De casa religiosa a cárcel para mujeres

Algunas historias desconocidas del Museo Penitenciario Antonio Ballvé

Por Elida Ramírez

“Cuando yo tenía 13 años estaba caminando con mi hermano Pepe por la Avenida Las Heras. Vi una construcción grande y le pregunté: ¿Qué es eso?. Me dijo: es una penitenciaría. A partir de allí, mi vida pasó junto a la cárcel”. Creo que esta es la mejor manera de presentar al Director del Museo Penitenciario “Antonio Ballvé” -Horacio Benegas- sito en la calle Humberto Primo al 300.

Foto del Asilo Correcional de Mujeres a principos del siglo XX. Foto: gentileza del Museo Penitenciario Antonio Ballvé.

Foto del Asilo Correcional de Mujeres a principos del siglo XX. Foto: gentileza del Museo Penitenciario Antonio Ballvé.

Podemos conocer un poco de la historia de la cárcel en Buenos Aires a través de la vida de Horacio Benegas. Trabajó primero en seguridad y se graduó como museógrafo y museólogo. En esta última actividad continúa trabajando en el museo, donde es responsable de la preservación del acervo penitenciario. Es un hombre amable, con una vitalidad poco común en las personas de su edad (83). Todavía va a trabajar todos los días y las visitas guiadas del museo son realizadas por él.

Es suficiente quedarse un rato en el museo para entender por qué. Cuando Benegas empieza a hablar, los visitantes se paran para oírlo. Presenció tantas historias de privación de la libertad, que no alcanzaría el tiempo para contarlas. Pero ni siquiera ellas fueron capaces de cambiar su sueño como Director, que él mismo lo describe como algo casi imposible: el fin de la cárcel.

Y es Benegas quien puede llevarnos en un viaje imaginario al desconocido mundo de las prisiones: En 1740 se inició la construcción de la Casa de Retiros Espirituales de la Compañía de Jesús, una obra que se finalizó en 1760. Esta casa se emplazó dentro de las dos manzanas de traza urbana que el Cabildo de Buenos Aires cedió para la fundación de una iglesia y una escuela. La primera etapa estuvo a cargo del arquitecto Bianchi, sacerdote jesuita, quien inició la ejecución del proyecto, completando la tarea el arquitecto piamontés, don Antonio Masella, muchos años después.

El patio del Museo Penitenciario Antonio Ballvé. Foto: Elida Ramírez.

El patio del Museo Penitenciario Antonio Ballvé. Foto: Elida Ramírez.

En 1767 los jesuitas fueron expulsados del Río de La Plata por orden del Rey Carlos III de Borbón y tuvieron que abandonar todas sus instalaciones, incluyendo las del Alto de San Telmo. Alrededor del 1800 ocuparon la casa los padres de la Orden Bethlemita, quienes instalaron allí un Centro Asistencial. Por aquel entonces el edificio transformó  su destino, funcionando durante la primera mitad del siglo XIX como una “Casa de meretrices y mujeres abandonadas”. Luego, entre 1860 y 1889, fue la cárcel de “Deudores”, alojando a mujeres y varones.

En 1890  se creó allí el “Asilo Correccional de Mujeres” por iniciativa del Ministro de Justicia Juan María Gutiérrez, quien entregó la dirección a la orden religiosa del Buen Pastor, que se encargaría de casi todos los institutos penales de mujeres de América Latina y Europa. Durante 85 años las monjas mantuvieron la dirección del penal, hasta que en 1974 el Servicio Penitenciario Federal se hizo cargo del lugar por 3 años, siendo las mujeres allí presas trasladadas al actual Instituto Correccional de Mujeres, Unidad 3, en la localidad de Ezeiza, Provincia de Buenos Aires.

El edificio quedó en desuso hasta 1980, fecha de creación del Museo Penitenciario “Antonio Ballvé” (Director de la Ex Penitenciaría Nacional) que funciona actualmente, junto a la Academia Superior de Estudios Penitenciarios. El edificio, que tiene uno de los pocos patios coloniales intactos de Buenos Aires, fue declarado Monumento Histórico Nacional el 28 de mayo de 1982.

Horacio Benegas. Foto: Elida Ramírez.

Horacio Benegas. Foto: Elida Ramírez.

Hoy, una mitad del espacio es utilizada como museo, cuyas salas contienen documentos, objetos y maquetas que recrean la historia de las prisiones en la Argentina. La otra mitad se utiliza para los estudios penitenciarios. Para Benegas, lo más importante es que los visitantes del museo puedan entender lo que era la cárcel y que conozcan la realidad dentro de las celdas. A pesar de todo el sufrimiento que el Director experimentó, cuando trabajó con los encarcelados, dice que el saldo es positivo.

“Yo creo que todos cambiamos. Siempre. No importa si cometimos algún delito o no, porque todos nosotros podemos incurrir en algún delito en algún momento de nuestra vida. No es eso lo que nos define como buenos o malos. Podemos cambiar a pesar de los errores”. El Director finaliza la entrevista con una sonrisa y me regala un consejo: “No se aleje del buen humor. La verdad es que es eso lo que nos libera”.

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