¿Habrá un cambio en San Telmo si se lo designa Distrito de las Artes?
Lo que nos contaron los vecinos
Por Clara Rosselli e Isabel Bláser
Cuando uno vive en un lugar, a veces no tiene en cuenta lo que está a mano y tiende a buscar en otras zonas de la ciudad. San Telmo es un barrio que ha cautivado a gran cantidad de artistas tanto en el pasado como en la actualidad pero ¿eso es razón para que sea nombrado como parte de un Distrito de las Artes? Para dilucidar el tema, consultamos con gente relacionada a las letras y otras expresiones de la cultura, buscando sus opiniones sobre este posible proyecto.
La primera respuesta generalmente es incrédula. La segunda impresión, cuando la conversación se afloja, es que en San Telmo la cultura no necesita de etiquetas para desarrollarse. “Creo que San Telmo es un barrio que ya tiene vínculo con la cultura” nos dice Daniel Bottari, vecino y uno de los tres propietarios de la librería Fedro (Carlos Calvo 578). “Si se orientaran recursos para hacer actividades culturales o abrir talleres que han sido cerrados en su momento, sería una buena iniciativa, pero las cosas no se resuelven solo con el hecho de ponerles un título. Tiene que haber un real interés en desarrollar este tipo de actividades. No se trata de imponer un perfil ya que el barrio se desarrolla naturalmente y no debe tergiversarse el espíritu que tiene por si mismo”.
La tendencia general en las respuestas de nuestros entrevistados es de cierta desconfianza sobre un proyecto que, sospechan, esconde más intereses económicos que sociales. Las reflexiones sobre Palermo surgen inevitables y en cómo ese barrio ha cambiado en los últimos años debido a la presión inmobiliaria. Así, el vecino se vio obligado a partir.
Salvador Gargiullo dueño de la librería Club Burton (Estados Unidos 700) dice que, “etiquetar el barrio como un distrito cultural no va en perjuicio de que San Telmo siga desarrollándose en los sentidos más diversos, ya que todos esos rumbos parecen orbitar sobre un mismo tronco: su patrimonio cultural. Iglesias, museos, atelieres, librerías, tanguerias, anticuarios, talleres de arte… por donde se mire, el horizonte santelmiano es un hecho cultural y artístico”.
Todos sabemos que hace tiempo San Telmo transformó su imagen. Algunos estarán felices por eso y otros no tanto. “Es un barrio que fue cambiando un montón”, comenta Violeta Brenman de Cualquier Verdura (Humberto Primo 517), una “casa-tienda” de diseño que abrió junto a su hermano hace aproximadamente cinco años. Ella agrega: “me parece que lo importante es que se sigan manteniendo cosas emblemáticas como los anticuarios y los bares, (aunque) me encanta que también haya propuestas como la de la comida molecular”. Brenman no teme a los cambios, sino que los apoya mientras que se conserven la identidad del barrio. En ese sentido ella nos dice: “Me gusta que haya lo más trendy, lo más raro, pero que siga manteniendo la feria y el mercado”.
“La ‘palermización’ ya existe. La valorización de las propiedades ha hecho que muchos negocios tradicionales de acá se tengan que ir” comenta el Profesor de Literatura, Hernán Villasenin, de la librería El Rufián Melancólico (Bolivar 857). Según él, dar a los barrios este tipo de nombramiento “es una manera no violenta de expulsar a los pobres”. Opina que la mayoría de los negocios que todavía están en el barrio se quedan porque son dueños de las propiedades. Su interés no es meramente económico –muchos solamente “subsisten” con sus ventas– sino que lo hacen por el placer de pertenecer al barrio.
Una consideración que podría “barajarse” frente a la denominación de Distrito de las Artes, es que la misma ayude a aggiornar las normas vigentes para la nueva coyuntura del barrio y facilite la instalación de espacios culturales. Las condiciones de habilitación ahora son tan estrictas que los emprendedores se ven obstaculizados en sus proyectos. Andrea Caravella, de la galería Agua Fuerte nos comenta: “Por ejemplo, para dar talleres se debe sacar una habilitación donde te piden –entre otras cosas– que en el lugar haya dos baños y un estacionamiento y tenés que declararte como instituto”, cuando la intención es simplemente ampliar la oferta de talleres de arte y no instalar un establecimiento educativo. “Hay que tener mucho cuidado con todo lo que vas incorporando. Está lleno de trabas”, concluye.
Bottari no excluye la idea de una intervención a nivel gubernamental, de hecho hasta le parece que podría ayudar al barrio pero aclara puntualmente: “primero que vengan a hablar con los vecinos”. Recapacita sobre la idea de un distrito de arte y cultura e imagina los beneficios de una intervención sobre el barrio: la inauguración de un cine o de un centro cultural o de la reapertura de talleres que fueron cerrados cuando golpeó la crisis. Brenman agrega: “Yo no tengo problema que sea ningún tipo de distrito mientras arreglen las veredas. Si aporta está buenísimo pero si es para sacar una foto, no me interesa. A mí me parece que este barrio ya tiene una denominación y es el Barrio Histórico de la Ciudad. No necesita una nueva.”
El ejemplo de Palermo genera “los temores de que se quiera dar una impronta no típica (al barrio)”, como dice Bottari, y que deje de ser lo que ahora es: un lugar heterogéneo que incorpora y no excluye, abierto al vecino y a los turistas. Adriana Junger, vecina que realiza trabajos de decoración, lavado y pátina de muebles opina: “San Telmo tiene ya una impronta libre y natural, con jóvenes que han sabido utilizar sus fachadas como un marco de arte donde expresarse. Creo que es bueno este tipo de actividades culturales siempre que se mantenga la identidad”.
Para Caravella, San Telmo “es el barrio indicado para todo lo que tiene que ver con el arte, artesanías y desarrollo artístico”. Por otro lado Gargiulo observa que “el circuito de librerías de San Telmo está reconocido por el Gobierno de la Ciudad, con más de diez librerías diseminadas en menos de un kilómetro de extensión. Hasta la fecha ninguna cerró sus puertas, pese al desconcierto que generan la inflación, el incremento en los impuestos…”. En cuanto “al riesgo de una saturación de ofertas culturales… no veo por qué redundaría en un fracaso. San Telmo cuenta con un público fijo, uno local y otro peregrino, resultado del recambio turístico. Quiero decir, clientes e interesados nunca faltan”.
En resumen, parece que la movida cultural y artístico de San Telmo no es una cuestión de etiquetas. El barrio ya tiene vida propia. Todas las ramas del arte y la cultura convergen entre sus habitantes permanentes y los que visitan sus calles, buscando el mismo espíritu e identidad que lo ha caracterizado desde siempre.