: todas estas mejoras no las iba a concretar el Mercado, sino el Estado.

Como siempre, los intereses económicos vigentes opusieron resistencia demorando la iniciación de las obras. Es evidente que poner en marcha la construcción de un sistema de Agua Corriente y Cloacas representaba la posibilidad de un gran negocio. La ambición de lucro de los privados ya se había puesto en evidencia con otros servicios públicos, como los trenes, los tranvías, los subtes, los puertos, etc. La mayoría de estos habían quedado en manos de capitales ingleses. Sumados a ellos, aparecían también los intereses de los dueños de los conventillos, que formaban parte del establishment de la época y que coincidieron con el Presidente de ese momento: Marcelo T. de Alvear.

Un poco antes de que empezara la epidemia, el ingeniero John Coglhan (portador de un apellido importante en esta historia) presentó un gran proyecto de Cloacas y Aguas Corrientes para Buenos Aires. Para complementar este proyecto se pidió, obviamente, ayuda a un consultor inglés, el Ingeniero Batelman y dos años después (1873) se inicia la construcción de la Red Cloacal. Y al año la de Agua Corriente; esta la dirige el británico y en ella se incluye la instalación del Primer reservorio de altura, con 500 m3 de capacidad, en la plaza Lorea -Congreso-.

En el año 1875 se centraliza la Recolección de los Residuos (lo que actualmente es la recolección de la basura privatizada). Por primera vez nace el concepto de los “vaciaderos”. Los del barrio estaban situados en las calles Rivadavia y Sánchez de Loria, y también a orillas del Riachuelo, entre Barracas y Nueva Pompeya. Esos eran los únicos lugares permitidos para tirar la basura, que se transportaba en históricos carros a caballo. Queda prohibido tirar la basura en cualquier sitio, como era la costumbre al utilizar las zanjas, los riachos, terrenos baldíos o zaguanes. Con el tiempo se utilizaría para transportarla “el tren de la Basura” y antes de la iniciación de OSN se quema la basura en hornos a los que llamaban “La Quema”. Nace así una historia aparte fundamental para  la Salud Publica: El Tratamiento de los Residuos Sólidos Urbanos.

Descarga de los carros en la quema.

En el caso de San Telmo, el Arroyo Tercero del Sur y su zanjón, el de Granados, era usado para “todo” hasta el año 1888. La falta de entubamiento del mismo contribuyó al desastre de la epidemia.  

A partir de todas estas medidas, cloacas, agua corriente y tirar la basura en los vaciaderos, estos últimos alejados de las viviendas, se ve claramente en la ciudad una disminución de las enfermedades y especialmente en los conventillos, que habían aumentado su número después de la epidemia. Se revierte así el estado de salubridad de la ciudad.

En 1879 empieza a funcionar la Planta Potabilizadora de Palermo, llamada San Martín, una obra muy importante, tal vez la mayor en la historia del Plan de Abastecimiento de Agua Potable. Es abastecida por un túnel que trae el agua del río desde una Torre de Toma de agua situada en el Río de la Plata. Todavía hoy sigue funcionando.

Se puede decir que, a partir del año 1880, nace un período político como consecuencia de la epidemia. Fue llamado “Orden Conservador” y tuvo vigencia durante casi treinta años. Termina en la presidencia de Nicolás Avellaneda. En un marco político de “Conformación Urbana”, propicia no dejar todo en manos de los intereses privados sino, por el contrario, mejorar la intervención estatal la cual reconoce que fue muy deficitaria durante la epidemia.

A la larga, estas deficiencias y sus resultados fueron un factor importante para la creación, por parte del Estado, de OSN (1912). Nacen y se extienden los discursos higienistas característicos de la post epidemia, que influyen claramente en la creación de este organismo y su continuidad, mucho después, en AySA.

En 1883 se termina la construcción de la cloaca máxima, que llega a San Telmo. También surgen instituciones que favorecen la Salud Pública, como -años después- la Asistencia Pública actual Hospital Muñiz, cuyo autor del proyecto y primer director fue el Dr. José María Ramos Mejía (1842-1914). También surgen otras cuestiones como la aceptación de las cremaciones. Todas estas medidas nacen de la necesidad de modificar las condiciones que produjeron las fatales consecuencias.

En 1884 se construye la Estación Elevadora en Wilde Puente Chico.

En San Telmo se siguen construyendo cisternas, como las que se hicieron en el Normal de profesores (Arq. Tamborini) y en la casa de los Goyena, a orillas del arroyo Tercero del Sud.

En 1887, el panorama todavía era preocupante. En Buenos Aires seguían funcionando 20.900 casas con pozos de balde, con agua para nada potable; 9.000 casas con aljibe, agua que dependía  de las lluvia (es decir que, si venia época de sequia, no había agua para tomar) y únicamente 8.817 casas con agua corriente.

