“La reina de la cinenovelas”
Delia Unzué
La historia de mi tía Delia arranca a fines del año 1957 cuando salió reina de belleza de Carapachay, donde vivía toda la familia. Mi madre, tan hermosa como ella, fue la primera princesa en ese certamen. A partir de entonces, ambas tuvieron propuestas para hacer “cinenovelas”, como llamaban en esa época a las “fotonovelas”.
Había dos editoriales, una se llamaba “Idilio” y la otra -que competía con ella- “Creaciones”. Esta última editaba las revistas “Secretos” y “Suspiros”, donde aparecían Elsa Daniel, Graciela Borges, María Aurelia Bisutti, Julia Sandoval, Gilda Lousek, Beatriz Taibo, entre otras destacadas actrices que luego continuaron su carrera en cine y televisión. Y los galanes de aquel tiempo eran Oscar Casco, Duilio Marzio, Juan Carlos Barbieri, Carlos Estrada, Julio Saraceni, Leo Fleider, Kurt Land, por citar solo a algunos.
Básicamente, eran fotos de los personajes “actuando” un diálogo que aparecía escrito, como en los comics. “Había un director que marcaba las escenas y una productora que se ocupaba de los decorados y las locaciones. Hacíamos los interiores, en una peluquería o un colegio, por ejemplo, y luego los exteriores en lugares como el club del Banco Nación o una quinta”, dice Delia.
“Pensá que en esa época muy pocos tenían acceso a una televisión, entonces la gente -principalmente las mujeres- seguían semanalmente las fotonovelas para entretenerse”, me cuenta mi tía preferida, mientras tomamos café con leche y tostadas con queso y mermelada (light ¡Por supuesto!).
Me explica que ella y sus hermanas (Lola -mi mamá- y Elba) viajaban todos los días en tren desde Carapachay a la Capital y allí veían cómo la gente leía las fotonovelas, sobre todo las mujeres trabajadoras.
- ¿Y te reconocían?
- Sí, a veces se quedaban mirándome, como si no pudieran creer que estuviera allí, en el tren. Pero nosotras éramos muy tímidas o, mejor dicho, medio “pánfilas”, como quien dice ¡Nos criamos en Posadas (Misiones)…!
- ¿Por qué te pusieron el apellido “Unzué”?
- Porque Verrocchio era demasiado largo. En aquel momento todos usaban seudónimos. Por ejemplo, Graciela Borges en realidad se apellida Zavala y se puso Borges por el escritor. Cuando buscaban un seudónimo “marketinero” para mí, a uno se le ocurrió Verona, que me gustaba, pero al final quedó Unzué, que mucho no me convencía, pero como era “medio tonta” (sic) lo acepté y no dije nada.
- ¿Cómo te llevabas con Graciela Borges?
- Muy bien. Íbamos al mismo colegio, el Liceo 4 (que queda en Córdoba y Riobamba). Ella siempre fue muy “halagadora”. A mí me decía que tenía el estilo de Sofía Loren, por la nariz aguileña. Como ahora, ella siempre ve “lo mejor” de cada persona.
- ¿ Porqué no seguiste la carrera de actriz?
- Porque enseguida me puse de novia con Guillermo Beltrán (alias “Pochi”) con quien me casé y él no quería saber nada con que ande acaramelada o besando a otros hombres, ni siquiera en la ficción. ¡Era muy celoso!
Luego de la época de oro del cine nacional, en la que brillaron nombres como Mirtha Legrand, Zully Moreno y Hugo Del Carril, vino la revolución de 1955 -que derrocó al gobierno de Perón- lo que produjo un impasse en el mundo artístico. Por entonces, comenzaron a llegar las películas norteamericanas y “coparon” todas las salas. Eran los tiempos de Doris Day, Frank Sinatra, Humphrey Bogart, Cary Grant, Audry Hepburn, Sofía Loren, Gina Lollobrigida y Marilyn Monroe.
Mientras tanto, aquí triunfaban: Lolita Torres, Los Pérez García y La familia Rampullet. Recién había aparecido el antiguo Canal 7, ubicado en lo que hoy es el Palais de Glace.
Más adelante llegó Nené Cascallar con El amor tiene cara de mujer y Alberto Migré que revolucionaron las telenovelas. En el caso de Migré -con éxitos como Rolando Rivas, taxista o Rosa de lejos, que fueron vendidas a muchas partes del mundo- fue el primero en incluir la actualidad social en las novelas (en Rolando Rivas, por ejemplo, introdujo el tema de los desaparecidos) y la grabación en exteriores.
La tarde va cayendo en Belgrano y le pido a mi tía que me muestre las famosas cinenovelas. “¡Uy, tendría que buscarlas… hace tantos años…! Pienso en la nota, que necesitará fotos para ilustrarla y entonces las buscamos en los cuartos que dejaron mis primos cuando se casaron. Los placares están llenos de revistas, cosas ahora inútiles (“¿Por qué habré guardado esto?”, se pregunta), fotos, libros. Nos miramos, sonreímos y nos emocionamos al ver fotos familiares en blanco y negro y, otras más actuales en color. Muchas con mi madre, que ya no está.
De pronto, entre trastos y bicicletas, en un cajón, aparecen dos “Secretos” y una “Suspiros”. Grito ¡Bingo, las tengo!
Como periodista, le pregunto por alguna “anécdota divertida”, de esas que nunca faltan. Y me cuenta: “Un día estaba Hugo del Carril actuando en un club de Munro. Al terminar, todos se le acercaban para hablarle. Era el año 1958, creo, ya había filmado “Una cita con la vida”, con Gilda Lousek y era muy famoso. Entonces, mi hermana Elba me dice que nos acerquemos porque podría darnos trabajo y sí, nos citó en su departamento de Cerrito al 1200 (cuando esa calle era angosta y no existía la avenida 9 de Julio), la mucama nos hizo subir, pero en la puerta de entrada nos dijo “El señor las esperó quince minutos, pero ya se retiró”. Las “pánfilas” nos habíamos perdido y llegamos como cuarenta minutos tarde. Así que la anécdota fue que: ¡Las “pajueranas” hicimos esperar a Hugo del Carril!
– ¿Te hubiera gustado seguir en el espectáculo?
– No lo sé, creo que nunca tuve aspiraciones de ser famosa. Hoy mi vida gira alrededor de mis hijos y mis nietos Laura, Juampy y Paula”.
Diana Rodríguez