La dinastía de tres

Tres de los más célebres directores de la Biblioteca Nacional fueron ciegos: José Mármol, Paul Groussac y Jorge Luis Borges.  El primero dirigió de 1858 a 1871 el edificio que en 1810 fundara Mariano Moreno en la actual Manzana de las Luces.  A fines del Siglo XIX, Paul Groussac, intelectual argentino de pluma filosa que dirigió la Biblioteca por más de cuarenta años, la trasladó al número 564 de la calle México, recinto que había sido destinado inicialmente para ser sede de la Lotería Nacional.

Borges, tercero en esta estirpe de ciegos directores, ejerció su función en el edificio de la calle México durante los años que fueron de 1955 a 1973.  Es decir, desde el año en que el golpe militar llamado “Revolución Libertadora” derrocó del gobierno a Juan Domingo Perón, a quien Borges debía el humillante nombramiento como “Inspector de Aves y huevos” del Mercado municipal a causa de su abierto antiperonismo, hasta el regreso de Perón al poder.

Mas allá de los avatares históricos y políticos, y de sus tristezas, el edificio de la calle México alojó muchas de las horas de un Borges que apenas distinguía entre sombras y colores.  Tema privilegiado de sus reflexiones y de su literatura, la biblioteca inspiró algunos de los relatos más importantes de Borges, y la circunstancia de haber pertenecido a lo que él mismo llamó “dinastía de tres” refiriéndose a la ceguera repetida en Groussac y Mármol, dio forma a uno de sus poemas más famosos y más bellos: “El poema de los dones”, en donde el poeta habla de la “magnífica ironía” con que Dios le dio, a la vez, “los libros y la noche”.

Dice Borges, en una entrevista: “Yo escribí el poema de Groussac y mío, ya que estábamos en el mismo edificio, y de un modo mágico, fuimos el mismo hombre muchas veces”.  Dice el poema: “Al errar por las lentas galerías /suelo sentir con vago horror sagrado/ que soy el otro, el muerto, que habrá dado / los mismos pasos en los mismos días (…)  Groussac o Borges, miro este querido / mundo que se deforma y que se apaga / en una pálida ceniza vaga / que se parece al sueño y al olvido”.

—Mariana Docampo

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