Enseñar a valorar
Una charla con un maestro de la Escuela Taller del Casco Histórico
Por Diana Rodríguez
La Escuela Taller, ubicada en Brasil 170, forma parte del Plan de Manejo del Casco Histórico. Su objetivo fundamental es articular capacitación y empleo, formando mano de obra idónea para la recuperación del patrimonio edilicio. El programa está destinado a personas de ambos sexos, preferentemente en condiciones de desempleo, subempleo y vulnerabilidad social, residentes en la ciudad de Buenos Aires. Concurren a los cursos introductorios, talleres y prácticas de obra, alumnos que transitan por distintos niveles de capacitación en forma modular y flexible.
El Sol de San Telmo llegó hasta la Escuela y dialogó con el maestro de albañilería Teófilo Lescano quien cuenta que llegó en 2004, por intermedio de su hija Analía. “Ella me pidió que viniera. Yo toda mi vida fui albañil y dejé mi trabajo por un tiempo. Pasaron los meses, me fui quedando hasta que me lo hice definitivamente”, cuenta “Teo” como lo llaman todos cariñosamente. “Cuando digo que trabajo en Brasil y Paseo Colón, muchos me contestan ¡pero ahí no se ve nada!”, comenta el maestro. En efecto, la Escuela pasa inadvertida en la cuadra, solo un pequeño cartel puesto en un gran portón anuncia la existencia del establecimiento. “Recién cuando entran acá ven lo importante que es esto para los chicos, para los alumnos, para que aprendan. Esa es mi tarea”, dice Lescano.
¿Cuántos alumnos tiene?.
Trabajo en dos turnos: lunes y miércoles de 9 a 16hs., martes y jueves de 11 a 18hs.. Y los viernes preparo los materiales que los alumnos necesitan para trabajar el lunes. Tengo cinco alumnos, tres mujeres y dos varones.
¿De qué edades?.
Tengo de alumna a una señora de más de 60 años y una chica de 24 años. La edad no tiene importancia. Recién ahora que estoy acá, veo cómo trabajan las mujeres. He hecho trabajos en andamios y me quedo admirado de cómo lo hacen las chicas. Son más detallistas. Los alumnos (varones) son más prácticos, quieren hacer cantidad. En cambio las mujeres se fijan más en los detalles, hacen el trabajo bien prolijo, como tiene que ser.
¿Cuánto dura el curso de albañilería?.
Son cuatro meses, incluido el introductorio. Aquellas personas que quieren continuar con alguna tarea, se le brinda la oportunidad. Después de hacer tres introductorios, pueden decidir en qué se quieren capacitar. Pueden elegir albañilería, carpintería, yesería, incluso hay luthiers; existen todas las especialidades de ese tipo acá. Lamentablemente tuvimos profesores muy buenos que se fueron, porque no se los contrató.
¿Los profesores están contratados?.
En la Escuela hay profesores, como yo, que pertenecen a planta y otros que están contratados. El yesero, Casimiro Cejas, es un genio, un maestro. Se necesita gente de edad porque está más capacitada, sabe mucho por experiencia. El aprendizaje que tiene esa gente es muy importante. Yo le digo a mis alumnos: quizás ustedes no van a ser albañiles, pero van a tener un conocimiento de cómo se preparan las mezclas, en qué proporciones. Tengo un alumno de la escuela que ya tiene gente a su cargo. Es yesero albañil.
Lescano tiene 63 años y solo terminó la primaria. Tiene la piel curtida por el sol pero habla con la dignidad que da el trabajo, con mucho respeto hacia los alumnos de la Escuela Taller. “Han trabajado sobre la Catedral, el Congreso y la Casa Rosada”, señala con orgullo. “Yo admiro a los chicos que quieren aprender”, sentencia. Como buen maestro que es, quiere que sus discípulos lo superen. “Les doy todo a los chicos, lo mucho o lo poco que sé. No escondo nada”, aclara.
¿Trabajar acá le cambió en algo la vida?.
Sí. Económicamente, me iba muy bien antes. El cambio fue muy brusco porque no cobré los primeros cinco meses. Recién a los seis meses me dieron un pequeño sueldo. Pero se trata de entender hasta dónde cambia uno cuando se enamora de algo. Como mi hija –Analía- estaba conmigo, era como si estuviéramos en nuestra casa. Después ella se fue y me quedé igual, porque le tomé cariño a este trabajo. Veo cuánto uno se sacrifica acá. Desgraciadamente no tenemos la ayuda necesaria. Aunque nadie nos vea, los profesores muchas veces sacamos plata de nuestro bolsillo para pagarle a los chicos el boleto. El alumno necesita herramientas e insumos y hay muy poco presupuesto para eso. Yo digo esto: nosotros no estamos para lucrar, estamos tratando de enseñar oficios para preservar el patrimonio histórico.
El otro día –por ejemplo- fuimos a hacer un trabajo en el Museo Larreta. Siempre le digo a los chicos “ustedes están tocando cosas de 200 años de antigüedad”, para que ellos le den valor a lo que hacen. En una galería sacamos todas las mayólicas del siglo XIX; las sacamos una por una, las limpiamos, revocamos y colocamos la cerámica. Había mayólicas partidas y las dejamos como nuevas. El encargado de ahí no me preguntó de dónde eran los chicos. Cuando terminamos el trabajo ¿usted cree que nos dijo gracias?. Eso es lo que muchas veces nos duele. Esos chicos hicieron un trabajo de $5.000. No lo digo por mí, yo no los necesito, sino por los chicos que tuvieron que costearse hasta los viajes.
¿Qué es lo que más le interesa enseñar?
Lo que más me interesa enseñar es la preparación de la persona. No sólo el oficio, sino también es importante cómo tratar a la gente. Alguien puede ser un gran albañil, pero no tener buen trato con las personas. A veces voy a ver cómo está haciendo un trabajo un alumno mío y eso no me lo paga nadie. Siento que tengo que ir , porque yo lo formé.
Como diría el Principito: “El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. Y en esta Escuela, donde los recursos no llegan a cubrir el enorme valor que se está llevando a cabo, se ve claramente que es el amor que invierten los maestros como Teófilo Lescano en sus alumnos que logra conservar este rubro tan importante.
Menos mal que todavia hay gente como usted… remarco la palabra gente. Gracias!!!!