La mirada de los vecinos

Stella Maris Cambre, Efraín Cruz, Nelly Dutoit y Lilita Vives, son vecinos de San Telmo. Algunos nacieron en él, otros lo eligieron para vivir o para pasar algún tiempo en la ciudad. Tienen en común su amor por el lugar, por eso -el viernes Santo, en el entrepiso de la librería FEDRO- nos dieron su visión de algunos temas del barrio, que queremos compartir.

El Sol: ¿Qué valoran del barrio?

SMC: Siento que se perdió un poco la vecindad de antes, los grupitos de vecinos charlando en la calle. Algunos sacaban banquitos y todos se acercaban y hablaban, se iba haciendo como una familia. Quizás pasó por los edificios que conglomeran una enorme cantidad de gente, que es casi imposible conocer a todos y por su origen heterogéneo. Se ha puesto muy cosmopolita, por suerte porque así se divulga y lo conoce el mundo y nosotros aprendemos  de los demás. Otra cosa que dejamos atrás, son los encuentros barriales como el que se hizo el año pasado, en octubre (“A la Dorrego: Hace-la tuya”). Sería ideal que todos nos vayamos conociendo -otra vez- un poco más. Vendría bien, hasta por seguridad, saber que el que camina enfrente es mi vecino de siempre y aquél que está en una actitud extraña quizás sea el de al lado, pero estaré más precavida porque aún no lo conozco. Para eso es necesario conocer, cada vez más, a los que habitamos el barrio.

Ese es uno de los objetivos de El Sol… ¿Cómo lo ves Nelly, desde tu óptica más cosmopolita?

ND: Lo que me gusta y lo que creo atrae a mucha gente, es la mezcla de barrio turístico pero que no parece un museo preparado para recorrerlo con el guía o como se ve en una tarjeta postal. Eso es por la integración con los vecinos. Quiero decir que la gente vive en él, trabaja, va al supermercado… no es Venecia. Esa característica cosmopolita lo hace muy atractivo. Sería una pena que lo perdiera.

¿Qué hacer para que eso no ocurra?

ND: Es un equilibrio que no es fácil de lograr, ya que tiene que evolucionar pero no de cualquier manera. Desde que estoy aquí he visto en el mercado que han abierto uno o dos puestos con chucherías. Me parece que están fuera de lugar, que no corresponden al contexto y es una pena, porque no tengo la impresión que se integren, pero es una apreciación personal. He visto uno que ha puesto como una manta y prácticamente vive ahí.

¿Eso atrae a los turistas?

LV: No, en absoluto. Pero no es solo en el mercado. En la calle Defensa también se venden radios en miniatura, de plástico, es muy terrible porque se pierde la esencia del barrio. Esto hace un tiempo que sucede.

¿Cómo fue que de estimar lo histórico pasamos a esta realidad?

ND: Sucede en muchísimos sitios. En Ibiza hay un mercadillo que se llama Las Dalias. Allí encuentras muchos artesanos y el dueño no acepta a nadie que no lo sea. Solo vas a ver artesanías hechas por ellos o compradas a otros artesanos o, por ejemplo, traídas de la India. Hay otro muy grande pero que recibe de todo y muchos de nosotros no fuimos más.

LV: Cuando recién se fundó la Feria, en los años 70, el Arq. Peña hacía un relevamiento muy importante, no se podía traer nada que tuviera menos años de lo pautado o artesanal. Tenían que ser todos elementos antiguos. En el barrio se abrieron negocios de antigüedades con objetos de excelencia y así fue por mucho tiempo y de pronto empezó a “desmoronarse” esa idea, no sé por qué.

¿Qué valor tenemos la obligación de mantener?

EC: Es muy interesante la concepción que tenía el Arq. Peña, su claridad para generar un movimiento relacionado con la preservación del patrimonio, tanto de objetos como en arquitectura. Creó un sistema para controlar qué se iba a exponer y comercializar en la Plaza Dorrego y no estoy seguro que hoy se respete. Se venden chucherías con el tema de la globalización y con el “todo por dos pesos” en su momento. Desde la década del 70 han pasado muchas cosas y nuestro barrio no está ajeno a la política social. Recientemente nos marcó un momento trágico de la sociedad, que fue el 2001 cuando la gente se quedó sin salida laboral y muchos vendían en las plazas lo que tenían en su casa, generando el trueque como mecanismo de comercialización, porque la moneda casi no servía o no había moneda. En esa época también se puso de moda la palabra “palermización” para identificar los barrios que generan una transformación en lo comercial, supuestamente en un nivel superior, porque llegan las marcas.

¿Por qué lo aceptamos como algo natural?

ND: En realidad a una parte del turismo lo que nos gusta es otra cosa. Cuando venía de Uruguay iba a El Federal y ahora que estoy aquí también, porque es del lugar y eso atrae a mucha gente extranjera, porque no lo tenemos.

