Crónicas e imágenes del Bicentenario Argentino
Aquí compartimos dos aportes distintos, pero valiosos, para los archivos del Bicentenario Argentino. El primero, un fotoensayo gestionado por Lisandro Gallo, preserva el trabajo creativo de varios comerciantes de San Telmo en sus vidrieras: desde anticuarios establecidos hasta locales de diseño más nuevos, las imágenes en su conjunto muestra el nacionalismo en sus distintas formas e interpretaciones.
El segundo aporte es la crónica de «la marcha de los cabildos». Esta nota fue generosamente compartida por el Arquitecto Luis Grossman, director general del Casco Histórico porteño, el organismo que auspició este viaje a caballo que unió la Capital Federal con una cadena de provincias, originando en Jujuy.
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Fotoensayo: vidrieras del Bicentenario en San Telmo. Fotos: Lisandro Gallo y Catherine Black
Crónica de una patriada:
la marcha de los cabildos, desde San Salvador de Jujuy a Buenos Aires (¡a caballo!)
Está claro que los argentinos, de una u otra manera, vivimos las vísperas y el martes 25 de mayo con una intensidad inédita en esta ciudad. Casi a toda hora, en las calles del micro y macrocentro de Buenos Aires caminaban sin rumbo aparente grupos de hombres, mujeres y niños.
Y digo “sin rumbo” porque se advertía que el trayecto era motivo de debate entre los que preferían ir hacia el Cabildo y la Plaza de Mayo y los que proponían rumbear hacia el acto central del Obelisco, o tal vez a ver y escuchar el espectáculo audio visual que se anunciaba en el frente trasero del Teatro Colón (que fue, dicho sea de paso, una realización inolvidable).
Fue evidente que, aunque para muchos resultara inexplicable e injusto, ganaron las dos últimas opciones y esa decisión orientó también a los medios de comunicación.
Me parece la única explicación para un vacío informativo que dejó de lado a un episodio que trataré de reflejar en forma resumida.
La Patria a Caballo
Un grupo de paisanos de Ayacucho y Las Flores, habituado a realizar travesías ecuestres, creó en 2004 lo que llamaron La Patria a Caballo con el propósito de realizar travesías vinculadas con la historia y con hechos relevantes de la misma.
Con el espíritu aventurero que los anima, resolvieron prepararse para un trayecto que uniría las ciudades de San Salvador de Jujuy y Buenos Aires, con la idea de enlazar en ese largo viaje a los cabildos que se conservan desde la época virreinal en una suerte de camino de postas que evocaría el que era usual dos siglos atrás. El nombre con el que se bautizó la iniciativa fue Marcha de los Cabildos.
Fue muy emotivo verlos partir desde el frente del Cabildo de Jujuy, una mañana soleada del otoño naciente. La gente los saludaba con pañuelos en alto y aplaudía la estampa de ocho jinetes gallardos y decididos que salían sonrientes y con el gesto obstinado de quienes no piensan aflojar en su determinación de llegar para la vigilia del 25 de mayo al frente del Cabildo de Buenos Aires.
El conjunto de ocho centauros estuvo integrado por Héctor Ricardo Guerendiain, Juan Jorge Guerendiain, Enrique Martinoli, Alberto Jalil, Juan Carlos Becker, Hugo Walter Bauer, Rafael Enrique Pérez y Gregorio Zabala. Otros dos miembros de La Patria a Caballo, Oscar Emilio Solanet y Adrián Muiño, no pudieron ser de la partida por problemas de salud de última hora.
En el último tramo citadino, ya en las calles de Buenos Aires, se agregó a la tropilla, montado con garbo y destreza, el párroco de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, presbítero Francisco Baigorria, que llegó al Cabildo portando en su brazo derecho la imagen de la Virgen de Luján.
Al arribar a la Plaza de Mayo, el octeto criollo había cubierto 1.840 kilómetros, con etapas de 45 kilómetros diarios y jornadas de descanso para reponer fuerzas tanto los jinetes como las cabalgaduras. En el prolongado periplo, que atravesó siete provincias e insumió 66 días, los jinetes, que partieron como quedó dicho del Cabildo de Jujuy, pasaron por los cabildos de Salta, Córdoba y Luján, e hicieron paradas en la Casa de Tucumán y en la Municipalidad de Santiago del Estero.
