Entredichos entre bichos

Tengo en mis manos el libro de María Julia Schmidt, que da título a esta nota y me llama la atención que no tenga ningún prejuicio en escribir -entre otros bichos- sobre la chinche, el vampiro y las arañas. Su poesía es fresca, carente de tabúes, desprejuiciada y, como bien dice en la contratapa, remite al lejano lenguaje límerick usado en general con humor. A esto se le agregan las excelentes ilustraciones de Rodrigo Folgueira.

Al consultarle a la autora ¿Cómo se te ocurrió involucrarte en la literatura infantil?, dice: “De niña me encantaba escribirle poesías a mi papá, porque lo emocionaba mucho. Era muy sensible y tuvo que “endurecerse” para abrirse camino en la vida; honesto, trabajador y devoto de su familia, pero un poco frío y distante en el trato. Creo que -en definitiva- eran intentos de conectarme de manera más profunda con él. Tenía mucho sentido del humor y me  gustaba verlo reír.

Por fortuna los libros siempre estuvieron presentes en casa; la lectura era la actividad favorita de mi madre. Recuerdo que tenía su «librero» (de la Librería Kier) que le recomendaba una docena de libros para hacer la compra mensual.

Ya adulta, cuando mis padres partieron, sentí una imperiosa necesidad de escribir. Imagino que un poco como catarsis ante las adversidades que enfrentamos y, también, como tributo hacia ellos, por quererme y educarme para que sea una persona de bien.

Volcar en estos textos, muy sencillos, la idea de que siempre se puede salir adelante si somos fuertes y nos permitimos reír un poco… incluso de nosotros mismos. El humor fue una cura para mi vida. El humor que es sano, que no ofende al otro, el que se comparte.

Y siento que el libro es para niños grandes y grandes aún niños, porque todavía conservo esa curiosidad y capacidad de sorpresa de una mente infantil.

¿Creés que los padres se preocupan/ocupan de orientarlos en la lectura de otros textos que no sean los que están de moda?

La industria cultural actual del cine, la tv, las series enlatadas y los videojuegos, complicaron mucho las cosas. Como dijo Umberto Eco, estamos asistiendo a una época en la que deberemos lidiar con el exceso de información; la sobrestimulación. Deberemos aprender a seleccionar, sintetizar y dosificar.

Creo que somos una sociedad bastante “cholula”, que adora a los «exitosos». Tenemos una concepción del éxito poco abierta a la riqueza que puede ofrecernos la diversidad. Ese es el terreno poderoso del Arte: celebrar la diversidad.

Me quedo con el valor de los procesos, los intentos sinceros, sin ansiar estrepitosos resultados.

¿Qué repercusión tiene la lectura en la vida de un niño?

Abrir las puertas inmensurables de la imaginación.

¿Pensás que en un libro es tan importante el texto como las ilustraciones?

Sí. Sobre todo para literatura infantil. Ninguno de los componentes puede faltar. La ilustración nutre, completa y dimensiona de manera visual. En mi caso, a Rodrigo lo conocí recorriendo librerías para elegir un ilustrador posible. Lo contacté por mail… le mandé los textos y por suerte aceptó realizar el trabajo. Avanzamos de una manera muy armónica y cordial a través de Internet ¡Aun sin conocemos personalmente! La fortuna y/o la condena a la que nos arroja la virtualidad de hoy… Pero siento que el libro fue un trabajo hecho en equipo.

¿Cómo te parece que habría que inducir a los chicos a interesarse para que el libro vuelva a ser un buen «amigo»?

Creo que es una tarea para los padres, familiares, escuelas e instituciones gubernamentales: incentivarlos, generar concursos y eventos participativos, llevarlos a ferias, regalarles libros usados si no se tiene tanto dinero. Acercarlos nuevamente al libro mostrándolo como alternativa posible, sin por esto impedir que consuman videos, videojuegos o pelis… Un libro requiere más esfuerzo de asimilación, una tarea que supone más dedicación de parte de los padres que hoy no cuentan con tanto tiempo ¡Pero lo vale!

¿Te parece que actualmente hay posibilidades para los escritores y especialmente para los poetas?

Es difícil si no te has hecho de un nombre. Pero no imposible. Hay concursos, cuestiones participativas en los barrios, se trata de estar al tanto y animarse. Si perseveramos y somos pacientes, los sueños pueden concretarse.

¿Qué libros leías en tu niñez y cuál te gustó más?

Fueron varios. Todos los clásicos de la literatura infantil de esos tiempos (Charles Perrault, hermanos Grimm). Tenía también colecciones de cuentos infantiles de autores anónimos, que adoraba. Mis favoritos (aún hoy conservo algunos): una colección que se llamaba Muñequitos de Editorial Sigmar, ilustrados con fotografías de escenas realizadas con personajes de tela que eran bellísimos y otra (de Editorial Cucaña- España) de libros gigantes con comics de los clásicos de Disney; una colección de fascículos “Erase una vez el hombre”, donde aprendías historia de manera divertida; Tin Tín y también Mortadelo y Filemón de España. De aquí me encantaba María Elena Walsh.

También mucha enciclopedia de Salvat de ciencias, experimentos. Además me compraban muchas revistas ACME (Periquita, Pequeña Lulú, Tío Rico, Pato Donald, Archie) y nacionales (Lupin, Isidoro, Patoruzú).

Luego leí varios clásicos como Mujercitas, Tom Sawyer, Mi planta de naranja Lima, Platero y yo… Seguí con Nancy Drew (una chica detective amateur) y pasé a Agatha Christie.

En los últimos años de la secundaria tuve al profesor Aguirre, muy querido, que nos acercó a Cervantes, García Lorca, Lope de Vega, Shakespeare, Mary Shelley, Julio Verne, Jane Austen, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Horacio Quiroga, José Hernández, Julio Cortázar… e intentar comenzar a abordar ¡La obra de Jorge Luis Borges!

¿Cuáles deberían tener los chicos en su biblioteca?

Deberíamos categorizar según las edades y etapas de madurez… Imagino libros que denoten su tiempo e intereses actuales, pero combinados y buscando una ecléctica convivencia con los relatos invaluables de grandes autores del pasado. Bibliotecas con todos los volúmenes de Harry Potter, el Señor de los Anillos, Charlie y la fábrica de chocolate, con Tutú Marambá, Mafalda, Cuentos de la Selva, Elsa Bornemann y también por qué no el Martín Fierro… También los libros de Pablo Bernasconi y Benjamín Lacombe. Miles de posibilidades en la aldea global actual.

Agradezco a la escritora por su tiempo, pero más que nada por su libro y ella -generosamente- ofrece ejemplares para bibliotecas y escuelas a las que puedan interesarles contar con él.

Texto y fotos: Isabel Bláser

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