El Albergue de los Marinos
En Independencia 20, CABA, se encuentra la Misión de los Marinos (Mission to the Sea Men, en inglés) o Estrella del Mar (Stella Maris, en latín), lugar cuyas denominaciones conserva tanto a la derecha como a la izquierda de su entrada. Este último nombre es en homenaje a Nuestra Stella Maris y para conocer un poco de esa advocación, debemos recurrir a las tradiciones que -sin duda- reflejan parte de los hechos reales.
Cuenta la tradición que varias apariciones de la Virgen María, a algunos marineros le ocurrieron en momentos en que afrontaban tormentas que los ponían en peligro de naufragio. Tal era su desesperación que a los gritos suplicaban, orantes, ayuda a la Virgen María y esta aparecía con una estrella brillante en la cabeza y -milagrosamente- todo se calmaba. Luego, esa misma estrella los guiaba por aguas tranquilas; repitiéndose en varias oportunidades. Por estos motivos se la considera protectora de los hombres de mar.
Volviendo a la casa -donde me recibió el Padre Irineu Zotti, Director del Hogar y Misión del Marino y Capellán del Apostolado del Mar-, es dueña de una hermosa arquitectura estilo Tudor. Cuenta el Padre, que en Montevideo hay una -casi igual- construida por el mismo arquitecto.
La Stella Maris tiene historia y mucha. La fundó la comunidad británica y está edificada sobre terrenos donados por el gobierno nacional, de la época. En realidad el terreno cedido originalmente tenía otra ubicación, unos trescientos metros más al sur del actual. Para quien piense -como yo en determinado momento- que hasta allí en esos años llegaba el río, no es así ya que en ese lugar había un banco de tierra.
Su edificación data de 1897 y como los recursos provinieron de la corona inglesa, la reina Victoria envió, en 1899, un cuadro con su fotografía y su firma, que todavía se exhibe en uno de sus salones. En 1902, la Casa del Marino (Sailor’s Home), fue oficialmente inaugurada por el Presidente Julio A. Roca. En 1925 recibió la visita del Presidente Marcelo T. de Alvear y del Príncipe de Gales, cuando vino a la Argentina ese mismo año.
La casa, desde sus comienzos hasta hoy, tiene como fin albergar a los marinos de distintas nacionalidades que llegan al puerto de Buenos Aires por unos días y en aquel entonces, además de hospedaje, les brindaban entretenimientos en la sala de juegos que tenía, donde podían jugar ajedrez, damas, billar y otros. También se realizaban fiestas y -en ese entonces- se la veía plena de luz. Con el tiempo, fue dotándose de libros concernientes al mundo marítimo y al mundo de las migraciones. La biblioteca se ha transformado en un apreciadísimo Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos (CEMLA), vigente desde hace 25 años. También posee una Capilla donde el Capellán del Apostolado del Mar celebra misa, ocasionalmente.
El Padre Irineu habla y vuelca en sus palabras todo el amor que siente por su Misión, también celebra misa en los barcos cuando las empresas privadas le permiten entrar, se compromete con la casa, su historia y sus muebles, algunos de los cuales él mismo ha restaurado y está preocupado porque el paso de los pesados camiones está causándole daño al Hogar. No se ha quedado de brazos cruzados pero, hasta el momento, no ha podido lograr que esto cambie.
Recuerdo con mucho cariño a la Stella Maris porque, cuando era chica, solía ir con mi padre -generalmente por las noches- ya que los marineros salían o se reunían en la puerta de calle y papá conversaba con ellos aprovechando para practicar su inglés e intercambiar conocimientos sobre costumbres y culturas. Cuando llegaba Navidad armaban, en su jardín, un pesebre de tamaño natural y como estaba iluminado, quería verlo todas las noches… y allí me llevaban. No quería dejar de mirarlo, era casi real y para mi imaginación de niña eran auténticamente María, José, los pastorcitos y animales que habían ido a ver al Niñito Jesús. En la casa también se hacían fiestas y entonces se la veía plena de luz.
Es de destacar que fue construida en ese lugar seguramente por su cercanía al puerto de Buenos Aires, ya que lo que hoy conocemos como el coqueto y ostentoso barrio Puerto Madero, era entonces un verdadero puerto. Pero este será tema para otro momento.
Quiero agradecer especialmente al Padre Irineu, no solo que me haya recibido sino por el hecho de haber colaborado en los datos para que pudiera realizar este artículo.
Texto y Foto: Stella Maris Cambré