“El filete transmite la esencia del porteño”
Mañana de lunes de Carnaval, el barrio “duerme”. Llego al local de la Asociación de Fileteadores -Estados Unidos 794, CABA- y el colorido de su vidriera, de la mesa rectangular que está en el medio del local, de las paredes con obras de muchos de ellos, indica que el fileteado es una fiesta de colores, palabras y dibujos.
Me recibe Francisco “Franco” Fullone, un calabrés que vino a la Argentina -en brazos de su madre- el 24 de abril de 1949, cinco días antes de cumplir un año.
Su vida es un ir y venir de situaciones encadenadas. Estudió en el colegio San José de Calasanz en Caballito porque “mi padre quería darme una buena educación. Estuve un tiempo y me fui; como siempre me interesó el dibujo, pero al mismo tiempo obtenía el título de bachiller, me anoté en la Escuela de Enseñanza Artística Rogelio Yrurtia. Mi papá me dijo que si quería estudiar eso tenía que pagármelo yo ya que los materiales eran muy caros, casi para una elite, entonces comencé a trabajar como viajante de comercio en Unilever y aunque me permitieron dar algunos exámenes libres, no pude terminar”, cuenta Franco.
No sabe de dónde le viene esa facilidad para pintar pero recuerda que: “Una vez mi papá -que trabajaba en la Embajada de Italia- se enteró que harían un concurso de dibujo y pintura. Me preguntó si quería participar y presenté una acuarela, porque me encantaba usar ese material. De 200 participantes, obtuve el quinto puesto y recibí una distinción”.
Con relación al dibujo, Franco narra una anécdota inverosímil: “Me gustaba mucho dibujar e iba a la General Paz, cerca del puente de Av. De Los Corrales, porque quería hacer El Mirador pero me resultaba difícil. Un día una persona detrás de mí me dice: ¨No es así, es así¨ y con el lápiz realizó un par de trazos para que yo corrigiera lo que estaba haciendo. Le pregunté si él dibujaba y me contestó: ¨Algo. Yo pinto ahí arriba¨. Seguí relacionándome con él, fui a su buhardilla frente a la colectora de la Gral. Paz y un día me comentó que se iba a Europa, me regaló un dibujo de una cabeza de un caballo que hizo en cinco o seis trazos y lo firmó… era Juan Carlos Castagnino. Guardé el dibujo en una caja que era mi arcón de los recuerdos, donde también atesoraba -entre otras cosas- trompos, baleros y bolitas japonesas hasta que mi madre hizo una limpieza y tiró todo”.
Antes de dedicarse plenamente al fileteado pasó por empresas importantes, siempre en el rubro de ventas. No reniega de esa etapa ya que conoció muchos lugares del país y sumó experiencia de vida, aunque siempre le gustó pintar carteles, por ejemplo para inmobiliarias. Eso que empezó como un hobby, durante la semana que volvía a su casa después del trabajo como viajante, con el tiempo se transformó en su medio de vida ya que su señora, Mary, sabía que “si alguien llamaba para hacer algún cartel, lo aceptara”, señala.
¿Alguien le enseñó?
® Mi primer maestro fue Lapacette -“el francesito”-, vivía en Floresta y fileteaba todos los colectivos. Lo conocí por mi suegro que era colectivero y me propuso ir a verlo. Fui y con el tiempo FRANCO – FILETEADOR aprendí mucho, porque antes primero había que ayudar en lo que sea y si veían que uno mantenía el interés comenzaba el aprendizaje.
Me encantaba pintar carteles y cuando aprendí a hacer fileteado me “enfermé” más. Como dijo el maestro Ricardo Gómez (1926-2011): Que no te vaya a picar el bichito del filete porque no hay cura para eso; lo único que te va a salvar es el pincel y la pintura ¡Ojo con el filete, es una enfermedad! Esto mismo lo plasmó en una obra el maestro Alberto Pereyra.
Es alegre pero no reniega de lo sentimental, como el tango…
® El filete transmite alegría, pero lo que dice -a veces- es triste y esa es la esencia del porteño, de Buenos Aires, de Argentina: el cambalache, porque somos así, un cambalache hermoso. Cuando un fileteador pintaba un barco era por la añoranza del “tano” de haber dejado su país y, a su vez, lo ornamentaba; es la combinación de las dos cosas.
¿Dónde surgió el fileteado?
