El titiritero
Se llama Guillermo Bernasconi, es argentino, titiritero y los domingos derrama su arte en San Telmo.
“La guitarra en el ropero
Todavía está colgada
Nadie en ella canta nada
Ni hace sus cuerdas vibrar”
Así, con este tango de fondo, mientras se levanta el borracho prendido a la botella agarrándose del farol, comienza la función. La veo completa, como tantas otras veces y cuando termina me acerco a Guillermo para comenzar con la entrevista pactada.
¿Por qué eligió San Telmo para trabajar?
GB – Porque a pesar de que Buenos Aires es muy grande, no hay muchos lugares en donde los domingos haya tanta afluencia de turismo y el espectáculo que creé tiene mucho que ver con toda la estética de San Telmo.
¿Desde cuándo es titiritero y dónde estudió?
GB – Hace 30 años y estudié primero en Brasil -donde viví un tiempo- con muchos titiriteros de gran valía, marionetistas de San Pablo, Belo Horizonte y Río de Janeiro y cuando volví a Buenos Aires me perfeccioné en la Escuela de Titiriteros del Teatro San Martín, en el Centro Cultural Ricardo Rojas y cada vez que viene a Buenos Aires un extranjero a dar algún seminario o workshop también lo hago.
¿Hace sus propios títeres como la mayoría de los titiriteros?
GB – Sí, los hago yo.
¿Qué sintió al hacer el borracho?
GB – El borracho nació en Brasil y se fue dando por casualidad. Primero hice al hombre solo pero le quería poner algo en las manos. Tomé un libro que tenía a un trompetista hecho como marioneta e indicaba cómo hacerlo y de pronto se me ocurrió ponerle una botella. Todo se fue dando, como ocurre con casi todas las obras artísticas.
¿Por eso también hizo el farol, por lo típico del borracho que se agarra a algún lado?
GB – Claro, al crear la escenografía, inspirada en “El Viejo Almacén” y algunas postales de Buenos Aires, aparecen el buzón y el farol como estereotipos de la zona.
¿Cómo se llama el muñeco?
GB – “Cholito”. El nombre se lo puso un espectador. Me preguntaba ¿Cómo anda Cholito? Al principio yo no sabía a quién se refería, hasta que me di cuenta. Me pareció que ese nombre combinaba perfectamente. En realidad, como nació en Brasil, se llamaba Zeca Pagodinho y acá fue Cholito.
¿Tiene otros títeres además de Cholito?
GB – Sí, tengo varios. En marionetas tengo un esqueleto, un payaso y en títeres de guante o bocones tengo tres espectáculos más. Son más de 30 o 40 títeres.
¿El resto de los espectáculos, dónde los presenta? Aquí (Defensa entre Carlos Calvo y Humberto 1°) solamente vi éste.
GB – Claro, porque “el borracho” es para este lugar. Este es el único sitio fijo. En San Telmo también hago un espectáculo que se llama “Tres obras Tres”, es infantil y lo presento en el Museo del Títere en Estados Unidos y Piedras. Con los otros espectáculos voy donde me contratan. Tengo uno que se llama “Lagartópolis”.
¿Por qué cree que “Cholito” se emborracha? ¿Qué le pasó en su vida?
GB – Está representando muy bien la poética de los tangos que uso, “Nostalgias”, “La última curda,”, “Tabernero”, “La última copa”, “Tomo y obligo”. O bebe de puro curda nomás. No es porque lo dejó una mujer ni por nada especial, es porque le gusta.
¿Qué les pasa a Cholito y a usted cuando lo guarda?
GB – Nada, no me pasa nada. Cholito es un medio de expresión con el que trabajo. Es como cuando un guitarrista guarda su guitarra. La gente lo humaniza porque tiene forma de cuerpo de humano, pero no humaniza una guitarra, salvo Disney que es el único que humanizaba todo.
¿Es muy difícil hacer un muñeco así?
GB – Hoy, por Internet, se pueden ver marionetistas búlgaros, de Estados Unidos y de la India con muñecos que son muy complejos para hacer.
¿En qué se diferencia la marioneta del títere?
GB – Es un tema cultural, una cuestión de idioma; nosotros heredamos todo de España e Italia, entonces, como allá, la diferencia es que la marioneta es un títere con hilos, pero en Japón o China son títeres todos por igual. Todas las culturas tuvieron y tienen, todavía hoy, muñecos manejados con hilos, con un palo o con la mano.
Comienza a caer la tarde y se escucha:
“Fuerza canejo, sufra y no llore,
Que un hombre macho no debe llorar”.
Con la típica música del alma porteña que nos hace vibrar, me despido de Guillermo y me alejo de la tarde dominguera de San Telmo mientras el borracho -prendido a la botella, agarrado del farol- se empieza a levantar.
Texto y foto: Stella Maris Cambré