El arte verde de Articultores
Cómo alimentar vínculos, comunidades y personas
Para llegar a Judith Villamayor y Martín Maistrello, artistas que integran el colectivo Articultores, hay que atravesar un laberinto de manchas, caballetes e instalaciones que le dan forma a un taller artístico insospechado detrás de una humilde puerta gris de la calle Perú. El recorrido muestra obras reconocibles, muchas de ellas anteriormente vistas en la galería Apetite.
Al final del laberinto espera Judith, por supuesto, regando sus plantas.
Lo que lleva adelante este colectivo, formado por artistas de diversas nacionalidades, es un proyecto que trabaja con plantas y frutos como material plástico. “En el trabajo con cultivos todos pueden decir algo -comenta Judith-. En arte la mayoría de la gente no se siente capacitada a opinar. Sin embargo, de este modo se construye una obra relacional con una materia prima en la que todos pueden participar. Las huertas constituyen un elemento primario, primitivo, el más llano”.
Los ejes que atraviesan el proyecto definen un modo colectivo y horizontal de comunicación y participación artística/activista. Judith y Martín explican que el proyecto busca, sobre todo, vincular una intervención artística con la participación y la integración de las comunidades. Articultores se desarrolla en barrios con gran presencia de inmigrantes, tal es el caso de Lavapiés, en España -donde se originó el proyecto- y del Abasto y San Telmo en Buenos Aires.
“Si vas y exponés una muestra de arte al óleo, seguimos manteniendo eso de “el que sabe y el que no sabe’ y las comunidades inmigrantes siguen sin integrarse -explica Judith-.Pero cuando te mudás llevás a otros lugares tu forma de comer. Podés cambiar de frontera, pero en definitiva no cambia el vínculo con tu comida, con tus cultivos, con la tierra. Y a través de la charla sobre comida, sobre huertas, sobre cultivos, un inmigrante puede integrarse a una nueva comunidad. Además, el trabajo con huertas se puede hacer con personas de cualquier capacidad intelectual y motriz. Pueden trabajar desde gente de ochenta años a chicos de jardines de infantes. Es algo muy inclusivo. Y trabajan todos a la vez, colectivamente. Este proyecto está pensado para eso, unir las comunidades”, afirma.
Otros conceptos que definen el proyecto son los de cultura y tránsito libres. “El hecho de integrar e invitar a las comunidades es también entender el libre tránsito de las fronteras -dice Judith-. Articultores es una idea que, en este momento, la llevamos adelante con varios artistas. Pero el objetivo es que pueda seguir su camino y nosotros –como artistas individuales- quizás hagamos otras cosas. El formato se puede copiar y llevar adelante, no necesitas ningún permiso de nadie. Las recetas son abiertas. Lo único que se pide es mantener el eje. Hay mucha inquietud de la gente por participar y aquí no necesitan ningún permiso, pueden leerlo y reinterpretarlo”.
Además de la integración de comunidades, el trabajo de Articultores parte en gran medida de la idea de tomar conciencia. “Hay que concientizar que una flor de zapallo, una huerta, también pueden ser lindos. No son lindas sólo las flores. Hay gente que se muere de hambre y los recursos se usan para sembrar gladiolos en vez de frutales. Es bellísimo ver un jacarandá, pero también es bello un nogal, un almendro. Cuando hablamos de esto también hablamos de soberanía alimentaria”.
Judith se entusiasma y lleva la idea a otro plano: “ya hay muchas ciudades del mundo, como Copenhague y Nueva York, con techos verdes. Se consume así mucha menos energía en calefacción en invierno, y refrigeración y aire acondicionado en verano. Además estimula el trabajo colectivo de las personas que viven en estos edificios y promueve los vínculos: el cuidado de la huerta, del césped. Esto no va a cambiar de un día para el otro, pero por lo menos se puede mejorar la situación y cambiar hábitos.
Concientizar”.
En este marco, Articultores busca la manera de aprovechar materiales y espacios existentes, a veces al simplemente ajustar un hábito o una acción sencilla. Por ejemplo, si un verdulero tira las verduras podridas a un baldío intervenido, se puede llegar a un acuerdo con él para que lo haga en un lugar determinado, lo cual ayuda a hacer compost para los cultivos.
De este modo se busca generar nuevos hábitos culturales que faciliten la integración del vecino a la comunidad y a sus espacios públicos. Por esto es que los lugares a intervenir son sugeridos por los mismos vecinos que se acercaron a una serie de talleres
organizados por el grupo.
“Podían ser baldíos o canteros o espacios debajo de puentes -explica Martín-.En algunos arrojamos semillas. En otros, como en el baldío de Tacuarí y Venezuela, hicimos un trabajo más repetitivo de ataque con “bombas de semillas” (bolitas de arcilla y semillas
hechas por los integrantes del grupo).
