La niñez y la tercera edad en San Telmo y cómo la comunidad las pueden contener
Hoy San Telmo es celebrado por ser un nuevo polo de cultura, turismo y comercio de Buenos Aires. Algunos lo ven con entusiasmo y otros no, pero el Casco Histórico está cada vez más posicionado como una zona cosmopolita de residentes nuevos, y no como el barrio de familias trabajadoras que era hace diez o más años atrás.
Dentro de este marco, hay dos poblaciones que están menos representadas en las discusiones públicas sobre la protección del patrimonio, la mejor manera de desarrollar la economía local e inclusive la defensa del estilo de vida tradicional. Estas dos poblaciones son: los niños y los ancianos.
Sin embargo, parte de lo que siempre definió este barrio es su ambiente familiar y comunitario, y no hay familia ni comunidad entera que no tenga sus chicos y sus abuelos. A través de distintas conversaciones en escuelas, centros de jubilados y en la calle misma, presentamos algunos temas y cuestiones que les tocan a ellos y abrimos la posibilidad de reflexionar sobre cómo nos toca a nosotros mantener entera nuestra gran familia barrial.
Los chicos
La educación social
En la actualidad, hay una opinión que se escucha con mucha frecuencia: los chicos no reciben la educación de valores sociales y culturales que antes se transmitía en el hogar. Valores como el respeto, la disciplina y la preocupación por el bien común. Valores, justamente, que son necesarios para la convivencia y la unión colectiva.
Entre las razones se suele nombrar cambios sociológicos como la independencia de la mujer y su salida del hogar, la necesidad económica de ambos padres de trabajar para mantener una familia y una cultura moderna más acelerada e individualista.
Según Elvira Milano, directora del jardín de infantes el Instituto Integral del Sud, la falta de espacios adecuados para la socialización del niño genera dificultades en insertarse en el grupo, además de realizarse como individuo. Ella nombra el concepto de la “sobreadaptación” (donde un individuo está demasiado exigido y definido por su entorno), como un rasgo común del niño de hoy.
“Todo el tiempo los chicos están respondiendo a las exigencias de los adultos, perdiendo el espacio de la niñez. A veces se ve con horarios extensos de la escolarización, pero también en la vivienda y en los tiempos de los padres. Es una característica de las familias de hoy no respetar los tiempos de los chicos. Están a merced de lo que desea el adulto, de lo que tiene que hacer papá o mamá, quienes están casi siempre apurados, y entonces se vuelven hiperkinéticos, angustiados, les cuesta participar”.
Alejandra Gómez, la directora de la escuela primaria Guillermo Rawson, nombra otro desafío en la formación social del chico: el problema de la convivencia. “Hay un nivel de violencia en la sociedad que requiere más trabajo sobre el trato y respeto para el otro, y buscar nuevas alternativas para la comunicación entre pares, adultos y pares. Hoy los chicos cuestionan mucho más que antes, que me parece excelente, pero puede generar el problema de la queja por la queja misma, escupirnos en vez de buscar soluciones. Si entramos en el marco de respetar que las diferencias son válidas para consensuar soluciones, podemos poner el conflicto en otro lugar y no siempre en el otro”.
Si bien estos y otros desafíos no son únicos de San Telmo sino que se ven en toda la sociedad, ¿hay alguna respuesta que se pueda pensar desde el barrio y la comunidad?
Nidia y Beatriz (que prefieren no publicar sus apellidos) son dos ex docentes de la Escuela Coronel Suárez. Ambas tienen 77 años y se criaron en San Telmo y nombran la importancia en la educación del niño de los vínculos con la comunidad y la familia.
Beatriz cuenta que se jugaba libremente en la calle cuando era chica sin la menor preocupación porque siempre había algún vecino o familiar que los vigilaba. La calle era un espacio de integración no sólo con otros chicos sino con el vecindario, y el lugar para aprender los valores sociales. Hoy, ese espacio está generalmente reducido a una escuela caída y un hogar fragmentado.
