El turismo en San Telmo: mirando hacia el futuro
Ya se sabe: el turismo y el consumo ligado a él han hecho revivir a San Telmo. Para muchos comerciantes del barrio, la cuestión no pasa por si el turismo es bueno o no. Es económicamente necesario.
A estas alturas, no debe existir ningún comerciante en el barrio, incluso el más enfocado en el público local, que no haya sentido el impacto del turismo en sus cuentas a fin de mes. Según datos gubernamentales, el turista gasta un promedio de 110 dólares por día durante su estadía porteña. Y algunos de esos dólares se hacen notar en San Telmo.
Algunos negocios, y no pocos, simplemente no existirían sin el turismo.
La Bicicleta Naranja, en el Pasaje Giuffra, vende hasta el 85% de sus alquileres y tours al turista. En Diversa, tienda de diseño en Humberto Primo, un promedio del 70% de las ventas son a turistas. La tradicional pizzeria Pedro Telmo (ver nota p. 6) depende del turista para un 50% de su facturamiento.
Para muchos comercios de la zona, la venta al turista es el ganapán que los sostiene y alienta el crecimiento hacia el futuro, sea cual fuere el rubro.
Pero visto desde otro punto de vista, el turismo está cambiado brutalmente la fisonomía y tela social del barrio, e incluso la experiencia de caminar por sus veredas. La calle Defensa ya carece casi completamente de locales apuntados al residente permanente, ni hablar de la feria de los domingos. La calle Chile es otro pasillo netamente turística, donde pocos locales están atendidos por sus dueños y la vida vecinal se está desvaneciendo.
Comienzan a aparecer con más frecuencia los gigantescos blancos ómnibus de turismo—muchas veces llevando grandes grupos a las tanguerías o salones de fiestas de la zona. A veces se estacionan uno detrás del otro, y son tan altos que tapan el paisaje de la cuadra. Otra situación frecuente es caminar por la calle y ser abordado por alguien repartiendo folletos—para un nuevo restaurant o una cena show.
Junto con los negocios que apuntan directamente al turista aparecen locales para un consumidor de altos recursos: boutiques de marca, bares de precios comparables a los de Puerto Madero o Palermo, y los departamentos y lofts reciclados que se venden a un mercado extranjero.
Estas realidades a veces parecen anunciar un futuro en el cual el turismo y el alto consumo domina el barrio en vez de compartirlo con el residente.
Incorporar al público local
Para que esto no ocurra, todos los involucrados en el turismo deben preocuparse por entender el impacto que su actividad genera en el entorno barrial.
Algunos emprendimientos ya lo hacen, y sirven como ejemplo de cómo se puede conjugar exitósamente el comercio orientado al turista con una actitud conciente hacia el barrio y su gente.
Soledad Amarilla y Virginia Toricez, propietarias de Diversa, no se olvidan del público barrial. Un año después de la apertura de Diversa, en Humberto Primo, abrieron en octubre una nueva tienda sobre la calle Perú: “Tranquila, Corazón”. Allí, ofrecen indumentaria más económica y práctica a un público mayoritariamente local.
Soledad y Virginia representan el nuevo San Telmo que conjuga diseño, moda y turismo. Pero también, a su manera, representan la tradición. Como muchos de los comerciantes de la antigua estirpe, ellas trabajan en familia: son cuñadas (casadas con dos hermanos).
Con respecto al turismo, Virginia opina que siempre hay que buscar el equilibro. El negocio que apunta al turista también debe acomodarse al barrio, en vez de imponer una estética, trato o estilo que desencajan.
“El turismo que viene, viene porque el barrio es así”, dice Virginia, que vive en San Telmo. “En cuanto se modifique van a dejar de venir”.
En La Bicicleta Naranja, local de alquiler de bicicletas y tours, el propietario José María Oyharbide cree que sus acciones para incorporar la comunidad y el vecino a su proyecto han dado frutos importantes.
“La gran tarea para mí en términos de comunicación era incorporar al público local en el proyecto que estaba encarando. Es más armonioso trabajar así”.
