Condena vecinal

Por Isabel Bláser

Es difícil comprender qué pensamientos promueven las acciones de una persona que busca destruir su habitad.

Podríamos decir que lo pueden sentimientos de egoísmo -o sea el amor excesivo hacia su persona que tiende a atender desmedidamente su propio interés, sin interesarse del interés del prójimo- hacia el resto o también, quizás, conveniencias personales que le hacen mirar solo lo propio, sin tener en cuenta a los otros, al barrio o a la comunidad. En resumen actúa de acuerdo a su absoluta conveniencia.

Aún razonando estas conductas, muchos de nosotros no alcanzamos a entender el tipo de sentimientos que albergan esos cuerpos, con los que nos encontramos compartiendo el espacio comunitario. Son esos mismos cuerpos a los que seguramente, cuando terminan su vida terrenal, se los despide con cariño, con benevolencia, con respeto, diciendo que han sido buenas personas, buenos vecinos, buenos amigos, buenos padres… buena gente. Porque parecería que el instante de la muerte hace al ser humano virtuoso y terminamos siendo todos iguales. Y no es así.

La/s persona/s que pensaron y ejecutaron esta acción que muestran las fotos, nunca la podrán comentar, esconderán este hecho en su conciencia, porque siempre sabrán -internamente- que han hecho una mala acción, en provecho de su propia necesidad o conveniencia.

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