El arte como vivencia cotidiana

Por Alma Gil Palacios*

Hace un tiempo que el arte tomó por asalto todos los espacios de San Telmo. Lo tomó y se quedó… en cualquier actividad, situación o locación. Desbordó su presencia casi imperceptiblemente hasta formar parte de los “buenos días” de sus vecinos.

Podemos vivenciar el arte en este barrio como fenómeno geográfico con coordenadas precisas y ecosistemas naturales propios. Se respira, se vive, se fomenta el arte sin planearlo, sin pedirlo, sin quererlo. Ahí está… simplemente y para todos, incluyendo los niños, quienes muchas veces quedan excluídos del arte “para adultos” y restringidos a actividades artísticas “para chicos”. Gracias a la posibilidad de compartir con mis dos hijos (de 5 y 11 años) su conexión con lo creativo y cotidiano, puedo aseverar que San Telmo ya es un distrito de artes en todos los momentos y todas las esquinas.

La vidriera de L'ago. Foto: Lisandro Gallo.

La vidriera de L'ago. Foto: Lisandro Gallo.

El almacenero levantó la persiana igual que todas las mañanas y, con el mate en la mano, se quedó estupefacto ante el local L’ago sobre la calle Defensa. Hoy la vidriera se desplegaba frente a sus ojos como una majestuosa expresión de belleza.

“¡Esto es un espectáculo!” me dijo mientras Gero, mi hijo menor, y yo pasábamos camino al jardín de infantes. Con un gesto nos invitaba a mirar hacia la vereda de enfrente. Lo que hasta el momento era una experiencia solo de él, se abrió para nosotros como una escena teatral: ¡Pero era una vidriera! Una mañana cualquiera, sin pedirlo, sin planearlo, sin entrada. Así de cotidiano, así de increíble.

Mi hija Candela se reúne con sus amigas a comer waffles en la wafflería de Carlos Calvo y Bolívar. Un buen miércoles como cualquier otro me dijo: “Hoy vamos a la wafflería para ver a un artista plástico”. “Ah,¿sí?” le respondí, tratando de disimular mi asombro. “Sí, porque hoy va a venir a mostrarnos sus trabajos”.

A ver. Me detengo a reflexionar, maravillada: las niñas tienen 12 años y están en la wafflería con un artista que trajo sus obras originales a compartirlas con el barrio. Con este simple hecho, ellas logran integrar el mundo lejano y desconocido de las artes plásticas con lo más alcanzable y cotidiano, en este caso su wafflería. Solo podría pasar aquí en pleno San Telmo.

Pero esta no es una ocurrencia extraña: pasa todo el tiempo cuando uno está acompañado por los ojos abiertos de un niño. Para los que salen a las calles en busca un taller de marcos y se topan con el Atelier Espinosa, en la esquina de  Chacabuco y Cochabamba, descubrirán que antes de entrar al taller, en la misma puerta ya forman parte de un cuadro.

Para las familias que caminan por la Av. San Juan y cometen el desatino de entrar al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y allí recorrer la señorial estructura de hierro que los eleva al primer piso, verán el simple hecho de subir una escalera convertido en una experiencia mágica con los niños.

La vez pasada nos encontramos con “El Grito”: la obra interactiva de la cineasta y vecina Narcisa Hirsch invita al público a transgredir el silencio y, dentro de un compartimento cerrado, agregar su propio grito.

“Vamos Isa, entrá y gritá fuerte”, le dije a mi sobrina ante la mirada azorada de los demás. Isa entró y gritó con entusiasmo, componiendo su obra para Gero, Cande y Vicky. Luego cada uno compuso su propio grito/arte. Bajar a las profundidades del museo significa caminar sobre un suelo luminoso, lleno de purpurina viajera. Andamos por un túnel oscuro para dar con una pantalla gigante donde se  proyectaba el cumpleaños de una niña en una terraza. Salimos con la sensación mágica pero real de haber estado en un parque, en un pelotero, en un cumpleaños y llevarnos de souvenir la purpurina viajera en los zapatos. Un viaje de encanto… simplemente paseando por Av. San Juan.

Los días pasan así, habitual, sin ningún esfuerzo. Viviendo arte para quien lo quiera vivir. Está en cualquier mandado, en cualquier barcito, en cualquier esquina.

logo_web*Participante en una clínica de periodismo comunitario que realizó El Sol de San Telmo en la librería Fedro durante el mes de marzo, 2012. Este proyecto se puede realizar gracias al apoyo de la Embajada de los Estados Unidos en Argentina.

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