Geografía barrial del turismo
El turismo en San Telmo ya tiene tres ejes: el Parque Lezama, la Plaza Dorrego, y los alrededores de la calle Chile.
Los emprendimientos turísticos se concentran con más densidad alrededor de la Plaza Dorrego entre el Bajo y la calle Perú, límite del Área de Protección Histórica (APH). Pero la tendencia es que el desarrollo turístico se vaya expandiendo, hacia el sur y hacia el barrio de Monserrat.
La zona del Parque Lezama ya es un importante núcleo de boutique hotels y bed & breakfasts , o sea—pequeños hoteles apuntando a la atención personalizada y ambientes íntimos. El hotel Gurda, por ejemplo, cobra hasta 150 dólares por noche y cuenta con servicios que apuntan al aficionado de tango y vino.
También se empieza a hablar de un derrame de hostels hacia Barracas, ahora que muchos hostels de San Telmo quieren hacerse más cómodos, caros y elegantes. Mauro Damiano, 24, guía en los tours de La Bicicleta Naranja, dice: “Quizá Barracas se está convirtiendo ahora en lo que San Telmo era antes”.
Con la llegada este año del Axel Hotel Buenos Aires a la calle Venezuela también se dio un importante empuje a la zona de Monserrat entre Chile y la Avenida Belgrano. Son unas manzanas que mostraban pocas señas de tener rumbo positivo hace algunos años. Ahora albergan el Axel, un cinco estrellas enfocado en el mercado gay, amén de galerías de arte y locales de indumentaria y moda.
La decisión del grupo Axel de instalar en esta ubicación su segunda propiedad de una proyectada cadena mundial de hoteles, debe ser leída como una apuesta fuerte por el futuro de la zona.
Por ahora, pareciera ser que no están del todo satisfechos con las condiciones de su entorno. De hecho, Jordi Tomas, gerente comercial, admite que dudaron un poco sobre si construir su hotel en San Telmo o Barrio Norte, en Recoleta o Palermo. Dice que al final la oferta cultural y la ubicación céntrica de San Telmo/Monserrat les hizo decidirse por la calle Venezuela.
Martín Ventura, gerente de marketing, considera que a San Telmo le falta mejoras, en seguridad y limpieza sobre todo, para que el barrio esté “en su máximo esplendor”.
Otro detalle interesante es la insistencia de la cadena de hoteles Axel en decir que su propiedad se ubica en San Telmo. En realidad, el hotel está a dos cuadras del límite con San Telmo (la calle Chile)— es decir, está en Monserrat. No es nada nuevo que negocios en los extramuros de San Telmo usen el nombre famoso del barrio vecino para ensalzarse. Y quizá la estrategia del Axel termine funcionando a medida que el hotel empiece a irradiar su influencia hacia sus alrededores, impartiéndoles una especie de honoraria condición de pertenencia a San Telmo. Pero en este momento, la fachada pulida, rectangular y moderna del Axel, con sus ventanitas de colores, hace un fuerte contraste con los inmuebles añejos, locales nada fashion y playas de estacionamiento que lo rodean.
El turismo que viene
El turista que viene a San Telmo ya no es el típico mochilero gasolero. Ahora, también abundan las parejas, los estudiantes, y la gente más madura en años, según Laura Soloaga, gerente del Hostel Carlos Gardel:
“Yo me acuerdo que antes el público era mucha gente europea que venía a divertirse, el clásico mochilero. Veía muchas noches de alcohol y fiesta. Es otro público el que viene hoy. Mucha gente viene a estudiar o a investigar algún tópico humanístico”.
Por su parte, el Hostel Carlos Gardel está en el mismo lugar donde comenzó a funcionar hace cuatro años, en la calle Carlos Calvo, y todavía ofrece alojamiento por un módico precio—28 pesos diarios en verano. Pero también ha adquirido dos departamentos, en un edificio vecino, que se alquilan a un precio más elevado a gente que busca más comodidad y privacidad.
