Federico Poncerini, el rescatista de fachadas
Por Clara Rosselli
San Telmo abunda en edificios que necesitan restaurarse. En cada manzana pueden encontrarse, con certeza de buen caminante, balcones pelados, molduras caídas, balaustradas faltantes, hierros oxidados y, a flor de piel, pináculos destrozados; entre otras patologías. La restauración no es tarea fácil, menos la de fachadas. Federico Poncerini, egresado de Bellas Artes, es uno de los pocos restauradores de fachadas del barrio.
“La fachada es una escultura enorme expuesta todo el tiempo”, considera y la compara con la escultura. “Estas están más ligadas a lo monumental, yo lo concibo de esa manera”. Sus inicios en este oficio comenzaron luego de que incursionara en varios temas de escultura y pintura. Entonces se presentó un trabajo de restauración en una iglesia en avenida Corrientes y Esmeralda, en 1999. “Eso fue el comienzo de mi carrera de restauración. Con mis conocimientos de escultura pude lograr copiar piezas que le faltaban al edificio, lo que me abrió una brecha laboral y mucho más. Mucho más significó interesarme y profundizar en el tema y, además, ampliar mis conocimientos”, comenta el artista. La primera vez que se subió a un andamio sufrió vértigo. “Nunca me había subido a un andamio y, en ese momento, tenía que hacer que sabía. Veía los autos chiquitos desde esa altura”.
La restauración de fachadas es una labor sensible ya que hay que respetar al edificio antiguo y, por otro lado, dar una solución a un frente degradado. Poncerini nos comenta: “tengo una premisa para la restauración de fachadas: todo lo que se hizo antes de una manera, hay que seguirlo de esa manera. Si una pieza está partida por la mitad, en la restauración hay que hacerla partida por la mitad. Uno no puede subestimar nunca (a los constructores originales). Una de las cosas que más me inclinan a esto es el legado de los antepasados, creo que es lo más fuerte y que eso no puede perderse así nomás”.
En un principio, cuando recién comenzaba a restaurar, Poncerini usaba materiales convencionales pero “después uno empieza a tener más exigencias porque aprende que debe ser exigente y que debe tener el máximo de respeto por el edificio”. Este experto aconseja “realizar estudios de materiales, para poder incorporar otros nuevos y así encontrar la manera más acertada de trabajar. Los estudios, que se realizan en laboratorio incluyen -entre otras cosas- el análisis de la granulometría, de los áridos, de los conglomerantes, de los tipos de ferrites, de los colores de los materiales. Sin embargo, recién cuando uno se enfrenta con el edificio logra visualizar las reales patologías del mismo y lo que influye en ello: los vientos, por dónde cae el agua, etc.. Hay materiales modernos que no sirven para restauración, el secreto es usar los mismos que se usaron originalmente. Los materiales modernos pueden facilitar algunos arreglos, pero estos deben quedan por debajo de las capas visibles. El edificio tiene una naturaleza y tiene una forma de ser con materiales naturales, no sintéticos. La edificación antigua está preparada para usar materiales que lo dejen respirar, los sintéticos no sirven”.
En la casa de los Ezeiza, Defensa 1179, Poncerini y sus ayudantes hicieron muchísimos moldes y piezas. La fachada estaba muy deteriorada, los materiales denigrados se habían caído y estaba todo desconsolidado y sin solidez. “Esa es la clave de la restauración, la solidez” comenta vehemente Poncerini. “El problema del deterioro es la falta de solidez. Desde abajo parece estar bien pero cuando uno se acerca, se va encontrando con que todo esta peligrando. Así, la obra lleva más tiempo porque hay que arreglar lo que uno no veía antes de acercarse a la fachada”.
En temas de edificios del Casco Histórico, Poncerini considera que “hay muchos ‘enfermos terminales’. Con las ferias de artes y oficios organizadas por la Dirección de Casco Histórico en la calle Balcarce se concientizó mucho a la gente”. Y piensa que las gestiones con respecto al patrimonio son muy importantes para distribuir el conocimiento. Él participó de las ferias en sus comienzos. Estas se hacían dos fines de semana por año y allí se exponían diferentes oficios desde la confección de barriletes, muñecas, ornamentación, luthiers, restauradores de muebles, etc..
Luego de su primer trabajo de restauración, Poncerini fue atraído por el oficio. Acto seguido, repartió volantes en casas del barrio que estaban deterioradas y así lo fueron llamando. Su trabajo se vio beneficiado por sus conocimientos de artista, por su curiosidad para estudiar los materiales y sistemas de construcción antiguos -además de su aprendizaje in situ se capacitó en el CICoP (Centro Internacional para la Conservación de Patrimonio), en la Manzana de las Luces- y porque “Los que estaban en el tema de la restauración, no podían resolver ciertos temas relacionados a la construcción que yo sí podía”.
Entre los encargos que le hicieron se destacan: la restauración de la fachada de la casa de los Ezeiza; terminó la de la Estación Constitución; el edificio que Casco Histórico estaba reparando en Perú y Av. Belgrano, donde hizo un balcón exacto al otro.
“Cuando me tocó hacer la Estación Constitución había trabajado en ella un escultor al que yo conocía de las ferias de artes y oficios, que falleció. Entonces entré yo y otra empresa. Al ver el lugar de trabajo, nos encontramos con que todo estaba distribuido por todos lados, parecía Hiroshima. Nos llevó a mí y a mis ayudantes una semana para ordenarlo, pero lo maravilloso y que agradecí mucho es que el escultor había dejado todos sus moldes y la resolución de lo que había hecho. Aprendimos de los moldes que estaban allí. Fueron tres meses de trabajo sin parar. No había margen de tiempo para retrasarse”.
La obra de restauración debe tener un ritmo, “un tempo, un ritmo constante. Si no es así es que algo no funciona. Al comenzar el trabajo hay una energía que se va gastando a medida que uno va trabajando. En ese momento, cuando te vas quedando sin energía hay que ir terminando. Otro secreto es que entre sus ayudantes siempre tiene que haber una mujer ya que son más ordenadas. “Siempre participa en la restauración una mujer, aunque es en si un trabajo duro”.
La restauración debe ser lo suficientemente respetuosa para no quitarle la antigüedad que tiene una fachada, pero tampoco dejarla sin trabajar. “Por lo general tendemos a que lo que se restaura quede muy brillante y muy perfecto. Pero no es lo ideal”.
¿Qué será de la restauración? Poncerini ve un futuro próspero para este oficio “Hay mucha gente que le gusta la restauración y va a haber mucho trabajo”.
Hola a todos, dejo aqui este enlace. Es un texto para entender la problematica de los arreglos de fachadas antiguas de simil piedra. Qué hacer, qué NO hacer a la hora del arreglo.
Muy informativo! :
http://www.magadanyasociados.com.ar/pdf/CA21.pdf