El avión que escribe en el cielo

Siempre miro el cielo para ver si aparece el avioncito que con sus piruetas y un humo blanco escribe en el aire la palabra Safac. Mi mamá me dijo que es la propaganda de una yerba, pero lo que me asombra es que el aviador tenga tan linda letra, cuando a mí escribir con la pluma cucharita me cuesta tanto y las manchas de tinta, que saltan sin parar, arruinan las hojas de caligrafía que la señorita Velia nos da como deber.

Publicidad de la yerba Safac, década de 1940.

Me gusta ir al colegio y aprender las cosas que no conozco. La escuela es grande y las aulas tienen ventanas por las que se ve el patio a donde salimos en los recreos, jugamos un rato y esperamos que llegue la hora de volver a casa; allí la comida estará lista y sus ricos olores me “dirán” lo que voy a comer ese mediodía.

El año pasado, un día que regresaba a casa, me asusté mucho porque unos aviones de combate pasaron haciendo mucho ruido. Mi mamá me esperaba en la puerta. Entremos rápido, me dijo, parece que hay una revolución. Mi papá estaba “pegado” a la radio escuchando las noticias y yo subí a la terraza para intentar ver nuevamente a los aviones, pero mi abuelo me hizo bajar enseguida.

El pizarrón es negro, en primero inferior daba un poco de miedo pero ahora me resulta tan familiar como el mapa de la Argentina, el retrato de Sarmiento y el armario donde se guarda la caja de tizas, los borradores y el licor de Las Hermanas que la señorita nos hace tomar cuando nos duele la barriga.

Me gustan también las clases de geometría, pero hacer girar el enorme compás de madera sobre el pizarrón no es nada fácil. Cuando lo usa González, el más petiso de la clase, me hace acordar a “Gulliver en el país de los enanos”, un libro lindísimo que me regalaron para mi cumpleaños.

El profesor de dibujo es muy simpático y nos alienta en la tarea, a mi no me cuesta nada y siempre elogia lo que hago. La hora se pasa volando entre pinceles, acuarelas y los lindos lápices de colores que -al final- guardo prolijamente en su caja de metal.

El martes pasado, en que se celebraba el Día del Himno fuimos con la profesora de música al Museo Histórico Nacional en el Parque Lezama para ver el piano en que Mariquita Sánchez lo tocó por primera vez. Pablito, que es muy chistoso, dijo que seguramente la profesora había estado presente el día del estreno… Como nos reímos nos mandaron, en penitencia, al fondo del salón.

La señorita Josefina es la profesora de música, toca el piano y nos hace cantar siempre lo mismo: la Marcha de San Lorenzo. Es su preferida y también una que se llama La Condición y que, en su letra, nombra a Manuel Belgrano. Antes de empezar siempre nos repite que el creador de la Bandera nació en una casa cerca de San Telmo.

Casa de la familia de Belgrano, demolida a fines del siglo XIX. En el solar se encuentra el edificio Calmer.
Vista y Placa del edificio de la Av. Belgrano 430, CABA, en la actualidad.

En el recreo largo nos dan un pancito y un vaso de mate cocido, que no tomo porque no me gusta. Hacemos una larga fila y las encargadas pasan con unos carros de metal donde los vasos están acomodados para que cada uno de nosotros agarre el suyo. Como somos varios los que no lo hacemos, la directora nos mira con cara “agria” mientras que el resto de los alumnos trata de tragar el líquido verde y humeante que, al menos en invierno, debe calentarles las manos.

Con Tito Lauro, que no es un emperador romano sino mi amigo, voy todas las mañanas al colegio, incluso cuando llueve, cubiertos por la capa de color verde que deja en el guardapolvo un feo olor a goma. Si la tormenta es fuerte, siempre faltan muchos maestros que viven lejos. Para evitar el lío que se arma nos mandan, a los que tuvimos la suerte de disfrutar esa ausencia, al salón de actos donde nos pasan siempre las mismas películas: viejos documentales sobre alguna expedición a la Antártida, la vida de las abejas o el cultivo del algodón, que -de lejos- son más divertidas que la conjugación del presente del subjuntivo o la regla de tres compuesta que nos hubieran esperado sin la bendición de la lluvia.

Este año nos toca aprender todo el Himno Nacional Argentino con el coro y los setenta y seis versos de las nueve estrofas, por eso todas las tardes, antes de que empiece en Radio Splendid la audición de Tarzán, trato de memorizarlas mientras no puedo dejar de pensar que a Vicente López y Planes le sobraba imaginación.

Como todos los chicos, cuando llegue el mes de octubre, contaré las semanas que falten para que terminen las clases. Ya no habrá más obligaciones que jugar, salir de vacaciones y tratar de no pensar todo lo que aún nos queda por delante. 

                                                                                                       

Eduardo Vázquez

Nota

Ariel Ciro Rietti fue el creador de la escritura aérea que usaba el humo de la combustión del motor del avión para tal fin. Era una tarea riesgosa que requería gran habilidad pues debía trazarse la palabra al revés y de la derecha hacia la izquierda para que desde abajo pudiera ser leída. Se dice que la letra f de Safac tenía dos kilómetros de largo.

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