Daniel Papaleo, escultor
Llega a la entrevista llevando en su mano derecha una bolsita con una bola que “encontró” en la librería El Rufián Melancólico (Bolívar 857, CABA) cuando se detuvo a ver algunos libros y como le pareció interesante para utilizar en alguna de sus obras, le propuso al librero comprársela.
Este artista de 51 años es uno de los discípulos del gran escultor nacido en Rosario, Prov. de Santa Fe, Enio Iommi (1926-2013) que tenía su taller en la calle Piedras al 1000. Lo primero que
hago es preguntarle cómo llegó a él y me cuenta que: “Desde chico me interesaron las formas y cuando era bastante más grande empecé con alguna escultura abstracta en metal, hasta que una persona me comentó que conocía a Enio Iommi y me dio su número. Pensé: no me va a recibir porque no me conoce, pero un día lo llamé y me propuso que me acercara al taller ese jueves -día en que él iba- así que me conecté con un amigo arquitecto al que le encantaba su obra, para que me acompañara y fuimos. Llevé algunos de mis trabajos, se los mostré, charlamos, le gustaron y me invitó a quedarme; muy rápidamente le dije que sí y el jueves siguiente, volví. De esto hace doce años”.
La sencillez de los grandes…
® Fue fantástico. Con un grupo que iba variando, alquilábamos el espacio y convocábamos al Maestro así que estábamos en contacto permanente con él. Lo que hacía era muy interesante porque nos daba la posibilidad de expresarnos, no diciéndonos cómo teníamos que hacer sino generando situaciones para que eso pudiera suceder. Nos hacía descubrir lo que todos tenemos dentro. Enio Iommi ofrecía una posibilidad más, por ejemplo tenía un ejercicio muy interesante que era dar vuelta la obra. Si tenemos frente a nosotros algún elemento: un libro o un florero, nuestra idea de darlo vuelta es girarlo para un lado u otro y la propuesta de él era: “Póngalo de cabeza”. Si esa obra toleraba todavía -espacialmente- ser una escultura, a veces quedaba mejor dándola vuelta que como uno la planteaba originalmente.
Conocieron de cerca su talento…
® Acompañamos a Enio con mi socio Héctor Tassino -entre otros- hasta que falleció, ayudándolo en la construcción de su obra. De hecho llevamos una a Uruguay, que está instalada junto a la de Gyula Kosice (escultor y poeta checoslovaco, 1924-2016). Por otro lado, lo que me une a San Telmo son los recuerdos que tengo cuando cerrábamos el taller y se extendía el debate en algún restaurante o pizzería cercana, como La Moderna (Humberto I° 699, CABA), donde las charlas duraban hasta la madrugada. Eran muy interesantes y le sacábamos el jugo al Maestro y al barrio.
¿La escultura es un arte poco convencional?
® Podría decirse que sí, porque dentro de la gama de la escultura tenemos que tener en cuenta que está el arte estatuario, lo que inicialmente fue la representación humana que mucha gente hoy en día conoce como estatua.
¿Es lo mismo una escultura que una estatua?
® La estatua representa una situación de la vida o del ser humano en alguna acción y una escultura puede convocar varios elementos y asociarlos para generar una abstracción o dentro de la figuración una abstracción. Utilizar los elementos no para representar el volumen en si, por ejemplo una copa, sino aprovechar la altura de ella a diferencia de la altura del vaso, lo que puede formar otra cosa que no necesariamente tiene que ser algo o servir para algo. No ser un bien utilitario y tampoco ponerle una etiqueta para saber lo que es, esa es la abstracción. Entonces uno queda completamente libre de la etiqueta, ante la presencia del objeto que aparece.
¿Trabajás la materia guiado por una visión previa espiritual?
® El otro día estaba trabajando en el taller de Pablo Atchugarry (escultor uruguayo; 1954) porque me convocó para hacer unas piezas en un espacio muy grande de su Fundación, destinado al arte -Parque Internacional de Esculturas Monumentales en Manantiales, Uruguay- y una mujer extranjera también le preguntó cómo era la inspiración. Esa inspiración puede brotar de una pieza como una figura luminosa en la mente humana y después uno empieza a concretarla lo más fielmente posible a esa representación. Se concreta algo de una espontaneidad que nace y está terminada, no hay que agregarle ni quitarle nada.