A la intervención artística con bolas de semillas la denominan “Guerrilla Huerta”. Según Judith, “el concepto de guerrilla huerta es bien claro. No pedimos permiso. En vez de tirar papel, tiramos semillas. Tratamos de dejar mejor el lugar y por eso es importante que estén también los vecinos del lugar intervenido. Que nosotros seamos facilitadores, pero que entre todos elijamos qué es lo que queremos hacer ahí, porque lo importante de la obra es la relación entre las personas. Sin importar religión o la cuestión política, respetar las libertades es la manera de aumentar las relaciones entre las personas. Nos han invitado a marchas en contra de, pero decidimos no participar porque queremos generar vínculos, no romperlos. Es una propuesta activista, no una
protesta”.
Hablando sobre la diferencia entre propuesta y protesta, Judith y Martín destacan que es una acción positiva que se lleva a cabo y de este modo encuentran un modelo alternativo a la visibilización de la protesta, evitando caer en modos que reproduzcan la violencia.
El mate que venía acompañando la charla ya se lavó, fue una larga y grata conversación. Antes de despedirme, Judith me regala un dato: “vayan a la huerta del terreno deTacuarí y Venezuela. Hay mucha rúcula ¡y va a haber zapallos!”. También me obsequia unas bombas de semilla “para que las pongas en tierra y veas cómo funciona. La idea es anotar dónde se arrojan, hacer un seguimiento y contagiar al vecino para que participe. Además está bueno que en terrenos sucios o en los canteros crezcan un poroto, un zapallo. Todo esto le da un color lindo, diferente a San Telmo”.
Concluimos y ella acompaña mi recorrido laberíntico por el taller para volver a la calle Perú, rumbo a casa. Antes de llegar, paso por Tacuarí y Venezuela. Esta noche comemos rúcula.
—Lisandro Gallo
Crecer hacia arriba
El verticalismo crea m·s verde en la ciudad y propone una soluciÛn a la
alimentaciÛn y a la basura
Cuando escribo esta nota estoy bastante lejos -a kilÛmetros de distancia- del querido San
Telmo, pero cercana en el sentir. Quiero hablar un poco sobre un tema importante y vital,
no sÛlo para San Telmo, sino para todos aquellos habitantes de las grandes ciudades.
Cada vez son m·s las personas que abandonan el campo para vivir en las grandes urbes, y esto
presenta un problema a futuro: la consecuciÛn de alimentos sanos y a bajo costo. Es por ello,
que la FAO (OrganizaciÛn de las Naciones Unidas para la Agricultura y la AlimentaciÛn),
varios gobiernos e incluso algunas empresas privadas, estÈn aunando esfuerzos para que la
poblaciÛn mundial que vive en las grandes ciudades tenga nuevas alternativas para adquirir
buenos alimentos a precios razonables, adem·s de generar fuentes adicionales de ingresos.
Realizar pr·cticas de cultivos urbanos permite integrarse a la naturaleza de distintas maneras:
conocer los ciclos vitales de las plantas, ahorrar agua, evitar el desperdicio y derroche de
materiales, economizar energÌa en el proceso de cultivo, mejorar los h·bitos alimenticios, pero
sobre todo disminuir la contaminaciÛn. Esto ltimo se puede hacer disminuyendo los desechos
que generamos y aprovechando los elementos org·nicos que a diario tiramos a la basura.
El verticalismo†es una corriente ecolÛgica que busca la mejor utilizaciÛn† de los materiales
que usamos en la vida diaria, pudiendo aprovechar el 80% de la basura que se genera en un
hogar. En el caso de los cultivos verticalistas, no hace falta tener grandes espacios para cultivar
comestibles, sino que se pueden aprovechar azoteas, balcones, escaleras y otros lugares que
tengan luz y ventilaciÛn. Con un mÌnimo espacio donde ubicar un compostero (hecho de
cajones de madera, barriles, o simplemente en bolsas de pl·stico), los desechos org·nicos
pueden ser reutilizados para hacer un rico abono para fertilizar nuestros jardines o plantas. Los
elementos inorg·nicos, incluyendo las envolturas de muchos productos, pueden ser usados para
el relleno de las bolsas o estructuras donde se cultivar·. Eligiendo cultivos que requieren poca
profundidad de tierra y poco tiempo para madurar (hortalizas, tomates, ajÌes, hierbas), es posible
crear una huerta productiva en medio de la ciudad.
Si sembramos ahora quiz· para la primavera podamos regalar una flor de nuestro pequeÒo
jardÌn.
– Grace GÛmez Henriquez
Para más información sobre Articultores (próximas intervenciones, técnicas de cultivo urbano y fabricación de bolas de semillas):
www.Articultores.net
[email protected]
Galería Apetite – Chacabuco 551 – Teléfono: 43315405
Cceba – www.cceba.org.ar – Balcarce 1150
Quiero participar