La pionera del Café Concert argentino
Edda Díaz
Se dice que uno tiene la edad de sus proyectos. Edda Díaz, la talentosa actriz, escritora, humorista y directora, tiene 74 años: pronto se va de gira a Azul, Bahía Blanca y Rosario con “La casa de Bernarda Alba”, la obra de García Lorca en versión de José María Muscari. Después de terminar la temporada con la pieza por la que ganó el premio Estrella de Mar 2016, viajará a España a ver a sus hijos y nietos.
“Estoy muy agradecida con el rol de María Josefa, un personaje adorado por el público y la crítica. Si bien Lorca habla del franquismo en España, la obra sigue estando vigente porque es un alegato a la libertad; habla del amor, la libertad y la maternidad”, explica Edda en su casa de Bernardo de Irigoyen y Carlos Calvo.
Nacida en Aguilares -una localidad de San Miguel de Tucumán-, su madre la trajo a Buenos Aires luego de separarse de su padre, cuando ella tenía tres años. Su nombre completo es Esther (que significa “Estrella”) Edda (“Santa batalla”, en alemán) Ana Díaz. Y está convencida de que esos nombres marcaron su destino. Desde chica se destacó por su cabello rojo, su ángel y su risa.
Se formó en el Conservatorio Williams, La Alianza Francesa y el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. En 1966, junto a sus compañeros de conservatorio Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y Nora Blay protagonizó “Help Valentino”, que se convirtió en la piedra fundamental del café-concert argentino.
En los años 70 protagonizó “Orgullosamente humilde” en el reducto santelmeño “La gallina embarazada” de Lino Patalano, con libretos y dirección de su marido de entonces, Peter Gilbert. Más adelante, realizó unipersonales como “Chiquitita como soy”, “El coraje de ser madre”, “La noche y la Díaz”, “Bésame bésame público”, “El show no está para bollos”, “Facciamo L’Humore” y “Edda Díaz el show”, entre otros exitosos espectáculos.
Una biblioteca da cuenta de los muchos premios que recibió: Konex, Ace, Alicia Moreau de Justo, Podestá, Estrella de Mar, entre otros. “Es una mala costumbre que tengo, recibir premios”, dice Edda con una sonrisa.
Cuenta que ayer fue al teatro junto con su actual marido, Salvador Macari, a ver “Yo no duermo la siesta”, en el Espacio Callejón. “Tanto Alejandra Majluf como Lucas Silvani estaban con fiebre, pero nunca se les ocurrió suspender la función. El teatro es una pasión y el artista da su vida por él”, asegura la actriz quien cuenta con doce mil seguidores en su muro de facebook, donde aprovecha para promover a otros colegas.
Sostiene, que su primer café concert “cambió el humor de los argentinos: se volvió más sofisticado e inteligente, incluso revolucionario, con personajes muy irreverentes que se atrevían a decir más que el teatro oficial, un humor más social”.
Edda mira a los ojos, gesticula con las manos y mantiene una sonrisa constante. Recuerda que, en el año 83, antes de que asumiera Alfonsín, hizo “Súper hambre”, una respuesta argentina al “Súper hombre”, dura crítica a la sociedad todavía gobernada por los militares.
Recuerda a su grupo “Surtidos de humor”, junto a Ricardo García Pico y Esther Goytia. “Me gusta mucho escribir: durante años hice columnas humorísticas para Clarín, la revista Sex Humor y quince diarios del interior del país”.
Su casa está llena de recuerdos, fotos, elementos de escenografías, títeres y marionetas (éstas últimas pertenecen a Salvador, su marido desde hace catorce años). Cuenta que llegó a San Telmo hace veintiséis años. “Yo venía de un departamento de dos ambientes en Caballito, pero quise mudarme cerca de Lino Patalano. Encontré esta casa grande y me enamoré. Siempre fue un barrio de teatros, como “El pollito erótico” o “El gallo cojo”, que quedaba en Defensa al 700.
En una época, su terraza se abría al público los domingos, de 18 a 24, para charlar y conocerse. Eran los “Happy Sunday”, que compartía con sus hijos, Gustavo Romano y Maxi Gilbert (que ahora viven en Madrid).
Trabajó en gráfica, teatro, radio, TV (desde “Los Campanelli” hasta “Farsantes”) y cine (“Me sobra un marido”, “Cohen vs. Rossi”, “Torrente 3: el protector”, entre otras). Le pregunto si tiene algo pendiente: “Me gustaría protagonizar en cine y televisión, me lo deben”, me dice, aunque está muy agradecida de la vida.
Muy histriónica con sus gestos, se divierte recordando los furcios famosos del teatro, como el del actor que tenía que decir: “Allí vienen las velas de Ayola” y terminó diciendo “Allí vienen las bolas de Ayela” o aquel que en lugar de decir “¿Qué motivos tuvo?” dijo “¿Qué tubo tengo metido?”. No sabemos si estos hechos en verdad sucedieron, pero ¿acaso importa?
Discípula de María Rosa Gallo y Alfredo Alcón, sus referentes son Inda Ledesma, Osvaldo Bonet y Giulietta Masina. “De todos aprendí, los buenos y los malos también me enseñaron”, señala Edda, quien se reconoce como líder de opinión. “Me considero una educadora, una artista popular que habla el lenguaje del pueblo y, a veces, hace de almohada”.
Texto:Diana Rodríguez/ Fotos: Damián Sergio