® El fileteado se creó con los primeros inmigrantes italianos, pero era distinto porque ellos tenían una especie de ornamentación que no tiene nada que ver con la argentina, ya que lo hacían artísticamente. El nuestro se basa en la arquitectura de Buenos Aires, el pintor sacaba la idea de lo que había en cemento y lo pasaba a la pintura. Ese es el filete porteño, era un oficio, un trabajo de taller de carrocería porque había que comer. Después se transformó en arte. Un precursor fue Miguel Venturo.
En este sentido, el libro Los Maestros Fileteadores de Buenos Aires (investigación de Esther Barugel y Nicolás Rubió editado por el Fondo Nacional de las Artes, 1994) cuenta que un fabricante de carros le preguntó a dos muchachos si podían pintar uno que debía entregar a un cliente. Cuando terminaron el trabajo y el jefe vio cómo había quedado, se horrorizó. Sin embargo, el cliente quedó maravillado. A partir de allí Vicente Brunetti y Cecilio Pascarella siempre tuvieron un carro para filetear.
Con respecto a Venturo, refiere:“… todas las voces coinciden en que el Gardel del filete es Miguel Venturo, Miguelito, ¨quien con sus creaciones y aportes de pajaritos, distintos modelos de variedad de flores, diamantes, dragones, gotas, con magistral ejecución¨ dio un impulso renovador¨…” (sic).
¿Cuál es la técnica?
® El primer paso es elegir el soporte donde se realizará, luego se lo prepara dependiendo del material que se va a usar, se hace el dibujo en papel manteca o de calcar que -en general- debe ser simétrico de ambos lados, se presenta sobre el soporte y se agujerean los bordes con un alfiler o un punzón fino (spolveno) para terminar de marcarlo con una bolsita con tiza en polvo o talco y se pasa el lápiz antes de pintarlo. Los colores los elige cada uno y como -generalmente- el fileteador tiene una tendencia de formas y colores eso se transforma en su sello, es como su ADN.
¿Se puede usar cualquier motivo?
® Hay algunos elementos básicos, luego el maestro te deja hacer lo que quieras. Pero, si uno es fileteador tiene que mantenerse dentro de un esquema porque si no cualquiera hace cualquier cosa. Eso es una discusión que tenemos, porque el artista tiene la vocación de ser único y quizás cuando vemos el trabajo de otro le cuestionamos, por ejemplo, por qué la flor está hecha de determinada manera, pero de ahí a que esté bien o mal es otra historia.
En general los colores son muy llamativos…
® Cada artista maneja su paleta de colores. Yo pongo colores que llamen la atención, pueden o no gustar pero lo importante es si la flor está bien hecha, luego hay que dejar que el artista exprese lo que siente.
Como este arte surgió para ornamentar carros, colectivos, etc. ¿Significa que se realiza a pedido?
® Una cosa es que trabaje para vender y otra es que venda para trabajar. Ese es el gran dilema de todos los artistas: si no vendo no puedo comprar los materiales que necesito para hacer mi obra. Durante 28 años en la Feria de Mataderos cuando me preguntaron sobre ese tema siempre dije: vendo para poder pintar y también porque hay que llenar la heladera. Si me decís que haga una foto llorando, en principio te diría que no pero si me pagás bien y lo necesito la hago. Ahora, seguramente, cuando termine el trabajo ese rostro no llora más.
¿Cuál es el motivo que más le gusta pintar?
® Pinté personajes como Borges, Favaloro, Pugliese cuando era joven (debo ser el único que lo hice así, porque me regalaron una foto de él de esa época), pero no extranjeros -salvo que sea universal como Chaplin, al que también pinté- porque no los representa. Además me dedico a los aforismos, tengo más de 600 y me encanta trasmitirlos; a veces lo que dicen es duro y al ponerle el filete la intención llega mejor. Como dijo Ricardo Gómez: “Si para Discépolo el tango es un sentimiento triste que se baila, el filete es un sentimiento alegre que se pinta”. Y yo de alguna manera rescato lo extraordinario del filete cuando digo que los fileteadores tuvimos que llegar a un acuerdo con Dios: Él no pinta filetes y nosotros no hacemos milagros (nos reímos de la ocurrencia).
¿Quiénes se destacan en este arte?
® Hace 35 años que estoy en esto y podría decir que el padre del filete es Carlos Carboni (1901-1989) quien una vez estaba cruzando el pasaje de subte de la 9 de Julio y vio en las mayólicas un dragón. Se paró, lo miró bien y le dijo: “A vos te voy a hacer viajar en camión” y así aparecieron los primeros dragones. El fileteador rescata lo cotidiano.
