La batalla para el futuro de San Telmo: Una lección sobre cómo la participación vecinal puede cambiar el desarrollo del barrio

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El polémico Proyecto Prioridad Peatón (PPP) fue introducido por el GCBA a mediados del año, con la propuesta de semi-peatonalizar la calle Defensa, sacarle el tránsito público, nivelar la calle con la vereda; remplazar las farolas antiguas con modelos modernos; colocar bancos, macetas y bolardos, y remplazar los adoquines tradicionales con nuevos “lisos”. Todo bajo la visión de crear un corredor “verde” entre el Centro y el Riachuelo, que priorizaría al peatón, el turismo y el comercio de la zona.
A partir de agosto se transformó en el eje de una fuerte discusión entre los vecinos y el Ministerio de Desarrollo Urbano, que era encargado de implementar el proyecto y ya había licitado las obras cuando un recurso de amparo fue presentado por la ONG Basta de Demoler y apareció, junto con la resistencia de los vecinos auto-convocados de San Telmo Preserva. Tras una serie de acciones emprendidas por la comunidad y gracias a una sentencia legal,  se realizó una audiencia pública en el Centro Cultural Plaza Defensa, asistida por más de 300 personas, y que duró desde las 18 hasta las 23h, a pesar de que muchos de los que se habían anotado para dar testimonio no hablaron.
Era una demostración emocionante de la pasión y el sentido de pertenencia de la comunidad de San Telmo, que salió a defender su estilo de vida, su identidad, su historia y su futuro. Abajo compartimos fragmentos de algunos testimonios:


“El significado y alcance conceptual del Casco Histórico se basa en ser una referencia a nuestra memoria colectiva y quiero recalcar y destacar: Nuestra memoria colectiva. Y ¿cuál es una de sus características principales? Es un barrio de trabajo con ritmo vecinal que no se niega a la contemporaneidad en tanto no transgreda un modo de vivir.
Los barrios de nuestra ciudad poseen personalidad propia y creo que sus habitantes no quieren parecerse a otros si no más bien exaltar su carácter. No discuto la intención de las autoridades de actualizar deficiencias de larga data; pero en el presente caso lo hasta ahora propuesto no responde al significado que caracteriza la esencia de los Cascos Históricos que se apoya en el patrimonio tangible e intangible. Me veo en la necesidad de destacar que tratar el “Proyecto Urbano Calle Defensa” es ya un hecho negativo desde el momento en que no se enfoca al Casco Histórico como una realidad total.
Se considera al barrio como un hecho turístico y en declaraciones se mencionan reiteradamente a los turistas y las facilidades que ellos deben tener para moverse con comodidad. Los vecinos, con los mismos inconvenientes que se tiene en otros barrios, nos movemos cómodamente. Somos felices con nuestras veredas angostas y no nos molesta que no tengan árboles, porque nunca los tuvieron, y aquí, en el Casco Histórico, es parte de una realidad histórica no escenográfica, bienvenidos los turistas que, en definitiva, lo que quieren es vernos como somos.
Las peatonales que en otros lugares de la ciudad son un hecho positivo, en nuestro barrio serían una propuesta negativa. Este es un barrio de trabajo donde la vivienda es su mayor tipología. En contrapartida con muchos centros históricos, el nuestro no está montado para el turismo y precisamente por eso es que los atrae tanto. Los vecinos nos conocemos, nuestro ritmo semanal es mucho menor que en otros barrios porteños.
La complejidad de nuestra ciudad exige tratamientos diversos según la zona en que se apliquen. Y que en el sector reconocido como testimonial afectuoso de nuestra memoria -el que fue elegido como cable a tierra afirmativo de vida- continúe siendo no un mero espacio nostálgico sino un palpitante espejo de generaciones donde podamos reconocernos conscientemente”.

