«La cultura es un derecho de todos»

Ignacio Sourrouille

Nunca estudió formalmente la carrera Artes Plásticas y, sin embargo, es uno de los artistas populares más conocidos de San Telmo. Recientemente volvió a pintar el gato (su sello personal) en la esquina de Humberto I° y Bolívar (foto). Su nombre artístico es Naso y a sus obras las denomina “dibunasos”.

“Soy autodidacta”, explica Ignacio en su nuevo taller de la calle Bolívar al 800. “Hice muchos talleres y seminarios de dibujo, pintura y fotografía, pero, como todos los oficios, dependen de las ‘horas de vuelo’. Como dice Felipe Noe (uno de sus referentes): ‘Uno aprende de la vida’, tiene que ver con la búsqueda interna”, sostiene Sourrouille, cuya obra se caracteriza por ser de estilo Naif, con colores fuertes y perspectivas cambiadas.

“En realidad aprendí la técnica de mi abuelo, que era militar y pintaba. Actualmente no me estoy dedicando tanto a la fotografía, sino que estoy más volcado a la pintura y la cerámica”, comenta Naso que valora, especialmente, tener su espacio y ser independiente.

Ciclotímico confeso, asegura que “cuando pinto me pongo contento”. “Me pone mal pensar en el futuro, ese pensamiento que no te lleva a nada, como si no hubiera salida”, afirma el pintor. “En realidad la alegría y la tristeza son como dos caras de la misma moneda. Es como decía Facundo Cabral: ´No estás deprimido, estás distraído´”. Entonces, en esos momentos de oscuridad, la literatura lo ayuda a salir adelante.

Su día comienza temprano a la mañana cuando prepara el desayuno a sus hijas, Vilma (12) y Luisa (9). Cuando su mujer, Gaby, se va a trabajar y las chicas están en el colegio, tiene todo el tiempo para sí mismo. “Todo me alimenta para la pintura”, dice Ignacio, quien defiende la autogestión.

En la pequeña cocina de su taller -todavía en obra-, Naso prende un sahumerio e invita unos mates. Le gusta crear un clima óptimo para dialogar y se ríe de sí mismo cuando recuerda su pasado de adicciones.

Cuenta una anécdota que describe el contraste entre culturas: “Una vez  fui al Museo de la Conquista, en Madrid, donde había mucho arte precolombino, esculturas en oro y plata, cerámicas, vasijas etc.; realmente hermoso. Después de Colón brutalmente se transformó todo en Cristos crucificados, vírgenes y santos, un contraste realmente impresionante. Ese arte que a mí me llega profundo y conmueve es considerado ‘artesanía’, mientras que el arte europeo es como si fuese superior. He aquí lo que es la colonización cultural sobre todo. Ojo, a mí me gustan los dos. Quiero decir que me gusta el arte europeo, por ejemplo Goya, Velázquez, Sorolla etc. y que veo al arte indígena (en este caso, precolombino) al mismo nivel e incluso superior en más de una ocasión. Para nada lo veo como un arte menor, sino todo lo contrario”.

“Me gustaría viajar por el interior del país”, dice Ignacio, que aboga por el federalismo. Comprometido con el arte popular, milita en política y, además, es presidente de la cooperadora de la Escuela 22, Guillermo Rawson (Humberto Primo 343), a donde van sus hijas.

Ha expuesto en Nueva York, en el Centro Cultural Recoleta y en la mayoría de los espacios de San Telmo. “La cultura es un derecho de todos”, concluye Ignacio.

Texto: Diana Rodríguez/ Foto: Damián Sergio

 

También te podría gustar...