La línea delgada: un barrio con turismo, o una maqueta de un barrio?

El Casco Histórico tiene sus zonas protegidas. Unas más, otras menos. Protegidas de qué, no todos saben. No todo se ve. Hay casas increíblemente bellas, solares, que a pedazos se caen y son, claro está, buena suerte del próximo hotel o complejo de departamentos que desencajan y, a veces, no siempre, quedan más feos que café con leche con cebolla.

Como los viejos conventillos, a los que se desaloja para reconvertirlos en centros de recepción turística para, por una no módica entrada, contarle a los extranjeros que con su buena fe a cuestas observan, cómo era ese mismo lugar… hace… hace ¿años? No. Quizá hace dos meses, pero ellos, que ya han pagado por ese lugar, miran con sonrisa de viajero las fotos y quedan impresionados. Sin saber que han pasado gases lacrimógenos días atrás con la excusa, tal vez, de un barrio más limpio. Y el barrio está, se ve, cada vez más sucio.

Pocos quizá recuerden cuando el primer negocio de ropa y objetos de diseño de San Telmo era echado de la calle Defensa discutiéndole alquileres para lograr una calle de otros objetos de venta. Esa casa, hoy, le ganó a la aniñada pelea y está en la calle Defensa. Sus precios son importantes pero, ¿con qué pagaría el alquiler sino?

Ahora, quedan algunos detalles. ¿Qué pasará cuando le pidan ese mismo precio a la zapatillería de las señoras del Parque Lezama, a la casa de blanquería, a la ferretería, a la verdulería de la albahaca fresca con cajón en la vereda?

Hoy San Telmo es un gran cartel de venta. Podría jugarse a las palabras y decirse que San Telmo se vende. Un mágico e increíble lugar en el que muchos quieren vivir, estar, comprar, estudiar, sentir. Sólo que para ello resta saber si hay un plan estratégico de convivencia entre la necesidad de generar ingresos por el turismo, de valorarlo y respetarlo y de respetar y valorar a quienes hacen que ese barrio sea visitado.

La línea es muy delgada pero, se sabe, los grandes estrategas son los que saben jugarla y jugarse por ella y en ella. Así como el almacén de Cairoli es cuidado y querido porque da fiado con libreta y todo y ese almacén es lo que locales y turistas llaman “parte del alma, de la magia de este lugar”, hay leyes que atentan contra su existencia.

Así, el turismo elige el Casco Histórico, precisamente, por estos locales modernos, de jugadas propuestas y por la convivencia, así, pegadita, con el almacén. Pero hay una no estrategia que es miope, la pobre. Ésta usa lentes con una graduación que no le permite ver a mediano plazo: no ve que con la camisa del atropello sobre la del progreso, no quedará turismo, barrio, casco histórico ni para quien hoy sí logra hacer dinero.

Si el turista no sabe, no recibe información, no conoce la verdadera historia de los lugares, está llevándose el rótulo de tonto. No se le está permitiendo elegir y eso es una falta de respeto. No vaya a ser que en un tiempo San Telmo tenga persianas bajas con carteles de “se alquila” y un puñado de comerciantes y empresarios desengañados. Mientras tanto, él éxodo: de la población natural y del turismo.

El Casco Histórico tiene un secreto para mejorar y existir: que se cumplan las legislaciones vigentes, que cada persona que lo habite o transite lo ame, lo sienta y que desde ese sentir se construya todo: estética, vida, arquitectura.

La ropa de diseño más osada puede convivir con la vieja mercería. El punto es no enfrentarlos y darles las herramientas para la convivencia. Enfrentarlas es la manera de perder lo más bonito que tenemos. Es la manera de convertir al San Telmo en una maqueta. Una maqueta que quede igual de bien aquí o allá.
—Nora Palancio Zapiola

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1 respuesta

  1. bobu dice:

    ashhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh esto es mas raro aqui no hay nda bueno ni nda q lo pueda ayudar

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