SMC: Los comerciantes de la zona estaban en Defensa y todos íbamos a comprar diariamente allí. Había ópticas, heladerías, tiendas, todo lo que uno puede necesitar a precio accesible para los vecinos. Además se unían para hacer festejos como el Día de la Primavera, elegían la reina, establecían premios a las mejores vidrieras, desfilaban carrozas. Pero todo se transformó cuando llegaron los anticuarios, porque fueron absorbiendo todo pagando sumas muy importantes por los locales y eso hizo que los comercios locales se fueran o vinieran nuevos, con onda joven de mucho diseño que me encantan, pero que tienen precios poco accesibles para la gente del barrio.

LV: Es algo socio-político que va más allá de nosotros. También había cines, como el Cecil que estaba en Defensa e Independencia; el de Bolívar y Estados Unidos y el de Chacabuco y Estados Unidos. Tampoco tenemos la mercería, la zapatillería, la casa de telas y por eso hay que ir a la calle Entre Ríos para comprar.

EC: Es un barrio con historia, que ha vivido épocas complicadas y que se ha transformado -como dice Nelly- y se está metiendo, de a poquito, en esa cosa tan globalizada y berreta.

Debe haber alguna manera, desde lo vecinal, para no permitir que se desarrolle…

ND: Esas cosas que vende esa gente es lo mismo que encuentras en muchos países, porque la camiseta que trae alguien con alguna inscripción también la ves en cualquier lugar del mundo.

EC: Peña tenía una claridad que muchos funcionarios o legisladores no creo que la tengan. Tuvo que luchar para trasladar esa capacidad de conocer nuestro patrimonio, de cuidarlo. Señaló la necesidad de tener conciencia de preservación de la historia transcurrida que tiene que ser la simiente para encontrar mecanismo de control, de transparencia en la comercialización.

SMC: Eso lo podemos hacer nosotros, no comprando. Hablando con nuestros vecinos para que este tipo de negocios que, convengamos, no es siempre legal, no prosperen. Evidentemente hay gente que maneja a los que no son precisamente artesanos y que, encima cuando se van dejan todo bastante sucio, especialmente los que hacen jugos de naranja en la calle. Con esto no quiero decir que estoy a favor de los anticuarios, porque hay artesanos que hacen trabajos muy bonitos. Hay visitantes que no solo vienen atraídos por las antigüedades, las miran pero muchos no pueden comprarlas aunque les gusten, pero sí se llevan una pulserita de plata muy bien hecha o los artículos de cuero; eso atrae. Al barrio le hace bien recibir a la gente atraída por las ferias artesanales que le dan vida y con ellos los comerciantes tienen un ingreso importante.

LV: Igual los artesanos tienen que estar cuidados y no ponerse en la puerta de los negocios porque la gente no puede acercarse a las vidrieras o entrar a comprar.

La Plaza Dorrego está “tomada” por los comerciantes que desplazaron a los vecinos siendo un espacio público ¿Cómo podemos conciliar los dos intereses?

LV: Antes no se le permitía estar a nadie en la plaza si no tenía el permiso correspondiente.

ND: Para caminar por la plaza hay que ir entre las mesitas y casi no lo permiten si uno no se sienta a tomar algo.

SMC: La reglamentación está, pero no se cumple. Los que venden jugos, pan relleno, etc. no tienen permiso. Están en todos lados donde hay gente y se instalan. Los domingos están en San Telmo, otro día van a Liniers o a Once. Si la policía los saca, se produce un conflicto social tremendo, pero a los artesanos sí los “corren”.

EC: La gente se vuelca a la calle en busca de supervivencia y, una vez que la encuentra, es muy difícil que vuelvan a un trabajo formal. Tengamos esa lectura también. Por otro lado, estamos hablando del uso del espacio público. En la calle Florida, FECOBA y CAME se reunieron con los comerciantes y el gobierno y articularon un convenio buscándoles otro lugar para que puedan trabajar. Aquí se ha tratado de hacer varias cosas. El gobierno hizo un supuesto ordenamiento del espacio público: de Independencia hacia Plaza de Mayo se les permitió poner algunos puestos, pero sin ningún tipo de control. Este ordenamiento tiene polución visual y otra serie de irregularidades, tanto a lo largo de Defensa como de la calle Humberto I° paralela a la plaza, por lo que si sucede una desgracia cómo hacen la ambulancia o los bomberos para entrar.

¿Entonces esperamos que pase una desgracia? Eso como sociedad ya lo vivimos ¿No sirvió para nada?.

