Imagen: El Mercado de San Telmo, una mañana cualquiera
Los ayudantes preparan las piezas de carne que, impecables, son expuestas sobre los mármoles del puesto.
Queda la última tarea: cortar, con unos cuchillos que parecen bisturís y la habilidad de un cirujano, el trozo
pedido. La satisfacción de la clienta es evidente. La del carnicero también.
—Foto y texto: Alicia Segal