“El niño ahora no conoce ciertos valores que antes se recibían de la familia y de la vereda -dice Nidia-. Hoy el niño recibe gran parte de sus valores de la televisión y la computadora. Pero no recibe un deseo, una ilusión, una esperanza, lo que el chico recibe de la televisión es lo más nefasto de la sociedad. El niño de hoy cambió el juego, el campo y la naturaleza por la pantalla”.
“Yo creo que la falta del vínculo y del tiempo entre padres e hijos es el gran problema de la violencia hoy -continúa-. Los chicos están mucho más solos. Yo querría que los alumnos no coman en la escuela, porque considero que los niños tienen que comer con sus padres. A veces me parece que el chico hoy es un oficinista en la escuela más que un alumno o un ser humano”.
Ximena Méndez Mihura, un docente y vecina, comenta: “Para muchos docentes es recurrente escuchar a madres y a veces padres que nos dicen: ‘yo estoy sola con todo’ o bien ‘soy la única que le pone límites y a veces se me va de las manos’. Así es como se hace presente el barrio, el vecino y la cuadra. De niños si nos rateábamos del colegio nuestros padres lo sabían, porque siempre había un vecino que se enteraba y avisaba. También se hace presente en la trasmisión de los adultos mayores que son vecinos y que nos transmitían sus experiencias. De una generación a otra se transmiten modos particulares de procesar las reglas y ordenamientos de una cultura respecto de los vínculos familiares. Se van traspasando creencias, mitos, valores. Por esto en la educación es importante también recuperar el barrio”.
La educación formal
Alejandra Gómez opina que la decadencia de la educación pública ha producido una aceptación de la idea de que para tener una buena formación uno tiene que optar por una institución privada. “La impresión que tengo es que se salva el que se puede salvar, no como antes, cuando la escuela y la educación te salvaban”.
El colegio Guillermo Rawson (Humberto Primo 343) es una escuela pública con los mismos problemas de escasos recursos y burocracia que otras. Sin embargo, es conocida como una escuela modelo y Gómez atribuye esto a su fuerte arraigo en el barrio.
“La Rawson no tiene un trato diferente a cualquier escuela de la ciudad. No es que acá los maestros son más o menos preparados que otros, pero sí es distinta a otras escuelas, y eso lo hace el barrio. Por ser un monumento histórico, reconocido por el Gobierno, esta escuela tiene una impronta particular y pertenece al barrio. Eso aporta mucho a que la comunidad se sienta identificada con la escuela, como puede ser con la Plaza Dorrego o la iglesia. Acá todo el entorno es patrimonial y en esta interrelación el barrio lo reconoce y los chicos se sienten más parte también”.
Como ejemplos de su vínculo con la comunidad, Gómez menciona las colaboraciones que buscan con instituciones barriales —incluyendo una con un grupo de gente mayor a través del PAMI para fomentar el intercambio intergeneracional. También señala a la cooperadora de la escuela que tiene una impronta histórica y ayuda para participar a una gran cantidad de ex alumnos de las actividades de la escuela. Y finalmente, para todos los que conocen la Rawson, hay dos pilares de su familia interna sin las cuales sería imposible imaginar la escuela: María Rosa y Bocha son dos auxiliares de la escuela desde hace décadas. Mandaron a la escuela a sus hijos (que a su vez ya tienen sus propios hijos) y son parte del patrimonio de la escuela, parte de su historia -dice Gómez-. No reciben pago ninguno sino que hacen toda por corazón, y los alumnos las reconocen como una parte de la escuela, como su memoria viva”.
El Instituto Integral del Sud (Defensa 1318) es un emprendimiento familiar también visto por muchos como un modelo pedagógico de la zona. Fue fundada en 1960 por María Angélica Burlando de Milano, una referente nacional por su trabajo social y su dedicación a la educación. Entre otras cosas, trabajó con el pintor Benito Quinquela Martín (un huérfano del Patronato de la Infancia en San Telmo), con quien compartió muchos valores “como la honestidad, la generosidad y el bien común”, explica su hija Elvira Milano.
