Descifrando mensajes

Por Lic. María Ángela Varela

Una flor seca entre las hojas de un libro. ¿Cuánto sentimiento callado, escondido o reprimido? Quizás dolor, deseo, tristeza o alegría. Los sentimientos más íntimos. ¿Cómo saberlo?

¿Son los libros guardianes de secretos?

Habrá tantos motivos, como objetos hallados entre las páginas cerradas hace décadas.

Evidencias de su lectura, regalos inesperados para el bibliotecario que custodia esos tesoros o para el coleccionista que compra, apuradamente, un viejo ejemplar.

Hallazgos, sorpresas, preguntas.

Una vieja estampa, apuntes manuscritos con letra apurada, una declaración de amor, viejos recortes de revistas o periódicos, papeles de golosinas o cigarrillos, boletos de desaparecidos tranvías, dibujos, manchas de tinta, trazos de lápiz.

Papeles amarillos, muy amarillos…

Y cuando creíamos que nada más podría sorprendernos, lo impensado… dos mechones de cabello entrelazados. ¿Un pacto de eterna amistad?

Todo lleva un mensaje. Lo recibimos.

Un mensaje que alguien -sin querer- dejó para nosotros, sin saber que un día los descubriríamos.

¿Necesitamos interpretarlo todo?

A veces es preferible no hacerlo y quedarnos con la dulce sensación de ser quienes encontramos un secreto,  largamente guardado,  para ser descubierto solo por alguien incapaz de develarlo.

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