LA BESTIA POP

Walter “Chino” Laborde.

Esfera semi montada, ojos de soldado en combate, risa de príncipe nocturnal.

El tango es una escena trágica contada en tres minutos, donde el canto y la actuación están en un mismo plano.

“La actuación es la que me permite toda la esquizofrenia de poder gritar como un animal y hacer todas esas bestialidades que alberga el rock”, dice Walter “el Chino” Laborde, quien se hizo estrella del tango del siglo XXI cantando los domingos en la plaza Dorrego, corazón de San Telmo. 

“En el rock me camuflo, me permito no ser yo”, dice. “Cuando canto tangos, soy el ¨Chino¨, sin maquillaje”. Lo dice como si nada, con sus puntos, sus comas, sin alardes ni desvíos, con su voz potente.

Vivió en Avellaneda. Jugaba al fútbol desde pibe y llegó a la Primera en El Porvenir. Pero el porvenir del Chino no estaba en el fútbol.

Buscaba en los barrios su camino con la música haciendo rock and roll, hasta que va a escuchar su voz primaria. 

“Yo mamé el tango desde chico con mi abuelo bandoneonista y mi vieja, que cantaba en el asfalto de Sarandí”, recuerda.

Comenzó a cantar tango vestido de rockero. Lo rechazaban en todos lados, hasta que se juntó con otros jóvenes salidos de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Nació así la Orquesta Fernández Fierro, que dirigía Julián Peralta. Corría 1999 cuando el Chino se convirtió en el cantor.

La orquesta se presentaba todos los domingos en la plaza Dorrego; el Chino con un moño y peinado a la gomina, como un ruiseñor entre la extravagancia de los feriantes. Nacía allí el gran cantor de tangos del año 2000.

“Yo propuse ir a la plaza solo con los fueyes de la orquesta y los chicos dijeron: ¨Vamos todos¨”. Tuvimos un éxito tan grande que esa misma tarde salió una foto en el Buenos Aires Herald. A partir de ahí no paramos de trabajar y a los dos años nos fuimos de gira a Europa”.

Y el Chino se ríe a carcajadas, como una bestia pop del arrabal.

Desde el CAFF –Club Atlético Fernández Fierro- el Chino y la orquesta revolucionaron la escena posmoderna desplegando una compleja musicalidad con iluminación poligonal. En un frenesí dionisiaco la Fernández Fierro metía el tango en el presente absoluto y el Chino se convertía en el cantor popular del siglo XXI.

En 2002 va a brillar como actor de teatro en El Romance del Romeo y la Julieta, en el cine será Alberto Castillo en Luna de Avellaneda; en 2006, como actor, interpreta a un cantor de tangos en la miniserie hispano-argentina Vientos de Agua.

También será un cantante clásico en la Orquesta Típica Sans Souci y solista a dúo con el Dipi Kvitko Tango Tango. 

El Chino es uno y tantos, en 2018 protagonizará Homero, el color de la Sudestada en el Teatro Caras y Caretas. El Manzi del Chino Laborde canta, actúa, sufre, ríe y se pregunta y nos pregunta: “¿Qué es ser argentino?”.  

El Chino es un frontman del tango, “la Bestia” que traza los límites de su territorio en un encuentro azaroso que se desplaza hacia el vacío, mira hacia un cielo que no está y, sangrando, canta Sin palabras.

                                                           Texto e ilustración: Horacio -Indio- Cacciabue

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