El nuevo adoquinado

Por Isabel Bláser

¿Por qué para hacer algo nuevo hay que destruir lo antiguo? Nunca voy a entender ese razonamiento. A nadie le gusta lo viejo, roto, sucio, arruinado y es lógico que así sea, porque la imagen no es agradable. Pero una cosa es lo viejo y otra lo antiguo. Es este concepto el que hace la diferencia.

Cada etapa histórica dejó a la humanidad sus huellas y apreciarlas nos hace sentir profundamente que no en vano hombres y mujeres caminaron las sendas del mundo. Estar en contacto con esas huellas, nos transporta a la evolución o involución del hombre a través de los años.

Por eso, es imprescindible respetar y conservar el legado histórico. San Telmo es la historia de Buenos Aires y los santelmeños queremos conservar lo antiguo, para encontrar en eso nuestra memoria celular arquitectónica transmitida de generación en generación.

Alguno puede decir que el nuevo adoquinamiento es “igual” al que trajeron los barcos que iban y venían exportando e importando productos y no es así. Porque los originales tienen sobre su superficie los rastros de personas que los recorrieron, gastándolos con su andar y dejándonos el registro de saber quiénes fueron nuestros antepasados. O sea, el invalorable aporte de saber de dónde venimos históricamente para entender -en definitiva- quiénes somos.

Lo nuevo reluce y muchas veces encandila, pero le falta la carga emocional que le dan las historias humanas transcurridas a lo largo de su existencia y que, en definitiva, nos permite seguir el rastro de la humanidad aunque sea en un pequeño cuadrado de piedra oportunamente cortado a mano y puesto con la mano y no, armado perfectamente por una máquina.

Mi madre que tejía al crochet y que hizo cantidad de colchas, tapetes, almohadones, carpetas, etc., cuando yo le marcaba un pequeñísimo error en el tejido o que el hilo quedaba más flojo o más tirante, me miraba a los ojos y con su voz docente me decía: “tiene el valor de haber sido hecho por una persona, no por una máquina”. Esa es la idea de cultura, la transmisión generacional de usos y costumbres en todos los órdenes (la palabra cultura, según la Real Academia Española, es el «Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.»).

Los “nuevos” habitantes de San Telmo -léase, nosotros- tenemos el deber de resguardar la memoria histórica de la ciudad y defenderla. Los que hemos elegido este barrio de la ciudad para vivir, no buscamos lo descartable sino lo arraigado, lo nuevo que resalte lo histórico no que lo deseche. Por tanto, cualquiera sea el gobernante de turno le pedimos que respete nuestra idiosincrasia y que no avasalle lo que nos identifica, para masificarnos.

 

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