Esta mezcla de pedagogía, formación social y creatividad es central en la dirección de la escuela. En las aulas del Instituto Integral del Sud chicos de dos a cinco años reciben un nivel de cuidado personal en una casa antigua que tiene la misma calidez que un hogar. “Nuestro trabajo está basado en valores como el amor al otro, fijarse en el otro, tomar a los chicos como seres completos, cuidar lo emocional. Y la gente lo siente —es una impronta familiar que tiene la escuela”, dice Milano.
La directora nombra la integración (entre chicos con problemas de desarrollo mental) como otro fundamento del Instituto. “Muchos colegios no quieren integrar pero no considero que una escuela pueda trabajar sin la integración. Acá creemos que ningún chico se puede quedar afuera. Hay que buscarle la vuelta para que ese chico puede aprender”.
Milano se ve apasionada de su trabajo y está constantemente ampliando su propio conocimiento y gestionando nuevos proyectos para desarrollar el instituto, como un programa de intercambio de práctica con estudiantes universitarios de pedagogía de Colombia y México.
“Si te desviás de lo pedagógico, perdiste el Norte –opina-. Muchas veces en la educación de hoy te sentís presionado por la reglamentación, por los padres, por las necesidades institucionales, y todo junto es como un elefante que te aplasta. Una docente de la escuela pública muchas veces está gastada, cansada por las quejas, las faltas y las denuncias, y no está cuidada desde la institución. El valor de su trabajo se tiene que sentir. Lo que yo encontré como contrapeso a eso es rescatar lo pedagógico. No solamente en lo que enseñás, también en lo que hacés, los proyectos que gestionás”.
La combinación de atención personal, enfoque teórico y vínculo con la comunidad (incluyendo mucho trabajo con los padres y hasta un psicólogo como asesor externo) hace que el Instituto sea una luz dentro del panorama oscuro de educación en la Argentina. “De hecho, la mayor queja que recibimos de los padres es no ofrecer educación primaria”, se ríe Milano, y afirma que expandirse es un sueño del Instituto.
Los abuelos
La contención social
Para la tercera edad el vínculo con el otro y el espacio de encuentro social también tiene mucha importancia. En parte por eso, y desde el florecimiento de organizaciones no-políticas desde Alfonsín, la institución del Centro de Jubilados empezó a tener más vigencia en la sociedad civil desde la década del ‘80.
“El tema de la soledad es uno de los más importantes para el jubilado”, dice Rubén Caramés, director del Centro de Jubilados y Pensionados Siempre Juntos (Tacuarí 745). “La necesidad de ellos es sentirse acompañados. Hoy es común que la familia se ocupe de su vida, esté absorbida en sus problemas cotidianos, y entonces el centro de jubilados representa una familia para ellos, un lugar de encuentro”.
En el caso de Siempre Juntos, el centro fue fundado por Elena Neme, la madre de Caramés, una vecina del barrio y dirigente social que abrió su propia casa para hacer reuniones de amigos. “Ella participaba de distintos centros de jubilados pero veía ciertas falencias en cómo se trataba al jubilado, no teniendo una contención como podría ser simplemente ofrecerle un tecito en invierno. Entonces hizo un verdadero club de amigos y llegó a tener más de trescientos socios”.
Caramés siguió dirigiendo el centro después de que se falleció su madre en 2003 a pedido de los amigos que le rogaban que continuara con su trabajo, y hoy Siempre Juntos organiza una reunión social todos los domingos, asistido por gente de varios barrios, además de actividades recreativas como días del campo, almuerzos mensuales y gimnasia para la tercera edad.
Marta Martín asiste a las reuniones semanales en Siempre Juntos, como iba antes a la casa de Neme. “Voy a tres centros de jubilados, pero éste me encanta”, dice una mujer de ojos claros y gestos entusiásticos, que no aparenta para nada sus 73 años. Como mucha gente mayor, ella nombra la inseguridad como su preocupación más grande (fue víctima de un asalto hace poco). Para ella eso explica también al hecho de que hay menos espacios de encuentro informales para la tercera edad.
