Inspirarse y contagiar

Aunque ya sabemos que todos los inicios de año repetiremos nuestras promesas y nuestros deseos que no cumplimos en el año viejo, seguimos insistiendo y nos seguimos creyendo en que esta vez sí será. Pero nada podrá ser si no lo hacemos realidad nosotros mismos, porque ya nos enteramos -a través de los «golpes» de la vida real- que las hadas, los Reyes o Papá Noel existen solo en la infancia y luego se desvanecen. No es que dejemos de creer en los pajaritos de colores pero -francamente- los que somos grandes ya no podemos echarle la culpa a nadie, sino hacernos cargo de lo que hacemos y de lo que no hacemos, también.

Si eso lo trasladamos al hermoso San Telmo -donde crecen nuestros hijos y nietos, caminan nuestros viejos queridos, están los comercios donde compramos, compartimos novedades con el diariero (que hasta cuida nuestra casa solo permaneciendo en su puesto)-, sería muy bueno para esta pequeña comunidad que dejemos la queja de lo que no hace el político de turno o la crítica al mal vecino que deja la caca de su perro en la vereda o hacia aquel otro que tira la basura donde no debe o al que pinta las paredes con grafitis de la banda de turno y la transformemos, en una acción personal y comunitaria.

¿Cómo? Muy fácil, lavando y arreglando nuestra vereda (¡porque es nuestra!); llenando de plantas los balcones; pintando y arreglando los frentes si nos es posible; plantando un árbol en la cuadra; llamando al 147 cuando la luz de la calle no se prende o el semáforo no funciona o para solicitar la desratización de la manzana.

Durante el año 2014, El Sol de San Telmo mostró en sus páginas y en su web que cuando la comunidad se une los logros son tangibles y la satisfacción por haberlos llevado a cabo se «siente» en el ambiente. Entonces, usemos esa memoria emotiva para que nos genere nuevas ideas y contagiemos a nuestros vecinos en el intento de llevar a cabo lo que hemos imaginado.

Isabel Bláser

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