—Arq. José María Peña, ex director del Museo de la Ciudad.
“Vivimos en un barrio que muchos consideran viejo. No a todos tiene que gustarles. Sin embargo nosotros no sentimos que estamos en un barrio viejo, sino en un barrio antiguo, en un barrio con historia y de hecho en el Casco Histórico de la ciudad. No lo consideramos un barrio poblado de comercios, bares y turistas. Sabemos que tenemos un barrio poblado de vecinos, donde hay comercios, bares y vienen los turistas. Y pregunto: ¿no será que los turistas vienen porque encuentran un lugar genuino que se ha desarrollado a lo largo de décadas y no porque le construyeron un decorado para crearles una ilusión? Un casco histórico no se remodela, se restaura”.

—Rosa Prieto, vecina
“En nuestro caso, la gentrificación habla de un barrio que ha sufrido durante muchos años una gran desinversión y que por sus bajos precios, su posición central cercana al centro porteño y su carácter histórico en el contexto de un fenómeno turístico distorsivo como es el 3 a 1 se ha convertido en un boom inmobiliario que expulsa a las clases menos acomodadas y a los negocios históricos del barrio.
El estudio de cómo luchar contra este proceso es la tarea que le corresponde al GCBA para que nuestro desarrollo sea armonioso y fructífero, ya que sus esfuerzos deberían enfocarse en políticas de identificación, categorización, exención impositiva, créditos baratos y subsidios que ayudan al comercio dedicado a satisfacer las necesidades de los vecinos—la panadería, la peluquería, la mercería, los bodegones-, ya que son estos actores más los vecinos los que al final le dan al barrio la escenografía que el turista busca”.

—Pablo Ortiz, presidente de la Asociación Comerciantes y  Amigos de la Plaza Dorrego.
“La audiencia de ayer fue emocionante e increíble y por eso quiero agradecernos a todos por haber participado. Estuve escuchando desde el principio hasta el final y en casi todos los discursos encontré las palabras que me expresaban a mí también. Esa fue la emoción y la alegría que me acompaña hasta hoy, encontrar a tantas personas que eligieron el barrio y lo aman por las mismas razones por las que lo elijo yo una y otra vez.
Sinceramente, los últimos años casi ya había perdido la esperanza de que algo se pudiera salvar del San Telmo que yo conocía y amaba, de aquel “mi barrio de arrabal” que siempre llevaba en mi corazón los años que me tocó vivir en el extranjero. Como digo a veces, mis padres no me dieron “cuna de oro” pero me dieron “cuna santelmeña”, y eso fue algo muy valioso para mí.
En este barrio aprendí a convivir con la pobreza pero también con las comodidades de la vida, aquí en San Telmo me enseñaron que más allá del momento económico que estés pasando, ése no era el factor para estar incluido o excluido de un grupo, que había otros valores y recursos a cultivar.
Yo iba al colegio con mi guardapolvo blanco, como casi todos los chicos del barrio sin importar su clase social, y ese guardapolvo no era el estigma que marcaba pobreza y futura exclusión. Era un barrio de población heterogénea que, a veces padeciendo, a veces disfrutando, sabía convivir con tolerancia en esa heterogeneidad.
Siempre recuerdo que cuando visitaba otros barrios con poblaciones más homogéneas, como Barrio Norte, Palermo, Belgrano e incluso Villa Crespo o Caballito, no me sentía en mi salsa. Muchas cosas me gustaban y gustan de otros barrios, pero el sabor a mí estaba en San Telmo.
Lo que queda de esos sabores, de esa identidad, es lo quiero preservar además de los adoquines, faroles y edificios históricos. No quiero que San Telmo se convierta en el heredero natural de Puerto Madero con la consecuente erradicación de los residentes que quedan dándole su paleta multicolor, y con el consecuente y definitivo triunfo en mi barrio del paradigma globalizador y neoliberal, hoy seriamente cuestionado. Además, ¿cómo puede el barrio más viejo ser el heredero del barrio más joven de la ciudad?
La historia del barrio desde sus orígenes (allá por 1533) con sus progresos, gestos heroicos, abandonos, decadencias y nuevos progresos, es la que hizo al San Telmo de hoy. Cada pedazo de historia es un pilar de nuestra identidad y permitir que vayan arrasando con topadoras nuestros pilares es condenar al barrio a su derrumbe, a su muerte. Ayer quedó claro que no estamos dispuestos a permitirlo, al menos no sin dar batalla”.

—Mariel Arandia, vecina

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