Un año después se concesiona (o sea, pasa a manos privadas) el servicio de Cloacas y Aguas corrientes en Buenos Aires (incluyendo San Telmo) y 17 partidos de Buenos Aires. Pero esta concesión duró solo tres años, hasta 1890 en plena crisis económica durante la presidencia de Carlos Pellegrini.

En ese año ocurre algo importante en la historia del saneamiento del barrio de San Telmo: se entuba el indomable Arroyo Tercero del Sud, en la calle Chile. A partir de ese momento, los vecinos ya no tienen ocasión de arrimarse a la orilla y usarla como si fuera una letrina para deshacerse de las inmundicias y el agua residual. La atmósfera cambia completamente alrededor del Zanjón de Granados. Para San Telmo, ese año fue muy importante, porque llega por primera vez el Agua Corriente.

Toma de agua, Río de la Plata.

En 1891, el presidente era Juárez Celman. Una vez más, el gobierno argentino hace una concesión que dura 39 años a una empresa inglesa a la cual estaba muy vinculado, primero con Samuel Hale y Cía. y después con una sociedad anónima de nombre inglés: “The Buenos Aires Walter Supply and Drainage Company”.

En diciembre de 1892 se emite la Ley 2927, mediante la cual el Estado crea la Comisión de Obras de Salubridad, que asume la responsabilidad del Saneamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires. Y en 1894 se decide la prohibición de los pozos de agua de balde, lo que obliga a acelerar la instalación del Agua Corriente y se rescinde el contrato con la empresa inglesa pasando los servicios al Estado.

Un gran acontecimiento en la historia del saneamiento de la ciudad es la inauguración del Palacio de Aguas Corrientes en Av. Córdoba 1950 (hoy monumento histórico nacional), con un gran Depósito Distribuidor. Por su altura, este depósito resolvía la llegada del agua corriente a los domicilios, aunque con el tiempo debido a la construcción de edificios de departamentos con altura, resultó insuficiente.

El panorama había cambiado radicalmente. Las estadísticas de 1900 detectan 50.000 usuarios o casas con agua corriente y 10.000 usuarios de cloacas, muchos de ellos en San Telmo.

Se termina de instalar el llamado “Radio Antiguo”. Se trata de tecnología de avanzada para la época. Es como un arroyo entubado que forma parte de un sistema que recoge los efluentes cloacales y pluviales, para evacuar estas aguas ¡En un solo caño! Se pone en marcha el plan del Ing. Agustín González y dos años después empieza a funcionar a pleno la planta potabilizadora San Martín en Palermo.

En 1909 se inicia la construcción de un Depósito de Gravitación de agua dulce en Caballito de 72.000 m3 y forma parte del primer “Plan Director Nacional de Saneamiento”. En el año del Bicentenario, el sistema de cloacas y agua corriente de Buenos Aires se encuentra en su apogeo, por varias razones: 1) No se hacen más perforaciones para buscar agua, ya que el 100% se saca del Río de la Plata; 2) Por la provisión de desagües cloacales, por donde se eliminan los efluentes por gravitación; 3) Para el tratamiento de aguas pluviales se configuran cuencas en cada jurisdicción, todas con el Río de la Plata como destino final.

Se llega así al pico máximo del saneamiento en Buenos Aires y por consiguiente en San Telmo. El “Plan Director” de 1909 ha dado resultados. Apenas dos años más tarde, en 1912, se crea por ley Obras Sanitarias de la Nación, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña.

Se construyen dos Depósitos nuevos de Reserva por gravitación, uno de ellos en Caballito -el más alto de la ciudad, con 37m sobre el nivel del mar- y el otro en Devoto.

La llegada de las cloacas termina con las letrinas, los pozos sépticos y los pozos negros. Y con el agua corriente se acaban en Buenos Aires y alrededores los aljibes, los pozos de agua y el aguatero.

Consideraciones Finales:

La Epidemia trajo como consecuencia la transformación de los barrios, especialmente el de San Telmo, que pasó a ser el más popular. Proliferaron los conventillos, ya que se ocupaban las mansiones que habían sido abandonadas por la gente rica, la que se fue a vivir al norte de la ciudad y los suburbios.

Esto trajo aparejado un cambio en la arquitectura en un sector de la sociedad de la época, por las características de las casas que pasó a habitar el sector adinerado. En el barrio de Belgrano aparece la casa de dos pisos, con habitaciones para las personas que integraban el personal de servicio, muchas de las cuales seguían siendo esclavas. A esto llamaban modernización.

Ing. Vial Mario Briski

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