La cara destructiva del turismo
Reconociendo el daño que hace el “boom” en el Casco Histórico y la falta de una política de reparo
En los últimos meses fue bastante usual para muchos de nosotros detenernos en la calle los sábados a la mañana ante una pregunta sorpresiva: “¿dónde queda la feria de San Telmo?”. Una consulta de jóvenes en general, pero no turistas. Gente con sus bolsos de rueditas en busca de la meca del consumo extranjero. Artesanos, manualistas, revendedores, buscavidas. La fantasía del boom turístico en el barrio más antiguo de Buenos Aires parece haber llegado lejos, como los buenos cuentos fantásticos.
Sin embargo, hay cosas que no son una fantasía. Los efectos adversos de este boom y los proyectos mercantilistas sin planificación que lo acompañan se están haciendo sentir. La falta de consideración y respeto hacia la vida que en estas zonas existe desde mucho antes que este lugar fuera lo que es, están generando un deterioro que, si no se detiene a tiempo, tendrá consecuencias graves e irreversibles. Veamos.
La voracidad de los llamados desarrolladores -empresarios o brokers inmobiliarios- genera en San Telmo y Monserrat circunstancias adicionales que habría que atender. No es que aumentan los alquileres como en cualquier parte de la ciudad: aumentan escandalosamente al punto de expulsar vecinos y comercios barriales. Quien posee un departamento prefiere la denominada “temporal rent” al tradicional alquiler por dos años. Eso ya provoca una disminución de vecinos a cambio de habitantes ocasionales sin ningún compromiso con el barrio y sus costumbres. En el histórico Conventillo de La Paloma, si bien su propietario invirtió en mejoras y descarga en los inquilinos precios muy accesibles, ha comenzado a cambiar la estrategia. Según alguno de sus ocupantes, departamento que se vacía, departamento que pasa al “temporal rent”.
Los negocios del barrio han sido expulsados y los pocos que quedan están permanentemente amenazados por la especulación. Cadenas de venta de baratijas fabricadas en serie como Isadora o tiendas de diseño que en muchos casos sólo son “sub-alquiladores” de percheros o revendedores de ropa usada, arrebatan los espacios al mercadeo barrial.
Pero eso no es lo peor. Lo peor es que no duran más de 8 meses como le pasó a Calma Chicha, entre otros. Y no duran porque no aguantan. Porque, justamente, vienen por la fantasía. No hay público para estos comercios, ni gente caminando la calle de lunes a viernes que se interese siquiera por entrar a husmear en estos sitios. Es un espectáculo diario el de los vendedores aburridos parados en las entradas de los negocios tratando de distraerse con lo que pasa “afuera”. Para empeorar más las cosas, estos comercios no respetan la iluminación, las fachadas y tienden a desarrollar vidrieras e interiores sin preservar o cuidar la línea estética del Centro Histórico. Tampoco hay funcionarios que hagan respetar estas minucias barriales.
Los intentos por alargar el brazo desde el Microcentro y Puerto Madero se sienten cada vez más cerca. Los desalojos llevados a cabo por el Gobierno de la Ciudad, el cierre de hoteles familiares y residencias para adultos mayores, la demolición de inmuebles de consideración arquitectónica como el de Chacabuco 1586 y el cambio de destino de decenas de sitios de valor patrimonial o cultural, parecen formar parte de un plan bien articulado para hacer desaparecer este vecindario.
Desde San Telmo Preserva (STP) tuvimos innumerables reuniones y contactos con funcionarios de la administración macrista por varios asuntos, incluyendo éste. Pero no se vieron acciones concretas de colaboración. Hay que destacar, no obstante la predisposición de los diputados oficialistas Diego Santilli y Patricio Di Stéfano y del Director del Casco Histórico, Luis Grossman. Sin embargo, hasta ahora esa buena voluntad fue prácticamente improductiva. En otros casos, como el del ministro de Cultura Hernán Lombardi y el Director del Programa Cultural en Barrios, Guillermo González Heredia, directamente impulsaron iniciativas para perjudicar a los vecinos a sabiendas de que lo hacían. Se les advirtió de varias formas en qué se convertiría nuestro barrio si seguían con la idea de instalar al Movimiento Afrocultural en el Plaza Defensa, como finalmente ocurrió. Episodio que vino a sumar al desborde de ruido que ya existía. Los habitantes de San Telmo y Monserrat no tenemos vida privada, ni intimidad, ni descanso los domingos. Y en estas condiciones está vedado el reposo de quien esté con algún problema de salud.
Sobre la ocupación indebida de la vía pública que ocurre los domingos, después de mucho insistir, el Ministerio de Espacio Público (a través de Jorge Polini, director de Ordenamiento) se comprometió con STP a convocar una mesa de diálogo entre las partes (manteros, funcionarios y vecinos) para encontrar una solución. Cosa que aún no ocurrió y tampoco tomó otras medidas tendientes a ordenar la calle, aunque dicen estar trabajando en ellas.
El Gobierno de la Ciudad está ausente, y esta falta de acciones y políticas genera tensión entre los comercios, las ferias constituidas y los vecinos con los ocupantes callejeros. También permite la ocupación de veredas por parte de locales gastronómicos, en algunos casos de manera alarmante como en la Plaza Dorrego o en Perú y Chile.
Hay decenas de casos en el mundo de expulsión de habitantes de Centros Históricos. Venecia es un dramático y reciente ejemplo. La idea que sobrevuela parece ser la de convertir a San Telmo y Monserrat en museo y centro comercial. La museificación del barrio.
Mientras tanto, el diputado Di Stéfano todavía no presentó su proyecto de ampliación del Área de Protección Histórica (APH). La actual es muy pequeña y antigua, y fue creada cuando estas variables de voracidad turística e inmobiliaria no eran ni siquiera imaginadas. Otros funcionarios, que dicen estar interesados en detener este proceso de deterioro, aseguran que se está empezando a tratar una nueva normativa que crearía una “Zona de Transición”, para que no ocurran calamidades como la Torre Quartier que se proyecta construir en Garay y Piedras, o demoliciones de inmuebles actualmente sin protección. Pero todo esto está en proyectos y la sudestada feroz avanza.
De momento, hay mucho de pérdida para la vida barrial. La rapacidad nos viene ganando, pero la identidad de los vecinos se muestra más fuerte que la ignorancia.
—Patricia Barral
Si y creo que a veces ciertas partes tienen un a identidad que si la siguen corrompiendo ,no solo la perderán sin poder recuperarla, sino que modifica el estilo de vida o el modo de vida de las personas que viven allí.