El polaco León Untroib (1911-1994), artista plástico que revolucionó el arte porque le agregó la plástica y le dio belleza. Pero cuando se le preguntaba a quién consideraba el mejor, decía: Don Carlos.
Y la delicadeza más grande que existe la tiene Enrique Arce, hermano de Martiniano; una belleza lo que hacía, era tan sencillo que resultaba complejísimo, porque para entenderlo había que saber mucho y tener incorporado el filete en la sangre.
Nuestro logo es una creación de Martiniano Arce…
® Con él comenzó a pintarse en cuadros, usando caballete. Está considerado el fileteador de Buenos Aires, quizás hace cosas que a uno pueden no gustarle pero eso no desmerece su trabajo. Le debemos mucho a Martiniano, porque no lo dejó morir. De hecho, en 2016, la Asociación le entregó la “Orden del Pincel”.
¿Cuáles son los referentes actuales?
® José Espinosa es el referente más grande que tiene el filete; Marcelo Sainz de una técnica espectacular, con otra impronta; Sergio Menasché, muy talentoso lo mismo que Adrián Clara que hace 25 años está en la Feria de San Telmo.
¿No hay mujeres que se destaquen?
® No solo se destacan sino que la Vicepresidenta de la Asociación es Silvia Dotta, los mejores mates fileteados son de ella, es una maravilla; Paula Di Pietro, realizó una cara de Gardel en un círculo de 7cm de diámetro en un guante de boxeo, le faltaba cantar; Romina Storino también tiene trabajos muy buenos. Hace años era impensado que una mujer fileteara simplemente porque era un trabajo de taller, lugar habitado por hombres; ahora es diferente y aprendimos de ellas su delicadeza. El arte no tiene sexo.
¿Cómo se formó la Asociación de Fileteadores?
® El primero que tuvo la idea fue Ricardo Gómez, pero quedó en la nada. Hace diez años, Memo Caviglia (1972-2020) que lo frecuentaba y que tenía pasión por el filete -sabía todo sobre la técnica en carruajes, carros, colectivos- me comentó que quería formar la Asociación. Le dije que contara conmigo para lo que sea, fuimos convocando a los fileteadores que conocía cada uno y ahí se inició. En su taller hacíamos las reuniones, nos juntamos todos alrededor de él y la presidió durante los últimos ocho años, hasta que falleció recientemente. En la actualidad el Presidente es Diego Prenollio y tenemos casi 200 socios unidos por la pasión por el filete. Así pudimos hacer muchas cosas.
¿Por ejemplo?
® Hace 10 años comenzamos con el Encuentro Anual de Fileteadores. El primero se realizó en Mataderos en el cine El Plata -Av. Juan B. Alberdi 5751, CABA-, se presentaron más de treinta y teníamos miedo que fuera un fracaso. Rubió, me dijo: “No sabés en que lío se han metido”, porque cuando hizo la primera exposición del libro de los Maestros fue muy combatido porque se decía que el filete era un arte menor. Fue todo un éxito, hubo más de mil personas.
Cuando llegó Carboni, que ya estaba enfermo, se puso a mirar las tablas y los pedazos de carro fileteados, un señor comentó que lo veía asombrado y él le contestó: “Cómo no voy a estar asombrado, si ustedes se asombran de lo que antes nadie se asombraba”, porque la gente convivía diariamente con esas pinturas.
Este año será el 10° Encuentro, siempre para el mes de septiembre porque el 14 es el Día del Fileteador. Hace cuatro años lo venimos haciendo en el Museo del Senado de la Nación y contamos con la presencia de artistas de Argentina, Paraguay, Venezuela, Colombia. Muchos -como Pascual Salinas de Bolivia- aprendieron acá y vienen a la exposición.
El objetivo actual de la Asociación es que el arte del filete sea académico o sea que se enseñe en los colegios. Asimismo en su sede se dictan cursos y la persona que esté interesada solo tiene que llamar a los teléfonos de cada profesor que figura en la grilla.
Por todo esto, en 2019, la Asociación fue reconocida con el diploma de Interés Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la UNESCO, en 2015, declaró al filete Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Por lo visto dejó de ser lo que nunca fue, un arte menor.
Texto y fotos : Isabel Bláser