Gabino Ezeiza: Poeta y payador
Por Ignacio Lavorano.
Cuando recorremos la historia de San Telmo, aparecen en su red social y cultural hombres y mujeres que dejaron su impronta. Teniendo en cuenta esa riqueza, en estas páginas hablaremos de uno de los personajes más interesantes que nació en nuestro querido barrio: el poeta y payador Gabino Ezeiza.
Este afro-argentino, nacido el 3 de febrero de 1858 y fallecido el 12 de octubre de 1916, era hijo de Joaquina García y Joaquín Ezeiza de quien llevaba ese apellido porque trabajaba para la familia y, por ende, como sucedía en esa época los esclavos -en todo sentido- eran “propiedad” de sus “dueños”.
En su temprana edad al pequeño Gabino siempre se lo veía entreverado en payadas en las pulperías del barrio, especialmente en la del moreno Pancho Luna, quien fuera payador en su juventud en los tiempos de Rivadavia. Tenía una pulpería en la calle Pasaje Giuffra 295 esquina Balcarce, donde siempre llegaban payadores y se armaban los duelos en los cuales el pequeño, atónito y deslumbrado, disfrutaba y aprendía admirando el bordoneo de la guitarra y los versos en rima. El mismo Pancho Luna fue quien le regaló su guitarra y le enseñó los primeros acordes.
Entre 1876 y 1878 participó activamente en la comisión directiva del periódico afro-argentino “La Juventud” junto con G. M. Arrieta, Juan Balparda y Benjamín Ramos; donde expresaba sus ideas y también sus versos rimados. Este periódico, como algunos otros -entre ellos “Los Negros”-, eran órganos de opinión, variedades, entretenimiento o también un medio de comunicación entre los mismos lectores (como podría ser hoy, El Sol). Tengamos en cuenta que para aquella época la cultura popular era, mayoritariamente, afro-argentina y más en esta zona de la ciudad. Por lo tanto, había una gran lucha de ideas antirracistas y revolucionarias y Gabino formaba parte desde su lugar de poeta y cantor popular.
“En el centenario del general San Martín: Permítasenos, como hijos que somos de la gran familia argentina, estampar en las humildes columnas de este periódico el sentimiento sublime que inspira la memoria de las grandes épocas”. (“La Juventud”, 3 de marzo de 1878).
Gabino era un gran militante político de las ideas de Leandro N. Alem y en 1880 participó en las luchas por la Ley de Federalización. Allí mismo, en los campamentos y fogones, empezó a surgir con ímpetu su imagen de cantor popular. La figura del payador nacida en fogones de campaña, lentamente fue acercándose a la periferia de la ciudad donde empezó a aparecer en bares, boliches, pulperías, circos y teatros. Gabino fue quien logró llevar, por primera vez, la figura del cantor popular a un teatro y logró formar parte de la grilla principal de actuaciones en Carnaval y circos. Anteriormente, el payador solo aparecía en momentos donde había que “rellenar” algunas presentaciones artísticas y eran contratados de forma repentina. Gabino tomó la decisión de conformar una estética diferente, en tiempos donde el mundo del espectáculo estaba en pleno cambio; hizo que la figura de un payador sea la de un artista, a través de su indumentaria, su conducta en el escenario, restringiendo el alcohol y cuidando el vocabulario. Digamos que decidió transformarse en una figura teatral, incluso dejó de presentarse en boliches o pulperías para elegir actuar en teatros o circos. Asimismo, empezó a cobrar su trabajo con honorarios y no con rifas o con la paga del dueño del lugar; también hizo uso de la prensa escrita para publicitar sus actuaciones o provocar sus duelos de payadas con los diferentes contrincantes.
Por otro lado, realizó varias grabaciones gramofónicas entre los años 1900 y 1915, las que -lamentablemente- hoy en día son de muy difícil acceso. Sin dudas Gabino fue un gran precursor, un artista revolucionario.
Su obra fue vasta e importante, por lo que en las próximas ediciones ahondaremos más en sus duelos con payadores y aventuras artísticas. Mientras, compartimos sus versos:
Mi caudal
Dos centavos y un cigarro
constituyen mi riqueza,
un candelero, una mesa,
una silla y un colchón.
Después de mi mente
brotan los desengaños más crueles,
así es que en estos papeles
hago una improvisación.
Unos pedazos de libros
porque ninguno está entero,
el lápiz, pluma y tintero
y un cuadro de Napoleón.
Después sacos, pantalones
y aquél que mejor se halla,
parece que en la batalla
fuera blanco de un cañón.
Otro montón de papeles
que yo llamo mis poesías,
donde hay penas y alegrías
todo remito a la vez.
Cartas, episodios, poemas,
declaraciones brillantes,
se encuentran en este instante
esparcidos a mis pies.
Los restos de una marquesa
de la tía de mi abuela,
la única herencia que queda
para a mis hijos legar,
que en balde con unos tientos
diez veces he reforzado,
otras tantas me ha volteado
aunque yo sé jinetear.
Tengo en el cajón los restos
de una pasta de pescado,
que la compré en el mercado
anoche para cenar.
Mi pobre guitarra ostenta
una cuerda y dos clavijas,
que pienso en alguna rifa
cinco centavos sacar.
Para empeñar tengo prendas
que es un estribo chileno,
dos argollitas de un freno
y un tarro de kerosén;
una linterna sin vidrio
que se la quité a un muchacho,
y papeles de despacho
que dan en el almacén.
¡Miren que he gastado plata!
casi ni decirlos debo,
al menos desde año nuevo
lo he seguido hasta aquí;
por lo menos diez centavos
he gastado cada día,
por andar en compañía
por eso es que me perdí.
Tenía dos nacionales
como quien no dice nada
los gasté en una sentada
en mucho menos de un mes;
y después cinco centavos
que antes de ayer he prestado
pero me han asegurado
que han de pagarme interés.
Gabino Ezeiza