El itinerario fue prolijamente estudiado, examinando las postas históricas ubicadas en el diseño original del sistema de postas del correo que bajaba desde la Imperial Villa de Potosí hasta Buenos Aires. Así llegaban las noticias de las campañas del Norte a la Junta del Cabildo porteño.
Hay que decir que el proyecto del grupo de La Patria a Caballo fue firmemente apoyado y promovido por el Casco Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que depende del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad, y que las docentes Lina Cardoso y Liliana Propato tuvieron a su cargo la logística del operativo.
Una camioneta con un trailer preparado por Quito Urraca para transportar dos caballos (en caso de algún percance) acompañó la expedición, y viajó para documentar la travesía el cineasta Santiago Asef, quien registró gran cantidad de material filmado y fotografiado para editar uno o varios documentales de la singular cabalgata.
Una patriada
A la hora de calificar este episodio, lleno de anécdotas y escenas de carácter épico y humorístico, no encontré una palabra mejor que patriada, porque me parece que esa expresión revela con justeza los ideales que se plantearon los paisanos de Ayacucho y Las Flores en el momento de planear su aventura.
No había ambición material alguna, los clásicos patrocinadores (que son más conocidos hoy como sponsors) brillaron por su ausencia, ni siquiera pretendían una apoyatura de prensa que exaltara de alguna manera nombres y cifras.
Me pareció justo definirlos como caballeros andantes, y su gesta tiene rasgos del Quijote, sólo que ellos marchaban sin lanza ni armadura. En cada pueblo que encontraban a su paso, recibían la bienvenida de los vecinos junto con las empanadas y comidas caseras preparadas en su homenaje.
Relata Hugo Walter Bauer, como una cuenta de un rosario casi infinito de sucedidos, que “El 10 de abril, más o menos a las 7,30, salíamos de Arraga, en Santiago del Estero, los tres que cerrábamos la marcha: Rafa montaba su caballo gateado “Tony el flaco”, Beto a Zorzalito, un oscuro, y yo al Gato, un caballo de 24 años. La gente a los costados estaba parada con banderas argentinas y vemos venir a nuestro encuentro a un hombre de 60 años, una joven de 25 y un chico de 10; tenían dos panes caseros y al pararnos cuentan que los prepararon la tarde anterior para nosotros. Y dicen en pocas palabras que ‘cuando lleguen el 25 al Cabildo nosotros también habremos llegado’, y de los ojos llorosos corrieron libremente lágrimas, de ellos y de nosotros…”
Otra historia santiagueña sucedió casi seguido en el paraje “El 49”, donde fueron invitados a quedarse. Como habían estado allí 5 años atrás, les sorprendió ver una serie de progresos en el poblado: un cartel de Minihospital, agua corriente, electricidad y gas en garrafas. Mientras tomaban mate, el intendente les contó que el día en que se inauguró el alumbrado público y la electricidad domiciliaria estaba todo oscuro y los vecinos (451 almas) se reunieron en la puerta de la escuela. Cuando se encendieron todas las luces la gente lloraba y se abrazaban grandes y chicos. Y termina Bauer: “Los gallos cantaron toda la noche, no lo podían creer, y es el día de hoy que los más ancianos se levantan durante la noche para ir al baño y van con la linterna. Todavía no se acostumbraron”.
Por eso no encuentro otra palabra, lo que hicieron estos ocho argentinos es una patriada.
En la noche del 24, cuando se acercaba la medianoche ritual de la fecha clave del bicentenario, había una multitud frente al Cabildo. Varios gauchos salteños con atuendo de fiesta y banderas esperaban la llegada de los esforzados jinetes. En un momento dado (estábamos en el tramo central de la galería que mira hacia la Plaza) se escucharon aplausos y exclamaciones, y el primer centauro dobló portando una bandera. Pocos minutos después arribaron los otros siete, a lo que se sumó el padre Baigorria.
Esas escenas quedarán grabadas en forma indeleble en la memoria de todos los que los presenciamos. La banda del Regimiento de Patricios tocó el Himno Nacional desde el balcón del Cabildo, cantado por toda la muchedumbre.
Quise dejar constancia de este episodio porque desapareció de las noticias en medio del fragor de esas jornadas inolvidables. Pero creo que la patriada de los Guerendiain, Martinoli, Jalil, Becker, Bauer, Pérez y Zabala merece ser recordada casi como una leyenda.
—Arquitecto Luis Grossman, director general del Casco Histórico porteño