LA BILLARDA
Roque y Serafín.
Dos niños, que apasionados
jugaban
en una calle de barrio.
Afilaron la billarda
y apoyaron el palito
en un cercano adoquín
de geografía aprobada.
Se miraron los amigos
y en sus ojos se leía
la decisión ya tomada
de jugar hasta el sin fin.
Y a partir de ese momento
la billarda cruzo bosques,
nadó ríos, surcó mares…
Llegaron a las alturas
de montañas portentosas
y de inolvidables valles.
Dormían,
cuando la noche
les ocultaba el espacio.
Comían, juntos los dos,
cuando ocurría
un milagro.
Pero el convenio fatal
se cumplía a rajatabla.
El jugar hasta el sinfín
se decían, el adusto
niño Roque
y el alado Serafín
Pero en un anochecer,
pasados ya 80 años
de jugar y recorrer,
mientras el palo azotaba
(con menos vigor ahora),
vieron de pronto
una casa
que resultó conocida.
¡Santo Dios!, ¡Esa es mi casa!
Exclamó el adusto Pedro.
Y Serafín asombrado:
¡Es mi casa! ¡Santo Cielo!
Y al acercarse a su puerta
vieron a hermosa mujer
de extraño cabello gris
con ojos de escaso brillo
que los recibió y les dijo:
-Hombres,
desde el lejano adoquín
de una calle de aquel barrio,
hoy han llegado hasta aquí.
Y digo que aquí se quedan.
Pues aquí acaba el sinfín.
Pero Roque enfurecido,
Dice: -No tiene fin el sinfín.
-El sinfín nunca termina,
aseguró Serafín.
– Todo, todo tiene fin,
y este es el fin del camino
para Roque y Serafín.
Descansarán esta noche
en la que fuera su casa.
Casa que nunca habitaron,
y ya no despertarán.
– Pero hay para todo reo –
dijo la parca sonriente-
ahora un último deseo.
Los amigos se miraron.
Los amigos respondieron
(después de poco pensar):
-Queremos vivir la vida que
nos quitó la billarda.
-Sea,
contestó la Parca.
Y en esa última noche
que pasaron en la casa
fueron niños otra vez,
y también adolescentes.
Sintieron las travesuras,
el primer beso. Y el sexo.
Y fueron novios, maridos,
padres, abuelos, amantes.
Hicieron sufrir, sufrieron,
y vieron la vida toda
que por jugar
se perdieron.
Y ya al alba, aquella casa
se convirtió en una tumba.
La que albergó para siempre
a tan extraños amigos.
Una cruz sobre la tierra,
rodeada de bruma azul.
Eran el palo,
y lustrosa,
muy lustrosa y muy gallarda,
la billarda,
haciendo cruz.
En la lápida
está escrito, y eso en letras de marfil:
“No existe el sinfín amigo.
Sino la vida y el fin”
Y abajo, en letras muy chicas,
dos nombres
están firmando:
El de Roque
y Serafín.
Ángel Martín Sandoval
Billarda: Juego de muchachos que consiste en dar con un palo en otro pequeño
y puntiagudo por ambos extremos colocado en el suelo,de modo que
el golpe lo haga saltar y que, en el aire, se le pueda dar un segundo
golpe que lo despida a mayor distancia.