El Británico y los Aznarez: Un clásico que promete
El bar con hinchada propia
Hasta hace dos semanas, llegar a la esquina de Defensa y Brasil era un lagrimón. Ver las persianas cerradas de El Británico y toparnos con las rejas del parque Lezama “en reparaciones”, nos partía el corazón. Pero -por suerte- no duró tanto la amargura, al menos la de perder al bar.
La reapertura de El Británico, el 10 de noviembre pasado, trajo un aire diferente y una alegría a todos, tanto a santelmeños como a cualquiera que alguna vez se haya sentado en este emblemático y Notable café de Buenos Aires.
¿Qué podemos contar que no se haya dicho de este lugar? ¿Qué tiene una historia de más de 90 años? ¿Qué allí funcionaba una pulpería donde se reunían los ex combatientes ingleses de la Primera Guerra Mundial, que habían emigrado a la Argentina? ¿Qué en él se sentaron personajes ilustres de la cultura porteña? Eso y mucho más. Pero hoy, nos interesa particularmente saber el “de acá en adelante” y conocer a sus nuevos dueños. Una familia también con historia, que parece hacer una excelente dupla con nuestro querido bar.
Luis, Norberto y Gonzalo Aznarez son tres hermanos jóvenes que están en el rubro desde “toda la vida”. Su papá llegó de Navarra (País Vasco, España) a la Argentina en el año 1952 y empezó a trabajar en los bares de su cuñado asturiano, hasta que en los años 60 pudo abrir el suyo y fue trayendo de España a toda la familia.
En esa época los bares de españoles, en nuestra ciudad, solían ser de estilo “americano”, es decir “de paso” y con barras para comer parado. Aznarez padre, llegó a tener y ser socio de dos bares muy importantes en el microcentro porteño: uno en la calle 25 de Mayo y el otro frente a la Avenida 9 de Julio y sus tres hijos, pero más Luis y Norberto, trabajaron desde chicos con su papá aprendiendo el oficio gastronómico, respetando y amando esa tradición familiar de trabajar en el bar de la familia. Como nos cuenta Norberto “Los gallegos a sus bares los llaman casa”, porque pasan casi todo el tiempo de su vida en él y trabaja toda la familia.
¿Cómo les llega la oportunidad de administrar El Británico?
N.A: Nos llega a través de nuestro socio y proveedor de café, Ramiro Novoa, que es nuestro distribuidor desde hace más de 20 años y también les vendía a los gallegos de El Británico. Él nos los propuso y nos contactó con el dueño del local y los del fondo de comercio y ahí arreglamos. Les caímos bien, les gustó que tengamos experiencia en el rubro y nosotros nos sentimos identificados con la historia del bar, porque a pesar de que su nombre sea El Británico, la historia de este lugar es la de los españoles que emigraron a la Argentina, como la nuestra.
¿Ustedes viven acá en el barrio?
N.A: Nosotros somos nacidos en El Palomar y luego, cuando me casé, me fui a Villa Devoto. Estamos descubriendo San Telmo, porque hasta ahora no sabíamos bien de él y nos sorprendimos. La gente se conoce, se saluda, hay muy buena relación entre los vecinos. Es como una burbuja, al lado de la Avenida 9 de Julio.
¿Cómo fue la respuesta de la gente ante la reapertura?
N.A: Nos recibió muy bien. En general te toca pagar un derecho de piso, pero acá fue distinto. Cuando estábamos arreglando para abrir, la gente estaba preocupada. Pasaba y nos preguntaba si íbamos a reabrir y si lo íbamos a cambiar mucho. Ahí nos dimos cuenta que este lugar tiene “hinchada propia”. Cuando inauguramos muchos vecinos pasaron a saludar, demostrando su alegría y agradecimiento. Nos llamaron de la radio, para hacer notas, etc. También recibimos muy buena onda de los clientes que tenemos en los otros bares, que se pusieron muy contentos al saber que “agarramos” El Británico.
¿Hicieron o tienen pensado hacer reformas?
N.A: Apuntamos a mantener la identidad del lugar pero mejorarlo, por eso las reformas que hicimos son más que nada en la cocina que hay poco espacio; separamos la parte de cafetería de la cocina; abajo hicimos vestuario y una pequeña oficina. El salón está igual.
¿Qué significa para ustedes ser dueños de El Británico? ¿Hay algún desafío en particular que se propongan?
N.A: La verdad es que no conocíamos mucho su historia, la vamos conociendo de a poco, pero nuestra idea principal -como siempre- es hacer lo que hicimos toda la vida y lo que amamos. El desafío es levantarlo y mejorarlo, arreglarle la “pata rota” que tenía, que es el tema de la gastronomía y del servicio.
Este es un bar Notable ¿reciben algún tipo de apoyo desde el Gobierno de la Ciudad para la conservación de este espacio?
N.A: No, hasta ahora no se acercó nadie de Cultura de la Ciudad. De hecho hemos intentado sacar un crédito en el Banco Ciudad para empezar acá y no nos lo concedieron. Tengo entendido que hay un proyecto de ley para que los bares Notables no paguen ingresos brutos, pero hasta ahora nada. Creo que no solo los bares Notables necesitan ayuda, este rubro está en crisis. Muchos bares la están pasando mal porque los números no cierran, tenés que amar lo que hacés para tanto trabajo y tan poco margen. Sería bueno crear un beneficio sobre las cargas sociales que es lo que más nos cuesta, por eso muchos lugares tienen a la gente trabajando en “negro”.
Como bien decís, El Británico tiene “hinchada propia” ¿Qué necesitan ustedes de nosotros? ¿Qué podemos hacer, la gente del barrio, para apoyar a que les vaya bien para que puedan conservarlo y mejorarlo?
N.A: Que vengan y que se sientan cómodos. Ya con la reciprocidad, para nosotros es mucho.
Este barrio es muy especial y este bar es una de sus estrellas ¿Están preparados para la fama?
Norberto y Luis: Nosotros somos vascos, perfil bajo (risas).
La charla con los Aznarez se extendió y podría continuar, a pesar de la tensión en el aire del Boca – River trasmitiéndose en la pantalla de la tele. Hay gente sentada mirando el partido, hay muchas caras conocidas del barrio. Me siento cómoda, me dan ganas de volver.
El Británico vuelve a la vida de la mano de gente que sabe y eso, es una muy linda noticia.
Cecilia Calderón-Foto: Damián Sergio