El encanto de los títeres
Conocí a Guillermo Farisco en una reunión de redacción abierta, de nuestro periódico. Vino en representación del Museo Argentino del Títere y comentó que estaba presentando allí -con un grupo de artistas- una adaptación suya del cuento Pulgarcita, de Hans Christian Andersen.
Prometí ir a verla y así lo hice. Llegué, una vez más, a ese mundo mágico del Museo -que me lleva a la infancia, cuando mis primas titiriteras me dejaban ayudarlas a hacer sus muñecos con papel mache-; entré a la sala y empezó la función. Comencé sentada reclinando mi espalda en la silla y terminé apoyando los codos en el respaldo de la de adelante -que por suerte estaba libre- y las manos sosteniéndome la cara embelesada, por lo que estaba viendo. Describo esto porque por la postura de mi cuerpo y sin razonar nada, me di cuenta que me había encantado.
Los actores salieron del anonimato de atrás del escenario, saludaron al público infantil y no tanto, impostando las voces de los personajes, mostrándoles los títeres que enfundaban sus brazos y acompañándolos con besos y sonrisas hasta la puerta.
Ya más relajados, conversé con Guillermo para saber un poco más de él y de ese hermoso espectáculo.
El Sol: ¿Cuál es tu formación y cómo llegaste al Museo del Títere?
Guillermo Farisco: Egresé de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, pero también soy titiritero, dramaturgo y director. Un conocido me recomendó a Eduardo Depiano -Presidente de la Fundación Mane Bernardo – Sara Bianchi Museo Argentino del Títere- porque estaba necesitando un docente y realizador ya que quería incorporar nuevos artistas para hacer algo diferente a lo que venía produciendo y como en ese momento -hace dos años atrás- yo estaba un poco alejado del teatro para niños, le ofrecí hacer un taller de realización de los muñecos, en base a una obra propuesta. Era un taller para grandes, haciendo cosas para chicos.
E.S.: Pero si solo hacían los muñecos ¿Cómo terminaron en la realización de toda una obra?
G.F.: Porque el año pasado propuse hacer otro taller, pero de montaje, con Etel Anaya que había participado en el primero. En ese momento ingresaron los otros tres integrantes del actual grupo y fue muy hermoso, porque no nos limitamos a lo profesional, didáctico y pedagógico, sino que se formó un grupo humano maravilloso. Y dio lugar a que continuemos, porque gustó tanto que Eduardo me dio la oportunidad de hacer este año funciones.
E.S: ¿Cómo eligen las obras?
G.F: Pulgarcita la adapté, en el 2001, en función del clásico cuento de Andersen y este año, abordando la dramaturgia, tomamos un cuento de Horacio Quiroga -La guerra de los yacarés- y -entre todos- lo adaptamos. Es difícil pasar de lo literario a lo dramático, eso lleva su tiempo; por otro lado, estamos haciendo los muñecos y el año que viene la estrenaremos.
E.S.: ¿Qué tipo de técnica usarán?
G.F.: Hay muchas pero mi especialidad son tres: guante, boca y varilla y son las que usaremos.
E.S.: ¿Seguirán trabajando en grupo?
G.F.: Mientras podamos, seguiremos como grupo estable acá en el Museo. Estoy muy agradecido a toda la gente que lo integra, porque me han dado un lugar que no esperaba. No los conocía, aunque vivía acá cerca y lógicamente lo había visitado.
E.S.: Contame quiénes son los otros artistas.
G.F.: Etel Anaya (Pulgarcita), es artista plástica y nunca había incursionado en la parte escénica ni manejaba títeres; Eva De Bartolo (perdiz, comadreja y golondrina), quien ya ha hecho muchos talleres de títeres y trabajó en obras de teatro; Eduardo Paglieri (comadrejito, zorro, tatú mulita y viajero) actor, es el que canta en vivo y ha trabajado mucho en el teatro comercial y Walther Sánchez Rodríguez (relator, vizcachón y gusanito), actor.
E.S.: ¿Cómo idean los personajes y qué material usan?
G.F.: Primero partimos de conocer al animal. Vemos fotos, videos, estudiamos sus costumbres y en base a esa observación, pasamos a la caricatura del personaje. Luego hacemos el molde y lo confeccionamos en goma espuma y sobre él la tela. Generalmente se usa velour que es muy suave, como una felpilla o peluche o piel sintética, en caso de animales más peludos.
E.S.: En la obra, además, cada uno muestra sus características…
G.F.: Sí, eso se me ocurrió para que, además de entretener, sea didáctica. Contamos sus particularidades básicas: cómo es el lugar donde viven, qué comen. Además, en la adaptación puse animales autóctonos, destacando sus costumbres y agregándoles una caracterización humana como, por ejemplo: huraño, terrateniente, sin carácter.
E.S.: ¿Es fácil manejar un títere?
G.F.: No, para nada. Hay que hacer una preparación actoral de la voz y del cuerpo, porque todo se fusiona. Se debe sostener el hombro y las manos sin cansarse o sin acalambrarse; practicar el cambio de voces para identificar los diferentes personajes y no equivocarse en el momento de la actuación. Existen técnicas para hacerlas distintas, pero hay que estar concentrado en el texto, en cómo manejar el muñeco y cómo colocar la voz para no lastimar la garganta. No es solo aprender la letra de la obra.
E.S.: Es complejo…
G.F.: Sí, porque la energía está puesta en el muñeco que se ve pero el actor está trasladando todo a un objeto inanimado. Un títere puede ser una botella una caja, cualquier cosa y depende de la “vida” que nosotros le demos. Además, haciendo diferentes personajes y trabajando con otras personas no solo hay que estar concentrado, sino que es muy importante que el grupo se relacione bien.
E.S.: Antes a los títeres se los veía solo detrás del retablo (pequeño escenario por donde aparecen los títeres), actualmente se muestran después de la función ¿Por qué ese cambio?
G.F.: Para que los chicos sepan quién los maneja, cómo lo hace, pierdan el miedo al muñeco o se atrevan a usarlos. El año que viene en “La guerra de los yacarés”, en vez del retablo vamos a tener una mesa para fomentar que ellos jueguen con los muñecos. Los sacaremos por un rato de la tecnología, que es buena, pero los esclaviza.
E.S.: ¿Viviste en San Telmo? ¿Qué lugares destacás?
G.F.: Fue mi barrio desde 1989 a 2016 y ahora lo extraño. Viví en Humberto 1° y Tacuarí, Chacabuco y San Juan y Estados Unidos y Perú. Hay un gran abanico cultural. Teatro independiente, bares con música, propuestas diferentes muchas de ellas gratuitas o donde no hay necesidad de gastar demasiado dinero, como acá en el Museo del Títere. Destaco también el Centro Cultural Fortunato Lacámera o el colegio de Perú al 900, donde hice funciones de teatro. Me encanta el Parque Lezama, la zona de Balcarce y Humberto Primo y los negocios que son más que eso, como la librería FEDRO que es un lugar maravilloso, de excelencia, con gente adorable donde es un gusto comprar. También el teatro La Máscara -donde tengo el honor de trabajar-, lugar que se especializa por dar obras de autores aregentinos.
E.S.: Y al Mercado ¿Cómo lo ves?
G.F.: En realidad me parece un lugar for export. Lo están transformando casi como un shopping. Caro, lleno de ferias americanas o barcitos copiados de Barcelona o del Mercado del Puerto de Montevideo. No está bueno, porque San Telmo no necesita eso, tiene entidad.
Texto y fotos: Isabel Bláser