“La gente no sale a tomar mate como antes. En una época se bailaba en la puerta de mi casa. Y la policía no ayuda, se ve mucho pero está solamente para el turista”.
Un entorno menos ameno
La falta de lugares donde el anciano pueda moverse, encontrarse con otros y divertirse no es un tema menor, como explica Manuel Fernández (p. 11). La calle no es solamente menos segura que antes, sino que la ocupación de muchos lugares tradicionalmente frecuentados por vecinos —sobre todo la Plaza Dorrego— por actividades comerciales es una frustración que obliga a muchos ancianos a reunirse en centros de jubilados o simplemente a quedarse en sus casas.
“Somos de caminar mucho”, dicen Berta Ochoa (78) y Julián Viva (76). “Pero la Plaza Dorrego cambió mucho y lo veo mal. Antes se podía bailar, ahora los domingos no se puede ni caminar por todos los puestos que hay. Es una lástima, pero uno tiene que ir a otro lado si quiere disfrutar de una plaza”, dice Viva.
Encima, como señala Martín, está la barrera económica que sufre mucha gente mayor en una economía pensada cada vez más para el turista. “Con mi sueldo no puedo hacer nada, ¡soy jubilada! No puedo ni ir a tomar una cerveza a la plaza”.
Caramés dice que el estar afuera les presenta varios desafíos a los jubilados por los cambios en el entorno y la falta de medidas para cuidarlos. Pero cree que con un poco de voluntad política hay muchas soluciones sencillas que se pueden hacer para brindarle al anciano un poco más de seguridad y movilidad.
Ofrece el siguiente ejemplo: según Caramés, a ellos les da temor cruzar la 9 de Julio (además de los autos y el ancho de la avenida, está el tema de la gente pidiendo monedas o limpiando autos que los complica). Pero como hay un pasaje subterráneo de la estación del subte Independencia que cruza la 9 de Julio, se podría instrumentar un sistema para que sea gratuito usarlo para el jubilado.
“Con pequeñas acciones estás resolviendo un problema muy grande para ellos –dice-. La plaza de Independencia y la 9 de Julio está muy deteriorada, pero con más lugares de esparcimiento como bancos o áreas de juego, estás brindándole al jubilado un espacio para que pueda descansar y disfrutar al aire libre”.
Si bien los desafíos para la niñez y la tercera edad son una cuestión de mucho estudio y trabajo, es importante que estos dos miembros de la familia barrial tengan su lugar en el discurso público de la zona. Y también en nuestra conciencia.
—Catherine Mariko Black
Torneo de Juegos Mayores de la Ciudad 2010
Se encuentra abierta la inscripción para participar de la edición 2010 de los Juegos Mayores de la Ciudad, que comenzarán el próximo 9 de agosto. El torneo, que se realizará por tercer año consecutivo en la Ciudad de Buenos Aires, está dirigido a adultos mayores de 60 años de ambos sexos, que tengan domicilio en Capital Federal y que representen a centros de jubilados, instituciones intermedias y/o particulares. El objetivo de este proyecto es crear un espacio compartido para la Tercera Edad, integrándolos socialmente a través de diferentes actividades que apunten a estimular la creatividad y vivenciar la integración social. Los interesados podrán anotarse en forma individual y/o en parejas, y en la cantidad de disciplinas que deseen, hasta el 30 de julio de 10 a 17 en el CGP1 correspondiente a su zona. Las disciplinas que formarán parte de los Juegos Mayores de la Ciudad son: tango, folklore, tejo (femenino y masculino), bochas, truco y burako en parejas; y ajedrez, damas, chinchón, dominó y generala, en forma individual. CGP1: Uruguay 740, Tel.: 4370-9700.
hola, queria saber la direccion de ustedes. Soy Española y me gustaria poder reunirme con personas de la misma edad muchas gracias…..60 años. y ademas saber que tipo de eventos sociales tienen.-
mi nombre es Carmen Puga y tengo 60 años… y con ganas de conocer gente.