No es fácil resumir en unos cuantos renglones una vida -activa- de 63 años, pero trataré.
Me recibí de Profesora en el Normal Nro.3 (Bolívar y San Juan); hice cursos de especialización en Lengua y Literatura y Enseñanza Diferenciada; enseñé en las escuelas del barrio (N° 27 “Deán Gregorio Funes”, Defensa 1400 / la N° 3 “Mariquita Sánchez de Thompson”, Tacuarí 567; entre otras); trabajé en la Escuela Diferencial N° 2 de Villa del Parque y en la Dirección Nacional de Enseñanza Diferenciada, durante el turno mañana y, a la tarde, como secretaria en varios Estudios Jurídicos; crié a Natalia e Ignacio mientras estudiaba Historia del Arte o trataba -otra vez- de lograr aprender inglés, que es mi asignatura pendiente.
Cuando decidí formar una familia con Hugo Lavorano, pensé que era mi responsabilidad no solo criar a nuestros hijos sino darles la posibilidad de educarse y desarrollarse. Por lo tanto, busqué un trabajo mejor remunerado, dentro de lo que también me gustaba y adquirí conocimientos que me hicieron evolucionar y darme cuenta que había muchas más actividades que también captaban mi interés, no solo la docencia. Así, apliqué todos mis recursos en mi desempeño como secretaria de uno de los abogados más importantes del país -con lo que ello implica- y ya con los hijos grandes, para perfeccionar mi trabajo, me gradué en el primer Curso Universitario de Secretarias dictado por la Universidad del Salvador.
Todo este bagaje lo pongo en práctica cuando realizo la corrección de discursos, memorándum, cartas, contestaciones de demandas, artículos periodísticos, capítulos de libros, presentaciones y toda clase de comunicación escrita para enviar a organismos internacionales, entidades, diarios, publicaciones jurídicas, seminarios, etc. Al mismo tiempo he descubierto -organizando desayunos de trabajo, seminarios, reuniones, etc.- que las relaciones humanas me apasionan.
Quizás por eso, cuando Catherine Black -a mediados de 2010 y luego de que le hiciera una nota a mi madre (docente de la Escuela N°3, Isidoro Suárez, hasta 1970) por su cumpleaños número 100- me invitó a participar en El Sol de San Telmo, me acerqué rápidamente porque vislumbré la oportunidad que había estado buscando -sin darme cuenta- para aunar lo que estudié por vocación, con lo que descubrí que me entusiasma. O sea, colaborar en un medio gráfico que interactúa directamente con la comunidad de San Telmo, a la que me encanta pertenecer y con la que me siento totalmente identificada.
Pero el destino me tenía preparada otra sorpresa. A mediados de 2012, Catherine vino a casa y me dijo que había decidido volverse a Hawai y si alguien del grupo de colaboradores de El Sol de San Telmo no se hacía cargo de liderar el proyecto, iba a desaparecer. Imaginarán lo que pasó … porque acá estoy, desde hace ya cinco años.