¿El escultor no pule, como el escritor que corrige?
® Eso varía, cada escultor tiene su personalidad y parte de eso está expuesto en la obra según cómo la desarrolle. Conozco pintores que producen tres o cuatro cuadros por año, son súper profesionales y muy puntillosos en su trabajo y otros que no puede parar de producir, hace poco hablaba Ignacio Iturria (pintor, grabador uruguayo; 1949) y me decía que hacía quince días que no pintaba, porque estuvo ocupado en presentar sus obras y ya sentía un ataque de abstinencia.
¿Conservás la manera de crear?
® Hace un tiempo mi obra evolucionó y ahora estoy trabajando con arte sinestésico. Se trata de que lo que normalmente percibimos por un sentido lo distingamos por otro; desestructuro las convenciones que tenemos para convertir a la pieza en una experiencia más completa y cuando esto sucede, también nosotros nos completamos.
¿Cómo es eso que vemos hasta la punta de la nariz?
® Mi abuelo materno, belga, le decía a mi mamá que la gente normalmente no ve más allá de la punta de su nariz. Esta idea era muy recurrente en mí y la convertí en obra. Es una sola escultura. La obra es midiendo el espacio y está en el Parque de Atchugarry, en Uruguay; lo que intenté con el nombre es convocar a la persona a que sienta, que piense y que ese espacio tan presente que está en ese Parque sea tenido en cuenta. Porque, normalmente, cuando vamos caminando por la calle no registramos el espacio que recorremos. Solo tenemos en mente el lugar a dónde tenemos que llegar, caminamos hacia ese destino sin reconocer el ámbito que estamos atravesando, por tanto no reconocemos la vida que hay en ese trayecto. Es como mirar el cuadrante del reloj y reconocer solo el 1, el 2 o el 3, pero qué pasa en los intermedios. Esos intermedios son tan ricos como los silencios para la música.
¿Encarás las obras por un tema, un lugar o porque te piden algo?
® Hace dos o tres años que no puedo salir del círculo de hacer una obra más inclusiva desde el origen. Con Héctor llegamos a la conclusión que teníamos que convocar e incluir a otras personas a que hagan lo mismo, porque nos estaba superando ya que era algo muy fuerte y lo considerábamos un trabajo muy rico. Entonces ese fue el objeto de la Fundación de Arte Inclusivo (FUNDAI – Instagram: @fundai_org) que estamos desarrollando; convocar a artistas para que hagan una obra que pueda ser interpretada por la vista, el tacto y el oído, que sea para todas las personas lo que, seguramente, la hace mucho más rica.
¿Cómo surgió el tema de la inclusión?
® Integrábamos el grupo de la calle Piedras y nos convocaron para hacer una exposición en la Universidad de Quilmes. Éramos 6 o 7 e instalamos todas las esculturas sin que tocaran el piso. Esa noche había una cátedra de personas ciegas, entonces ellas pasaban con el bastón tocando el suelo para guiarse y como las esculturas no estaban apoyadas en él no las sentían y se las llevaban por delante. O sea que para ellos las obras fueron simplemente un obstáculo, aunque nosotros las pensáramos para movilizar o interpelar a las personas. Fue un detalle que se nos pasó porque no lo tuvimos en cuenta, pero para ellas no era un detalle sino su vida diaria.
Les cambió el foco de la exposición…
® Claro. Entonces les hice una propuesta al grupo para hacer esculturas para personas ciegas y ahí quedó, pero después de un tiempo con Tassino nos propusimos seguir con ese proyecto e involucramos al tacto, al olfato y, por último, al sonido y fue ahí cuando se abrió un mundo nuevo en la escultura. Es que ya no puedo volver a la formalidad cuando se rebeló esta realidad. Honestamente, no puedo dejar de pensar una escultura sin incluir otro sentido.
¿Cómo lo transfieren a una escultura?
® En la primera etapa lo que hicimos es percutir con una pequeña varilla, después fuimos puliendo ese sistema sin descartar ninguno. Hacemos una obra teniendo en cuenta que va a sonar y cómo va a sonar, descubrimos primero empíricamente y después lo comprobamos en laboratorio, porque nos asociamos con el CONICET y la Asociación Argentina de Técnicos e Ingenieros de Audio (AATIA) y descubrimos que cada pieza tiene una identidad sonora, como cada persona. Una cucharita suena diferente a una caja cerrada; cada volumen tiene su sonido y eso es reconocido por la gente ciega; si la pieza tiene más masa va a contener el sonido por más tiempo, por ejemplo en una campana pequeña se apaga rápidamente y si es muy grande llegará más lejos y perdurará en el tiempo.