No debe sorprender que hoteles más grandes se empiezan a instalar en el barrio, buscando captar este mismo flujo. En este momento hay por lo menos media docena de medianos o grandes hoteles construyéndose en San Telmo/Montserrat, o a punto de abrir sus puertas—algunos de ellos de cuatro o cinco estrellas.
“San Telmo va a desarrollarse con una oferta de hoteles temáticos que van a acompañar el desarrollo de grandes hoteles en otras zonas”, dice Jorge Giberti, saliente subsecretario de turismo porteño.
La otra cara de este turismo es la modalidad del alquiler temporario de departamentos.
El turista que viene a San Telmo para hacer una estadía larga—semanas o meses—son los clientes de Carlo Pessano, propietario de un dúplex en la calle Humberto Primo. Carlo ha alquilado su departamento a abogados, escritores, y estudiantes; a irlandeses, franco-canadienses y estadounidenses. El alquiler del dúplex, con dos dormitorios, balcón-terraza y dos baños y medio, puede trepar hasta los 1.500 dólares el mes.
Pero como suele pasar cuando gente nueva empieza a compartir un espacio dónde antes había una cultura muy basada en lo local, la convivencia de turistas y residentes permanentes no siempre es totalmente armoniosa.
Algunos incidentes en el edificio dónde Carlo alquila suscitaron quejas o perplejidad en los vecinos. Por ejemplo cuando un joven abogado norteamericano armó una fiesta ruidosa, en la que los concurrentes gritaban cosas desde el balcón a los que pasaban por la calle; o cuando una modelo que había alquilado el departamento se paseó semi-vestida por los pasillos del edificio tarde a la noche, tocando timbres y pidiendo prestado un secador de pelo.
A pesar de los inconvenientes que pueden surgir, Carlo piensa que el micro o mediano-emprendimiento descentralizado es la mejor forma de desarrollar un turismo sostenible en San Telmo.
“Me gustaría que hubiera inversión para hacer cosas pequeñas y selectivas para el turista, no esas mega-producciones que pueden vulnerar lo particular que tiene la zona”, dice. “La esencia del barrio es una cosa etérea, una cosa que flota. Es difícil de expresar pero es lo más importante”.
Conservar la esencia
El turismo representa una oportunidad y un desafío a la vez. Puede ser desarrollado de manera inteligente. Pero también, si se descontrola, puede estropear la personalidad de un lugar. Esto puede ocurrir si no se cuidan las cosas más valiosas que éste posee: su identidad, autenticidad y carácter singular.
Las fuentes de estos valores son las personas que viven y trabajan en San Telmo, especialmente las que están aquí hace años.
Lo más penoso que ha ocurrido con el auge del consumo y el turismo es la pérdida de inquilinos y comerciantes, expulsados por los altos alquileres. También se han ido residentes tradicionales que vendieron sus propiedades para aprovechar los altos valores inmobiliarios.
En lo posible, el turismo debe ser orientado para aliviar estas presiones que hacen huir al vecino y comerciante tradicional. Ellos deben de alguna forma verse beneficiados e involucrados en el nuevo San Telmo. En parte esa es una responsabilidad individual (hasta cierto punto hay que acostumbrarse a la nueva realidad para vivir aquí); en parte la responsabilidad es de los emprendimientos turísticos, que deben hacer lo que pueden para no marginar al residente.
El gobierno también puede hacer su parte, haciendo cumplir códigos y ordenanzas de protección histórica que controlan al sector privado y otorgando compensaciones y subsidios para corregir desequilibrios (por ejemplo, se pueden otorgar créditos a residentes y negocios con trayectoria en la zona).
Pero al final, los residentes son los únicos que pueden mantener la autenticidad del barrio y asegurar que no se eche a perder su esencia. Ellos son los que mejor lo conocen y mejor sabrán visualizar y planificar un futuro en qué el desarrollo económico y la vida humana, convivan armoniosamente. —Marcelo Ballvé
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