La voz que inquiere noblemente al corazón

Mabel Calvo – Soprano.

En busca del redescubrimiento de nuestros artistas en el Casco Histórico de la ciudad, tuve el placer de conocer a la soprano Mabel Calvo, que integra el Coro y Orquesta Música Sacra de Buenos Aires. Confieso que me costó hacerle la nota, no por alguna dificultad manifiesta de su parte sino porque -muy alejada del alto ego que caracteriza a no pocos cultores del arte- rechaza el “protagonismo con sincera humildad”, porque “cantar es una alegría, un bienestar, me complace y así es suficiente, no creo que sea necesario que escribas sobre mí”, dice sin pose.

En consecuencia debí insistir para entrevistarla, ya que los vecinos merecen saber que tenemos una voz que desprende una ternura y espiritualidad especiales. Bastaría la oportunidad de escucharla cantando el Ave María de Schubert para despertar en los oyentes la más genuina de las emociones, aquella que interroga noblemente al corazón, lo ahonda y lo eleva.

¿El canto fue una constante en vos o despertó en algún momento especial de tu vida?

M.C: Tengo un antecedente, mi abuelo fue tenor del Teatro Margarita Xirgu. Además, cuando era chica estudié guitarra y siempre canté en la escuela primaria. Luego vino la adolescencia y mi gusto por las canciones de Serú Girán y Sui Géneris. Más tarde estudié una carrera universitaria vinculada a la hematología, me casé y me incorporé a un oratorio salesiano en la Parroquia de San Telmo.

Allí comencé a tocar la guitarra y a cantar en las misas, agregando con mi esposo actividades culturales, deportivas y catequísticas para los chicos carenciados del barrio. Entre 2009 y 2015 llegamos a contribuir en la distribución de comida para 120 chicos pobres.

Inició estudios de canto hace varios años atrás con la Profesora Raquel Arate, quien fue fundamental en su camino al señalarle: “El mundo de la música que te corresponde, es la lírica”. Por esas casualidades, que nunca existen, una tarde una vecina le contó que al día siguiente “Música Sacra Buenos Aires” se reunía en la Manzana de las Luces y estaba tomando audiciones. Asistió y fue incorporada de inmediato.

La soprano nos relata que, gracias al apoyo familiar -que incluye a sus dos jóvenes hijos- sigue con entusiasmo su participación coral, que le implica dos ensayos semanales con sus compañeros, más las diarias prácticas en su casa con la alerta de su esposo “Rolo” que le dice jocosamente: “Cuidado con no subir tanto la voz, no sea que se rompan las copas”.

Según la directora Sandra Pianigiani, Mabel se caracteriza por tener una voz “extremadamente hermosa y dulce” y la define como una persona comprometida y solidaria con sus compañeros, por lo que “es un placer que se haya sumado al coro”. Nos contó que gracias a ella culminaron 2018 presentándose en la Parroquia Inmaculada Concepción -Av. Independencia 910, CABA-, donde Calvo hace 26 años contrajo matrimonio y hoy es catequista de niños y adolescentes, luego de haber conformado un coro para adultos mayores.

“La Traviata marcó en mí un antes y un después, fue cuando dije: ya no me quiero bajar del escenario”, expresa Mabel. Y para este año, Pianigiani planteó el desafío de ofrecer el Réquiem de Giuseppe Verdi con la Sinfónica de la Policía Federal. “Una obra ardua, difícil si se quiere, teniendo en cuenta que el protagonismo es continuo y sincrónico entre la solista y el coro, cantando al unísono. Los ensayos comienzan este mes de febrero y el texto es fundamental para la interpretación. Si no se lo entiende es imposible cantarlo”, comenta la soprano.

¿Por qué te impactó emocionalmente la presentación en la Capilla de La Reja?

M.C.: En todos los lugares donde estuvimos no nos faltaron aplausos. No pedimos nada a cambio, sino que nos permitan ofrecer este “continente” del arte que nos eleva a la belleza y al enriquecimiento espiritual. Pero en la Capilla, en plena ruta, lejos de la zona urbana, adonde nadie nunca se había presentado, la comunidad experimentó una alegría que se desprendía de sus ojos, de sus gestos. A tal extremo que, sin decirnos nada, cuando terminamos la presentación, las familias habían preparado un comedor donde nos agasajaron con las comidas elaboradas en sus propios hogares, regalándonos -a su vez- una alegría enorme. Esto no suele verse en las grandes ciudades, en pequeñas comunidades se puede experimentar un recibimiento cálido, dando lo poco o mucho que cada uno tiene, con un afecto espontáneo.

¿También colaborás en comedores comunitarios de la villa 21-24 de Barracas?

M.C.: Sí y ahí aprendés mucho de lo que te comentaba que vivimos en La Reja: el valor de la comunidad. La sencillez que encontrás en la gente que la habita que -por supuesto quiere vivir mejor y fuera de allí- no la palpás en ningún otro lugar. El que menos tiene es el que más da para el bien de sus vecinos, cuando debiera ser lo contrario en nuestra sociedad: que los más tienen más colaboren a paliar las necesidades de los pobres.

En resumen, Mabel Calvo es una mujer consciente, reflexiva, no ajena a los “valores, palabra tan vapuleada e ignorada en estos tiempos”, dice. Y habla con efusividad, al igual que cuando canta. Su lírica de raíz clásica -por la nobleza y equilibrio de la expresión- aunque moderna por los hallazgos con la que inquietan los versos de cada obra, no se decora con ninguno de los abalorios que acostumbran los cultores de baratijas musicales. Altura y profundidad, su tono tiene la dignidad a la que cabalmente representa. Más bien una comunión espiritual con la lírica, ofreciendo una depuración que conjuga sensibilidad y contemplación.

Texto y foto: Marcela Toso

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