Historias enterradas

Foto gentileza Enzo de Pellegrin

Foto gentileza Enzo de Pellegrin

Por Daiana Ducca

San Telmo atesora historias no solo a lo largo y ancho de sus calles sino también debajo de ellas. En épocas pasadas los túneles subterráneos servían de comunicación entre dos o más lugares, formando parte de la vida diaria de muchas personas y hoy despiertan nuestra curiosidad por ser algo que está  fuera de la cotidianidad de nuestras vidas.

Una historia interesante es la que se esconde en el subsuelo de lo que fue el Patronato de la Infancia,
ubicado en Balcarce entre Humberto 1° y San Juan, institución que se fundó hace más de cien años con el
fin de socorrer a la niñez desamparada. Un largo túnel comunicaba al Patronato con la iglesia San Pedro Telmo. Actualmente subsiste pero su extremo final se encuentra obstruido por escombros, eliminando así su conexión con la iglesia. Solo quedó de él una especie de sótano oscuro plagado de humedad.
Teresa Noemí Mealla, quien vivió en el Patronato cuando ya no se utilizaban estos pasadizos secretos,
refiere relatos de otras personas y cuenta que “por esos túneles los chicos pasaban a la iglesia para estudiar catequesis allí. Había en realidad dos sótanos, uno sobre la calle Balcarce y el otro sobre San Juan”.

La razón por la cual los chicos no salían a la calle, nos la cuenta el Legislador Francisco “Tito” Nenna, quien fue maestro en 1970 en la institución. Según sus palabras, las autoridades del Patronato y los  curas a cargo de la iglesia parroquial en aquella época no querían que los chicos tuvieran contacto con el afuera, los tenían marginados. Otra de las razones era el temor a la fiebre amarilla, muy frecuente en esa época.
Pero no solo túneles pueden encontrase debajo de la tierra. En el Museo Penitenciario Argentino Antonio
Ballvé -Humberto Primo 378- además de hallar un túnel que conectaba este lugar con la calle Paseo
Colón, a partir de un suceso no demasiado frecuente ocurrido en el año 1989, se han descubierto objetos
aún más extraños. Lo que pasó fue que en una parte de su gran patio interno, se comenzaron a levantar
los cerámicos sin una razón aparente y entonces las autoridades del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) enviaron a dos estudiantes de arqueología Daniel Schávelzon y Andrés Zarakin, a analizar el lugar.
En las excavaciones encontraron restos de alfarería, cerámicos, platos, perfumes, tela, pero lo más llamativo fue el hallazgo de restos óseos. Las medidas corresponderían a una mujer y un niño. El terreno que hoy ocupa el museo era parte del complejo jesuítico de La Iglesia de San Pedro González Temo (anteriormente La Iglesia de Nuestra Señora de Belén). Se estima que esos restos óseos habrían pertenecido a personalidades importantes, ya que solo a este tipo de personas se acostumbraba a enterrarlas en la iglesia.
Las antiguas construcciones del barrio guardan entre sus paredes, pero también debajo de ellas,  historias que esperan ser contadas. Aunque claro, no todos los días esas historias emergen abruptamente del suelo como pidiendo a gritos que alguien hable de ellas.

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