La EDUCACIÓN, un valor intangible

La educación es el eje fundamental para que la sociedad cambie. Es irremplazable.

Así, la maestra y escritora Isabel Haydeé Botana (1910-2011) decía: “En los pueblos desligados de la cultura los tropiezos son enormes por los problemas de las dudas y los miedos de los integrantes de la comunidad. Nadie puede recoger flores si antes no se limpiaron los jardines donde quedaron las raíces viejas de los árboles grandes, que el temporal arrasó… Cabe al mundo de la Educación, la tarea ímproba de trazar planes que sean hitos de avance y permitan informar, recrear y conducir los hilos capaces de hacer… necesitamos planes serios, con ciudadanos capaces, para una renovación de valores morales. Enseñemos a los apresurados, a los sabelotodo, a los imprescindibles, a moderar sus ambiciones personales e ignoremos a nuestro Maestro Ciruela cuando con sus puños golpee fuerte la mesa del Educador y diga su frase: ¨Hacer las cosas mal, pero hacerlas”.

Tenemos que tener en cuenta que cualquiera no está capacitado para esa intensa tarea. Así lo expresaba Federico Bláser (docente, escritor -1896/1962-) en su legado: “El plano social del maestro es fundamental, porque sobre él se apoya toda la edificación de un pueblo. Su lugar no es de término inferior, sino de primer término.

Parecería que el maestro ocupa el último eslabón de la cadena social, pero este criterio es acertado solamente en la faz económica y este acierto prueba dos cosas: una, lamentable y deshonrosa para la sociedad que, en su afán de brillar exteriormente, descuida la esencia de su verdadero poder al someter al maestro a un nivel de vida precario. Aunque esto se debe a la acción directa de disposiciones de gobierno, culpo a la sociedad que vacila en hacer uso de su soberanía, cuando ese uso involucra la idea de una mayor elevación moral y de una mayor justicia social. La otra de las dos cosas, coloca al maestro de vocación a una altura moral inigualada por ningún otro profesional porque, pese al egoísmo social y a las reglamentaciones oficiales, sigue en el ejercicio de su apostolado con el amor de un idealista que se vuelca íntegramente en beneficio de esa sociedad que le da importancia relativa.

No importan los sufrimientos físicos y morales, no importa el flagelo de la voz áspera de algún mediocre, el maestro en su humildad de siervo sabe que su ideal generoso y su sacrificio magnánimo cuajarán en frutos óptimos para la patria.

El ser humano piensa de acuerdo a sus sensaciones y la idea se acerca a la verdad cuando la sensación se acerca a la perfección. El maestro de vocación es una fuente de amor y el amor es lo más sublime del sentimiento humano.

El maestro piensa como siente y no pasa, queda de pie sobre su obra. A veces simbolizada en un libro, otras veces en una lámina, otras en una estatua. Deja una página escrita que es la estela de su vida y esa página es un rayo de luz que señala rumbos. El maestro no es un mediocre, el maestro es un santo, un mártir o un genio. Los mediocres, aun cuando adornan sus apellidos con títulos, no lo alcanzan con sus juicios porque los mediocres pasan dejando a veces una página borrosa. Casi siempre dejan una página en blanco. Nunca dejan una página luminosa”.

Facundo Manes -neurólogo, neurocientífico contemporáneo- coincide en que: “Uno de los problemas que tenemos en la Argentina es no valorar al docente. El docente debería ser el trabajo más prestigioso, no solo económicamente debería ganar más sino tener un prestigio social que hoy ha perdido. Los mejores estudiantes deberían querer ser docentes, porque no hay trabajo más importante que educar a las futuras generaciones que van a ser presidentes, médicos, jueces, bomberos, escritores, científicos. Uno de los problemas es no valorizar, no jerarquizar al docente como uno de los trabajos más importantes del país. No solo pagarles más, sino -además- jerarquizarlos”

Estoy casi segura que nadie está en desacuerdo con estos conceptos, pero sí estoy segura que de tanto repetirlos su valor se ha licuado. Por eso creo que los docentes, además de ser “trabajadores de la educación”, tendrían que sentirse -principalmente- MAESTROS. Porque, después de la familia, son los que tienen la responsabilidad de ser los hilos conductores que enhebren el tejido social y lo fortalezcan de tal manera, tanto en los valores como en los conocimientos, que ningún trasnochado pueda romperlo en perjuicio de la sociedad toda.

Isabel Bláser

 

La educación debe enarbolarse como una bandera

No puedo hablar de educación este mes, sin mencionar que el 11 de septiembre es el “Día del Maestro” porque se conmemora la muerte del padre de la educación argentina, Domingo Faustino Sarmiento.

Su obra es conocida, pero en esta ocasión quiero resaltar que fue durante su presidencia cuando se crearon 800 escuelas de primeras letras, en las provincias.

Todos decimos o dijimos alguna vez que la educación está en todo y sí, lo está ¿Pero está realmente en todas partes? ¿Dónde? En las escuelas de las grandes capitales y poblados importantes de nuestro país. Sin embargo hay todavía muchos colegios rurales y de frontera que no tienen los elementos básicos para una enseñanza actualizada. Son establecimientos a los que los niños todavía asisten a caballo o a pie o como pueden. En algunas hay un solo maestro para todos los grados.

Esos son los  niños que nunca tendrán las mismas oportunidades de vida, simplemente porque no han tenido las mismas oportunidades de educación. Las autoridades tienen conocimiento de esta situación y es de esperar que tomen conciencia de que un país sin educación no se desarrolla.

Es indispensable que hagan lo imposible para que estos niños tengan igualdad de condiciones, porque en los parajes más lejanos de nuestra Patria también izan con orgullo nuestra bandera.

Stella Maris Cambré

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *