El histórico oficio de ser portero

Por Daiana Ducca

Fotos Edgardo “Super 8” Gherbesi

Maria Vidal y Manuel Varela

Maria Vidal y Manuel Varela

En el ámbito educativo, años atrás, la figura del portero remitía a la autoridad. Aquella persona era identificada por su impecable guardapolvo color blanco, azul o -en algunos casos- gris y asistía tanto a los directivos y docentes, como también a la totalidad del alumnado. Con el paso del tiempo y como tantos otros, este trabajo fue transformándose hasta llegar a la actualidad en que cambió desde la vestimenta -que los distinguía- hasta las actividades diarias del oficio.

“Antes usaba guardapolvo, pantalón y camisa azul, porque era el uniforme que nos daba el Gobierno de la Ciudad, ahora ya no uso uniforme”, cuenta el portero de la escuela Otto Krause (Paseo Colón 650), Washington Naranjo, quien vive en el segundo piso de ese industrial y fue testigo, a través de los años, del paso de muchas autoridades del colegio. Comenzó a los treinta años de edad y marcando la diferencia con épocas pasadas, cuenta que su trabajo “era más respetado” y “tenía más obligaciones” que en la actualidad. “Era otra cosa, los alumnos eran más respetuosos y las autoridades más exigentes”, afirma este hombre que, por ser el portero de dicha Institución desde hace 25 años, conoce el oficio mejor que nadie.

Washington Naranjo

Washington Naranjo

María Ángela Varela -nieta de los porteros que se desempeñaban en la escuela Deán Funes, ubicada en Defensa 1431- comenta que esta tarea hace años “era muy valorada ya que tenía a su cargo el manejo de la escuela, no desde lo pedagógico sino desde lo operativo”. Recuerda que sus abuelos -Manuel Varela y María Vidal- vivían en el piso superior del colegio. Manuel “tenía una cercanía muy grande con la directora, era su secretario privado y asistía también a las maestras, quienes le regalaban libros escolarespara sus hijos”. María, en cambio, se encargaba más de lo que tenía que ver con la “limpieza de las aulas” y de “preparar la copa de leche y el pan para los alumnos”.

María Ángela, quien es docente en el Normal Nro.3 y que se desempeña -junto a la Prof. Pilar Laje- en la creación del Museo de la Institución (proyecto impulsado por la rectora del colegio, Lic. Silvia Ledo, que fue descripto en nuestro número anterior de El Sol), recuerda que al mediodía la escuela se cerraba y “los hijos, uno de ellos mi padre, subían a su casa mientras mi abuela bajaba a ordenar la escuela. Más tarde toda la familia junta baldeaba el patio, que era -a su vez- el patio de su propia casa”.

Su condición de docente es la que le permite establecer más claramente las diferencias que existen entre el antes y el ahora, haciendo la misma tarea. En referencia a esto último María Ángela sostiene que “no hay punto de contacto” entre la época pasada, en la cual “tenían muy marcado el orden y la disciplina” y el hoy, cuando “pareciera que todo es lo mismo”. Y profundiza diciendo: “Hoy los colegios se despersonalizaron hasta en la forma de vestir. El delantal blanco que se usaba representaba el compromiso y el orgullo de trabajar en la escuela. Se hacía por vocación y no por el sueldo, eso modifica la relación de las personas con la institución”.

Actualmente no solo cambió la figura del portero y lo que representa para alumnos y autoridades, sino que a su vez se comenzó a implementar en las escuelas la contratación de mujeres que limpian por hora. La relación entre este tipo de personal y quienes asisten al colegio es menos estrecha y cálida que la que mantenían -en el pasado- con los porteros, lo que conlleva a que su sentido de pertenencia hacia la institución sea mucho

más débil.

Los testimonios de María Ángela y Washington evocan un pasado en el que, para ellos, la escuela, el trabajo y el hogar eran su vida. Eso hacía que todos formaran parte de una gran familia. Esta realidad, que hoy ya no se ve, tiñe esos recuerdos de nostalgia por

aquellas épocas en las que, hombres y mujeres de guardapolvo impecable, eran una autoridad más en el colegio pero también eran capaces de ganarse el corazón de los alumnos, docentes y directivos.

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