La naturaleza siempre nos sorprende

Hace más o menos cinco años planté en el Patio Porteño de Bolívar y San Juan una plantita pequeña que me vendieron como glicina.

La cuidé, regué, hablé  y acompañé en su lento crecimiento. Por cierto que creció y mucho, se trepó al enrejado, se llenó de hojas y ramas…. pero de flores nada de nada. Descreí de su nombre y, dado que por decisión de alguien que debe saber de espacios públicos las plazas enrejadas no son cerradas de noche, todos los días hay alguna novedad que habla del vandalismo imperante,  en ese y otros sitios, solo entro de tanto en tanto.

Hoy lo hice, y la glicina, con razón, me dijo “descreída”, balanceando en una rama un largo racimo de florecitas azules. Bella, alhajando ese pequeño espacio. Valió la pena cuidarla….

 

Texto y foto: Graciela Fernández

 

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