¿A los que vemos nos cuesta percibirlo?
® La persona ciega que tiene muy refinado el sentido del oído, identifica estas sutilezas que para los que vemos se nos hace difícil porque rápidamente lo identificamos y creemos que con lo que ya vimos lo tenemos resuelto y, sin ir más lejos, lo que vemos está asociado muy rápidamente a lo que nosotros nos decimos que es.
¿Cómo es eso?
® Cuando veo cuaderno es porque me digo cuaderno, tengo pegada la imagen al sonido muy rápidamente y no dejo expresar a la pieza que rebele otras posibilidades, la estoy tapando con una etiqueta sonora que dice cuaderno. La persona ciega primero no tiene la urgencia de ponerle un nombre como nosotros, no porque sean superdotados sino por su condición; se queda en el tiempo de escuchar la pieza, es otro tiempo, es más lento pero tiene más refinamiento, es como si uno come rápido o come saboreando y degustando textura, olores, etc. La experiencia es mucho más rica.
¿Transmiten la obra a través del sonido?
® Me transmiten cómo sienten el sonido, entonces al momento de crear la escultura eso me sirve. Hemos tenido casos sorprendentes donde hay personas que tiene un nivel de reconocimiento y refinamiento en la percepción tan grande que con todo su cuerpo han hecho el gesto y la posición de cómo era la escultura. Hay un video que muestra que la escultura tiene una corporeidad determinada y la persona ciega hace el gesto de cómo es la escultura, incluso con el mismo ángulo. Es impresionante, percibe la forma en el espacio.
Una vez estábamos en el Centro Cultural Borges conversando, previamente a una muestra y una persona ciega nos dice que la sala donde estábamos era muy larga, muy profunda y tenía más o menos 10m de ancho. Con Tassino nos miramos y dijimos: ¡Ve! Porque la sala tenía 11m de ancho por 39m de profundidad.
¿Trabajan con alguna institución?
® Sí, con la Asociación de Ayuda al Ciego -ASAC- (Venezuela 584, CABA); la Escuela de Educación Especial para Formación Laboral Nro.37 “Francisco Gatti” (Independencia 672, CABA); Fundación Nano en San Miguel y en el Museo Sívori (Av. Infanta Isabel 555, CABA) a través de talleres donde hicimos construir esculturas a personas ciegas, experiencia incluso transmitida por un programa de televisión chino. Y también con grupos de Uruguay.
¿Tienen buena recepción?
®En las Escuelas de ciegos les pareció una experiencia enriquecedora porque le sacó a la persona la problemática para pasar a una sensación de disfrute; porque el arte es para disfrutar. Recuerdo una persona que hacía 2 o 3 años que se había quedado ciega, ya no podía trabajar en la fábrica y sentía que en su casa era un estorbo. Estaba muy negado a aprender y cuando compartió la experiencia de la escucha de las esculturas con sus compañeros, se sintió agradecido de que lo tuvieran en cuenta. Después de esa jornada pudo tomar las clases de orientación, para caminar por la calle y eso lo ayudó para integrarse.
¿Cómo es tu trabajo diario?
® Súper variado, hace unos días estuve en Jujuy en reuniones para desplegar esto allí y hoy a la mañana cuando llegué terminé de armar unas maquetas. Hago también tareas comerciales, pero estoy enfocado en la escultura y en la Fundación. Hace poco estuvimos en Uruguay en el Parque de Esculturas Garzón -Garzon Sculpture Park- que tiene 159 ha. dedicadas a la conservación de la naturaleza y al arte, donde tengo unas piezas instaladas junto con artistas de Italia, Uruguay, etc. y donde -recientemente- instaló Eduardo Basualdo (artista plástico, 1977). También realicé un taller con chiquitos de diferentes edades para generar la sensibilidad de todos los sentidos en el momento de percibir el arte.
Mi trabajo oscila entre la construcción y generación de mi propia obra, pero también en estas actividades.
Texto y foto: Isabel Bláser