EC: Hay una franja en Defensa entre San Juan e Independencia donde están los anticuarios que, supuestamente, por ley no tiene que haber nadie en las veredas. Pero la Cooperativa El Adoquín –a cargo de Carlos Holguín del Movimiento Evita- que tiene muy buenos artesanos, han ocupado también esas cuadras y hay un conflicto de intereses. Es necesario hacer un estudio serio de impacto ambiental, ver qué cantidad de puestos tiene que haber, cómo ubicarlos, en qué condiciones, etc. Viene mucha gente de otros lados a vender, por eso tiene que hacerse un ordenamiento para que no impacte -todavía más- en el barrio.

SMC: Es bueno que exista el comercio, el bar, el artesano, el diseñador, pero los vecinos tenemos que sentir nuestro barrio como propio y poder transitarlo.

Estamos de acuerdo que los vecinos somos lo más importante que tiene el barrio, pero la realidad es otra.

LV: Muchos no tienen conciencia de eso.

ND: Un ejemplo chiquito. Recuerdo que en Venecia -que es como un teatro- hace años el alcalde arregló varios palacios haciendo adentro apartamentos para atraer gente, porque se iba despoblando y a él le preocupaba. Se volvió muy caro pero fue una manera de poblar la ciudad. Espero que eso no pase acá…

¿Los santelmeños nos involucramos en estos temas?

EC: Hace poco fui a una reunión que se hizo en la Comisaría 2da. Y salí muy orgulloso por el planteo que hacían los vecinos. Desde 1997 vengo asistiendo a cuanta reunión de seguridad hubo y luego traté la prevención en los chicos, pero en esta ocasión la gente le decía cosas puntuales a la autoridad, con mucha valentía. Las autoridades dijeron que la situación los supera, porque no pueden estar controlando la irregularidad de los vendedores y a los carteristas al mismo tiempo.

SMC: Tendremos que hacer una petición a las autoridades, exigiéndoles que cumplan con su deber porque lo peor es la inactividad, la indiferencia. Que hagan lo que tienen que hacer, como cada uno de nosotros hacemos nuestro trabajo porque si no nos echan.

¿Creen que llega la información de las reuniones que se realizan, para poder participar?

EC: Esta última de la comisaría, muchos se enteraron por el mail que envió El Sol. En las reuniones tienen que estar las distintas representaciones del Estado, los comerciantes y nosotros debemos presentarnos, simplemente, como vecinos. Pero no podemos hacer el trabajo que le corresponde a la autoridad y si no lo hacen, incurrirán en incumplimiento de los deberes de funcionario público, cosa que es grave.

SMC: No siempre, pero a raíz del artículo que salió en el último Sol (Decadencia) me mandó un mail el Arq. Martínez para que nos juntemos a hablar del tema y ver cómo hacer algo al respecto. Eso muestra que los vecinos tenemos reacción. Todos debemos ocuparnos de lo que sucede y ver qué hacer.

¿Entonces tenemos que hacer y no delegar acciones?

ND: Los vecinos quieren mucho al barrio y se preocupan por él y eso es un paso importante.

LV: Hay que hacer para que las cosas sucedan, porque noto que el barrio está como dormido y otros deslumbrados por el tema del turismo.

EC: Podemos presentar las irregularidades a las autoridades que deben controlar y llevar a cabo las acciones legales para que no sucedan. El límite es la reglamentación, la vida de los vecinos, el respeto al otro. Hay gente que trabaja por el barrio: Basta de Demoler evitó muchas acciones; la comunidad educativa -junto con los vecinos- lograron el Martina Céspedes, la Asamblea del Parque Lezama hizo que no se enreje porque ese no es el problema sino la falta de mantenimiento, vigilancia, iluminación. Los bosques de Palermo, donde vamos todos, no tienen rejas pero están muy cuidados; el Mirador del Lezama “vigila” qué sucede en el barrio.

¿Qué harían ustedes?

LV: Se me ocurre algo vecinal, recordando lo que se hizo el 10 de octubre pasado en la plaza Dorrego, como una kermesse (fiesta popular al aire libre) pero con continuidad y difusión para que se arraigue.

SMC: Me encantaría recuperar el cine Cecil. No digo que vuelva con películas continuadas, porque cada etapa tiene lo suyo, pero por qué no tener un cine importante en el barrio como tenemos teatros.

EC: Tenemos que recuperar espacios del barrio, para el barrio. Podemos formar un grupo pequeño, reunirnos continuamente y profundizar los temas, proponer iniciativas vecinales con un calendario de eventos donde los que quieran acercarse con su solidaridad, su aspecto cultural, comercial o social participen, simplemente, como vecinos.

Podríamos haber seguido hablando de cómo mejorar, apuntalar, organizar a este barrio que tanto queremos y que, de una vez por todas, tenemos que hacerlo nuestro.

Texto y foto: Isabel Bláser

 

 

 

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